cuarenta y tres

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Advertencia: capítulo con contenido +16/18









—No sé si pueda controlarme, Denise yo...—Habló nervioso, evitando mirarme y con las mejillas sonrosadas.

Besé su mentón.

—No lo hagas—Susurré a pocos centímetros de su boca—, no quiero que te controles. Fluye conmigo, déjate llevar, Damián—Rocé sus labios con los míos, con la suficiente delicadeza, cerrando mis ojos al sentir el leve contacto.

Tomé sus mejillas y me devolvió el beso, deseaba que se concentrara en nosotros y en nada ni nadie más.

—Denise—Me nombró entre besos.

—Bésame, Damián—Ordené y me obedeció al segundo.

Me tomó por las caderas y buscó mis labios, uniéndolos con los suyos en un beso que me dejó la mente totalmente nublada. Sentía mi piel mojada contra la suya y no pude evitar dejarme llevar ante lo excitante de la situación. Jadee sin poder aguantarme, mientras posicionaba su mano izquierda en mi cuello suavemente y se perdía en él, dejando un camino de besos húmedos, para luego seguir bajando por mis clavículas.

Arañé su espalda con cuidado cuando me percaté que sus labios estaban a pocos centímetros de mi pecho, me tomó sin mucho esfuerzo con un sólo brazo, acorralándome contra la pared. Agarró uno de mis pechos aún con la vista puesta sobre mí y jugueteó con mi pezón, tirando de él con una sonrisa de lado que me hizo estremecer, dejándome sin aliento, aunque terminé de enloquecer cuando su lengua entró en contacto con ellos, succionándolos, y lamiéndolos sin control alguno.

Estaba húmeda, completamente, y mis gemidos delataban aquello. Necesitaba controlarme, nos oirían si seguía así de chillona.

Puso su dedo índice sobre mis labios y volvió a mirarme de frente; me perdí en el verde de su mirada y mis manos rodearon su cuello, lo quería más cerca, deseaba sentirlo más, quería que me diera más.

Lo besé esta vez yo, ladeando la cabeza para darle más cavidad a su boca, mordisqueo mi labio y el cuerpo me ardió. Jamás me había sentido de esa forma por alguien, nunca había deseado a otra persona tanto como deseaba al Damián.

Yo...

Introdujo uno de sus dedos dentro mío y gemí al instante.

Mierda qué bien se sentía.

—¿Te gusta?—Susurró en mi oído, mordisqueando mi oreja. Asentí rápido, desesperada por más—¿o quizás dos?

Esta vez introdujo su dedo medio y no pude evitar jadear, nuestras respiraciones estaban alborotadas totalmente. Los dos buscábamos lo mismo y aquella conexión era innegable, la tensión, la atracción, el amor entre los dos. Ya no cabían dudas.

Estábamos hechos para el otro.

Me aferré a sus hombros y moví mis caderas sin poder evitarlo.

—Damián—Gemí su nombre debido al placer y en su rostro se coló la lujuria. Era hermoso, verlo así, con gotas de agua por su torso desnudo, su cabello igual de mojado, y la sonrisa divertida me calentaba de sobremanera.

—Repítelo—Pidió dejando besos y mordidas en mi cuello—. Una vez más di mi nombre—Comenzó a succionar el hueco de mi hombro mientras aún seguía penetrándome, haciendo pequeños círculos con sus dedos dentro de mí.

—Damián...—Repetí y sus dedos dejaron de moverse—. Más rápido, no pares.

—A tus órdenes, castañita—Dios cómo amaba a este hombre—¿Así?—Preguntó divirtiéndose. Incrementó la velocidad y sentí que sus dedos pasaban con mayor facilidad debido a lo mojada que me encontraba. Mordí mi labio inferior con los ojos puestos en su erección, causando que me excitara aún más.

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