treinta y tres

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—¿No te estarás confiando demasiado?

—Entonces te preguntaré directamente—Musitó posicionando la mano en el cierre de mi polerón. Mi respiración se cortó en ese breve instante de tensión—¿Te gusta él? —Comenzó a bajar la cremallera, bajo sus largas pestañas notaba la seriedad en sus ojos que se habían vuelto de un verde mucho más oscuro.

Me quedé sin habla por un momento, atenta a su mano que bajaba cada vez más.

—¡No seai fresco! —Lo aparté, llevándome las manos a mi pecho y volviendo a subir el cierre de mi polerón a como estaba antes—, además ese asunto no es de tu incumbencia.

Entrecerró sus ojos y se cruzó de brazos, tomando distancia.

—Si tu lo dices...—Respondió seco lo que me hizo maldecir en mi mente. Se quedó mirando las escaleras y suspiró posterior a eso—. Tengo que irme, castañita, te dejo... además ahí viene la Antonia. —Avisó.

Me guiñó un ojo y articuló un "nos vemos", me quedé viéndolo hasta que tomó el camino hacia las escaleras. Me llevé una mano al cuello recordando lo que estábamos haciendo hacía unos pocos minutos y la vergüenza me recorrió al instante. Mi otra mano viajó a mi corazón que se sentía lleno de vida debido a la velocidad en la que latía.

Fijé mis ojos a las escaleras, encontrándome con la sonrisa divertida del Damián pillarme infraganti, me quedé de piedra y volví mi vista al suelo, aunque a los segundos llegó la Anto, ayudándome a olvidar lo avergonzada que estaba.

—¡Te estaba buscando! —Hizo un puchero y me rodeó con sus dos brazos. —, perdóname, no debí tirar la pelota de esa manera. No fue mi intención.

—No pasa nada—La tranquilicé—, sólo me alejé un poco del curso, quería estar sola. —Le conté, omitiendo la parte de mi conversación con el Adrián.

—¿Pasó algo? ¿Alguien te dijo alguna cosa?

Negué.

—Nada de eso.

Arqueó sus cejas y me miró recelosa, me cohibí un poco por cómo me veía, sin embargo logré notar el por qué en cuanto posó su mano en mi cuello, precisamente en la zona donde el Damián había succionado jugando conmigo.

—¿Quién te hizo ese chupón? —Indagó levantando la voz y con los ojos más abiertos que compás—, porque un zancudo no fue.

Rodé los ojos y al instante noté al Adrián apareciendo con la pelota de vóley en sus manos.

—Toma—Me la tendió. Palidecí.

¿Habría escuchado?

Corrí la vista, no había cachao que se trataba de un chupón lo que el Damián estaba haciendo. Tragué saliva y me recordé internamente que más tarde hablaría con él respecto al tema.

Me arreglé una de mis coletas de tal manera que tapara perfectamente mi cuello en aquella parte.

—G...Gracias...—Tartamudee recibiendo la pelota, abrazándola contra mí.

¿Por qué el Damián pensaba que yo le gustaba al Adrián?

No. Imposible. Apenas y habíamos hablado.

—Hmm... sí, ¿pero de donde se conocen ustedes?—Nos apuntó la Anto, copuchenteando.

El Adrián se sonrojó y tragué saliva con dificultad.

—Tuvimos que trabajar juntos para la ornamentación—Se adelantó a explicar.

Al Anto asintió sin esperarse aquello, inspeccionando al Adrián detenidamente.

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