treinta y uno

1.3K 110 34
                                        

Damián.












—Entonces, castañita...—Tantee terreno sin que se alejara mucho luego del abrazo que me dio. El café de sus ojos delataba confusión y quise contener la ternura que me causaba su inocencia. — ¿Puedo besarte? —Acaricié su labio con mi pulgar, para luego bajar a su mentón.

La Denise era mi perdición.

—¿Castañita?

—¿No te gusta? Traté de ser lo más original posible—Sonreí conteniendo las ganas de darle un beso.

—¿Ah sí? —Asentí. —, quizás deberías ponerle un poco más de empeño a tu originalidad.

Se cruzó de brazos con diversión.

Esto me estaba gustando cada vez más.

—¡Auch! Eso dolió un poco—Hice una mueca fingiendo dolor—, sobre todo porque es de mis mayores encantos.

—¿Se suponía que tenías más?

Enarqué mi ceja izquierda.

—¿Lo pones en duda?

—¿Debería saberlo, acaso?

—Por algo te gusto—Hablé para molestarla. Rodó los ojos y negó.

—Tu único encanto es hablar hueás e imaginarte cosas irreales, como lo que acabai de decir—Bufó.

—Tu misma has admitido más de una vez que te tengo loca—Le recordé.

—Lo mismo digo de ti.

—Aunque... Déjame corregirte algo, bonita—Tomé su mentón con cuidado, obligándola a que no evitara mi mirada—. Me imagino muchas hueás, pero créeme que ninguna es irreal.

—¿Seguro? —Murmuró.

—Completamente—Le aseguré—. ¿Y sabes por qué?

Negó con la cabeza.

» Porque cada día me imagino un futuro junto a ti y es lo menos irreal que deseo, porque tendremos nuestro final feliz, castañita.

Se quedó pasmada, con la carita toda ruborizada ante mi respuesta y antes de que quisiese responder, planeaba robarle un beso, sin embargo en aquel instante la suerte no estuvo de mi lado.

—¿Qué está haciendo el par de tortolitos?

Nos quedamos de piedra, y con sumo cuidado volteamos encontrándonos con la Lita y su infaltable cuchara de palo en su mano derecha, mientras que la otra estaba puesta en su cadera, mirándonos con recelo.

La Denise me dio un empujón, alejándome de un sopetón.

Maldije de todas las maneras posibles. ¿No podía haber llegado unos minutos después?

Tremenda confesión que me mandé más encima.

—N... Nada—Tartamudeó—, se lo juro. —Juntó las palmas de sus manos exageradamente, como si hubiese hecho algo malo.

Me reí.

Y la Lita también, acercándose a la Denise con toda la confianza del mundo.

—Eres muy dulce tú, chiquilla. ¿Cómo podría enojarme contigo? Si mírate, eres como un osito. —Le habló tirando de sus cachetitos—. Y no te preocupes, sólo venía para decirles que tengo un Kuchen, por si quieren comer, que aún no sé pa cuando esté el queque.

—¡Yo quiero! —Habló con emoción la Denise, siguiendo a la Lita por el pasillo para volver a la cocina.

Suspiré resignado y también las seguí cuando noté la intensa mirada de la Lita, era una de esas de advertencia. Tragué saliva y decidí ignorarla, se pasaba puros rollos sola.

CondicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora