cuarenta y seis

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Me terminé de poner el chaleco color crema ceñido al cuerpo, en las mangas los puños tenían peludito, al igual que el cuello del mismo, era muy lindo. Luego me puse la mini falda rosada tableada a la cintura y me la abroché sin mucha dificultad. Boté todo el aire que tenía contenido, tratando de controlar mis nervios.

Era mi primera cita con el Damián.

Eran los primeros días de las vacaciones de invierno, y pese a que no hacía tanto frío como esperaba, me coloqué unas pantys blancas y unas polainas del mismo color. Luego me puse mis zapatillas con plataforma blancas también y me dispuse a colocarme perfume. 

Me llevé una mano al lazo rosa que descansaba sobre el pinche que sostenía mi media cola.

¿Quizás iba muy arreglada?

Pero era una ocasión especial y estaba extremadamente feliz.

Ya quería verlo.

Me coloqué mis lentes, últimamente ya me había logrado acostumbrar a ellos.

Y luego tomé mi cartera, cruzándome, tenía detalles con perlas.

Me pasé las manos por la cara e inflé los mofletes apenas me miré en el espejo. En mi maquillaje de ojos resaltaba el glitter rosado y el delineado perfectamente delicado, fue lo que más tiempo me había tomado.

Sonreí.

Me veía muy linda.

Quise dar saltitos de la emoción, pero el timbre me hizo parar en seco como momia, y luego tomé mi celular, notando que ya eran las cuatro de la tarde.

Era el Damián quién me había venido a buscar.

Salí de mi pieza y bajé las escaleras con rapidez, sin siquiera molestarme en esconder mi emoción por verlo.

Corrí por el comedor y abrí la puerta con una gran sonrisa.

—Hola, castañita—Me saludó mientras se apoyaba en el umbral de mi puerta. Su mano izquierda estaba oculta tras su espalda—. Seré tu escolta toda la tarde—Citó y dejó ver esta vez su mano anteriormente oculta, tendiéndome un pequeño peluche de Howl, hecho a crochet, causando un grito ahogado por mi parte debido al asombro que había causado su lindo detalle.

¡Era muy lindo!

Lo recibí mientras me tiraba a sus brazos y lo abrazaba, tomándolo por sorpresa. Colocó sus manos alrededor de mi cintura, y en la comisura de mis labios se me dibujó una sonrisa entre dientes.

—¡Te amo!—Grité—¡gracias!—Le agradecí aún aferrándome a su cuello.

—¿Te gustó?

Asentí eufórica.

—¡Mucho!—Me separé un poco de él y luego besé sus labios, tomándolo de su nuca para atraerlo aún más a mí. 

No le tomó mucho tiempo seguirme el ritmo, sellando nuestro beso con la ternura de siempre.

—Te ves hermosa—Susurró en mi oído apenas nos separamos. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y cerré mis ojos ante el leve roce de sus labios en mi oreja.

Me sonrojé cuando sus ojos se quedaron fijos en los míos.

—Tu también te ves bonito—Confesé avergonzada, jugando con el peluchito mientras agachaba la mirada debido al pudor.

—Umm..., gracias, yo...—Balbuceó por los nervios. Lo miré de reojo y noté que sus mejillas estaban igual de sonrojadas que las mías.

Le dediqué una sonrisa y tomé su mano.

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