treinta y siete

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El revoltijo de mi estómago se hacía cada vez más insoportable, como si de calambres se tratasen. Quería vomitar apenas la ola de recuerdos se asomó por mi conciencia, ni en mis peores pesadillas la Michelle volvía a mi vida, jamás me puse en aquella situación y la verdad que vivirla en carne y hueso no me hacía mucha gracia, al contrario, me tenía al borde de un ataque de histeria, más aún porque sabía perfectamente sus intenciones, que claramente no eran buenas.

—¿Por qué le hablai así a la Denise? —Cuestionó la Anto al instante. Sus brazos se cruzaron a la defensiva y su lenguaje corporal delataba lo mal que se había tomado la frase sarcástica de la Michelle—. ¿no que erai su amiga?

Volvimos a intercambiar miradas, todo a mi alrededor se detuvo y el bullicio del gimnasio se oía ajeno, lo cual no era una buena señal para mí. No podía perder el control de mí misma, no ahora, menos con ella.

Sonrió con victoria. Me negaba, era humillante, como si tuviese un deja vu constante.

—Pregúntale a ella... que hasta pálida se puso con sólo verme—Se burló haciendo sonar sus largas uñas blancas, acortó la distancia para tomar un mechón de mi pelo castaño, se acercó a mi oído y susurró con veneno: —¿Qué se siente llevar kilos y kilos de maquillaje? Parecís un payaso, Denise. Qué lástima.

Por inercia me alejé automáticamente notando que me dedicaba un puchero.

Respiré con dificultad y quise protestar, sin embargo, tanto mi cuerpo como mi voz en aquel instante me abandonaron, como si no tuviese poder alguno en mí. Estaba bloqueada y con las piernas temblando del miedo.

¿Tanto terror podía causarte una persona para llegar a ese punto?

—¿Por qué no virai mejor? Estai sobrando de hace rato—Se interpuso el Félix entre las dos. Una mueca se dibujó en sus labios mientras apuntaba con su pulgar hacia la salida del gimnasio.

La Michelle se llevó una mano al pecho observándonos con ironía, demostrando lo ofendida que estaba con mi hermano.

—Me ofende que un mino tan lindo como tú me esté echando, sinceramente—Coqueteó descaradamente, soltando una risa que llamó la atención de varios a nuestro alrededor. Humedeció sus labios cuando clavó la vista en la cancha con interés —, aunque por lo que veo en este colegio llueven los minos bonitos —Agregó de repente con cautela. Tragué el nudo en la garganta que traía desde hace un buen rato y seguí su mirada, notando a quién se refería.

El Damián había vuelto a encestar y sus ojos buscaron los míos en esa precisa fracción de segundos.

Dijo algo con sus labios y al no descifrar el mensaje fruncí las cejas.

Lo repitió lentamente, ocasionando que mis mejillas se tiñeran de carmesí.

"te lo dedico"

Abrí mis labios y una pequeña "o" se formó de la sorpresa. Una calidez embargó mi pecho y volví a sentirme segura sin darme cuenta.

—Qué latera, ¿te vai a ir o no? —Insistió la Anto de malas pulgas, regresándome a la situación penca en la que me había visto envuelta.

—Sí, si en verdad sólo venía a recordar viejos tiempos, pero parece que a la Denise no le gustó mucho mi visita.

Le hizo un gesto a la Paula para irse, pasando justo por mi lado, lo cual aproveché de impulso y antes de que pudiera ser consiente de mis acciones, ya la tenía agarrada del brazo con fuerza, lo que detonó en que soltara un quejido y me observara enrabiada.

—¡Me duele! ¿Qué onda?

Me costó responder inmediatamente, mi vista se quedó clavada en mis dedos que rodeaban su muñeca. La sangre que corría por mis venas ardía y el tumulto de flashbacks comenzaron a reproducirse por mi memoria, recordando cada cosa que me había hecho la Michelle junto a sus amigas en el pasado.

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