Me pasé las manos por la maraña de pelo, revolviéndolo aún más.
—¡Por la cresta! ¿Cómo tan yeta? —Reclamé sentándome sobre una silla que había por ahí.
Estaba cagá de hambre, ni siquiera había desayunado, y mi guata ya estaba empezando a traicionarme.
Toqué mis bolsillos en busca de mi celular cuando caché que no lo traía conmigo. Por la mierda.
El alma se me fue del cuerpo en ese mismo instante.
¿Dónde diablos lo había dejado?
Tiré mi cabeza hacia atrás, chocándola con la pared sin darme cuenta.
—¡Auch! —Lloriquee haciendo un puchero, frotando la zona afectada.
—Puta oh—Se quejó esta vez el Adrián mirando la pantalla de su celu mientras se pasaba una mano por el cuello, me quedé mirándolo pa cachar por qué reclamaba—, no tengo batería.
—¿Es broma? —Me crucé de brazos casi indignada.
—Tengo un iphone—Lo dijo como si fuera la hueá más obvia del mundo.
Carraspeé y me llevé las manos al puente de mi nariz.
Por andar de buena samaritana me pasan estas hueás, estaba segura.
Crucé mis piernas, tratando de calmar mi ansiedad por no saber cómo chucha salir de ahí, más encima tendría que primero alguien darse cuenta de nuestra ausencia para buscarnos, cosa que iba a ser poco probable porque todos estaban lo suficientemente pendientes del campeonato como para venir a buscar a dos hueones invisibles; era casi imposible, ninguno de los dos con celular, cagaos de hambre y encerrados en una pocilga culiá completamente enana.
Ay no, a este paso habría que pensar en hueás más extremas.
¡Ni cagando me volvía una caníbal!
La uña de mi dedo pulgar comenzó a pagar las consecuencias de mis nervios.
—Oye...—Se me acercó el Adrián, lo miré de reojo sin moverme ni un poco.
—Dime.
—Teniai razón—Dijo sin más.
—¿De qué estai hablando?
—Hablo del Damián... Al final me equivoqué, lo juzgué sin saber y sé que la cagué, tengo clara esa volá, pero que me diera una mano hoy día de verdad que significó caleta pa mí.
Al escuchar su nombre sonreí, y pese a las circunstancias en las cuales me encontraba, no pude evitar sentirme feliz por lo que estaba oyendo, ¿y cómo no? Si el Damián era un pan de Dios.
No merecía ser juzgado de esa manera.
—Qué bueno que reconozcai que la cagaste, eso habla bien de ti al menos.
—Qué andai buena onda—Protestó, sin embargo, me encogí de hombros nomás.
—Soy sincera.
Se apoyó en la pared frente a mí.
—Mmh bueno, señorita sinceridad, ya que estamos... ¿Qué significa él para ti?
Mis ojos se encontraron con los suyos un poco confundidos y mis cejas se arquearon.
—¿Te referís al Damián? —Asintió. Tragué saliva un poco descolocada, ¿a qué venía esa pregunta? Entero sapo mi socio—¿Y a qué viene eso?
—Curiosidad.
No sé si me convenció mucho su respuesta, pero no le tomé mucha atención.
—Pa mí el Damián es mi rayito de luz—Dije por primera vez en voz alta. Sonreí automáticamente al recordar su carita.

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Condiciones
Teen FictionDonde la Denise actúa como alguien que no es y el Damián la descubre.