Damián
El sonido de mi celular debido a una llamada entrante esfumó mi sueño de golpe. Últimamente dormía pésimo y mi mente no paraba de sobre pensar todas las situaciones habidas y por haber, sentía que ya no tenía descanso, me carcomía día y noche y sólo podía apagar mi mente cuando dormía, pero ya ni eso lograba, ya que por las noches no conciliaba el sueño y las ojeras cada día se hacían presentes de mayor forma, quedándome dormido en cualquier parte y hora debido al cansancio que tenía acumulado.
Solté un gruñido y tapé mi oído con la almohada, pero no cesaba.
Abrí mi ojo izquierdo y de mala gana busqué mi celular sobre el velador, dando torpemente con él.
Era la Millaray.
—¿Qué querís? —Hablé adormilado después de ignorar por cinco minutos sus llamadas.
Mi vista estaba sobre el techo mientras maldecía, había logrado por fin tomar una siesta y no pude disfrutar de ella ni media hora.
—¡Por fin contestai! —Chilló devolviéndome a la realidad de sopetón, a lo que alejé el celu de mi oreja e hice una mueca de desagrado—. Necesitamos hablar.
—¿Y de qué? —Suspiré pasándome una mano por el ojo izquierdo, aun sin poder asimilar la luminosidad de mi pieza. —Déjame dormir porfa.
—Son las cinco de la tarde. No hueís, Damián—Dijo del otro lado demandante —Te espero en la plaza que queda saliendo del pasaje de tu abuela. Chao. —Se me adelantó con tono amenazante.
Y cortó.
Bufé incorporándome en la cama; no sabía en qué momento exacto se había ido todo a la cresta, pero sentía que nada podía hundirme más de lo que ya estaba. Lo que había ocurrido con la Denise hace casi un mes había sido el remate de todo y había tratado de ignorar el tema, pero su mirada siempre terminaba invadiendo mi mundo y me iba a la mierda.
Me quedé pegado viendo el paraguas azul que yacía apoyado en el escritorio. Estaba seguro que ese día en la micro ella había estado junto a mí y que la aparición mágica del paraguas había sido obra de ella, al igual que la nota que había dejado, era su letra, lo sabía.
Tiré de mi pelo y negué.
Debía ignorar también eso, no podía buscarla, no quería dañarla.
Pero quería verla, la extrañaba.
Y cada vez se me hacía más difícil y menos llevadera la situación.
—¡Damián!
La puerta de mi pieza se abrió y una sonrisa dulce me acogió al instante; la Lita llevaba un paño de cocina sobre sus manos, secándolas. Recordé cuando me escapaba a verla cuando chico, solamente para ver como cocinaba su rico pan amasado mientras tarareaba las canciones de su amado Julio Iglesias.
Reprimí una sonrisa, cómo amaba a mi viejita.
—¡Qué bueno que ya despertaste, mijito!
—¿Necesitas algo?
—Sí... Que me faltan huevos pal quequito, ¿te importaría ir a comprarme? Unos cinco...
Negué con la cabeza y sonreí.
Me levanté sin mucho rodeo y le di un beso en la mejilla, a lo que me miró recelosa. Solté una carcajada y salí por el pasillo.
Saqué mi celular del bolsillo de mis jeans y le escribí un mensaje rápido a la Millaray.
Quizás tomar un poco de aire me haría volver a regresar a mis cinco sentidos, aún tenía caleta de hueás por resolver y quería sacarme los cachos de encima luego. A demás no quería seguir haciendo rabiar a la Lita y mucho menos que se sintiera decepcionada de mí, así que muy a mi pesar debía volver al colegio culiao.

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Condiciones
Teen FictionDonde la Denise actúa como alguien que no es y el Damián la descubre.