Capitulo 11

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Estuve todo el fin de semana dándole vuelta al asunto.

Esa conversación me despertó una sensación extraña en mi interior que me hacía ruborizar sin saber porque.

Repasaba en mi cabeza una y otra vez la escena y me regañaba a mí misma por no haber dicho algo más, podría haber pronunciado unas palabras para entablar una conversación e incluso imagine diálogos entre nosotros.  Imagine tantas escenas diferentes si yo hubiese dicho algo más que un patético "gracias"; él y yo sentados en la amacha hablando, sentados en la escaleras, parados, riendo, citándonos en otro lugar. Me arme una película donde él y yo eran los protagonistas y eso me dio miedo.

No me di cuenta de lo mucho que estaba pensando en el alto y rubio soldado hasta que mamá me sacudió el hombro y me pregunto que tanto hacia mirando hacia la nada. Había dejado mi libro abierto en mi regazo y deje mi vista fija en la ventana mientras mi imaginación volaba. Estuvimos conversando un rato, ella solo buscaba sacarme información sobre lo que había echo ayer. Por suerte llegue antes que ella a mi habitación y me atrapo fingiendo dormir.

-Mamá -le llamé tratando de terminar el tema.

-Mmm -me contesto sin mirarme

-¿Qué crees que puedo regalarle a alguien como agradecimiento? -había estando pensando en eso desde que mamá se sentó a mi lado y no dejaba de interrogarme. Tenía que agradecerle, esa noche ni siquiera le di una sonrisa luego de que él me salvará, no era gentil de mi parte. Debe pensar que soy una maleducada, una adolescente francesa maleducada, no queria eso.

Mis padres me enseñaron a ser educada y eso sería.

-¿Agradecimiento?- me preguntó extrañada.

-Sí.

-¿A quién?

-Un...una amiga -cambie rápidamente la versión. Si le decía amigo pensaría en Lando y si creía que el regalo se lo daría a Lando cuando le vea a su madre se lo preguntara y quedaría al descubierto -Últimamente he está costando mucho matemática y ella me explica. Es muy paciente conmigo y quiero agradecerle.

-¿Porque no me has dicho que te costaba? Podría haberte puesto un profesor.

-No me cuesta-digo rápidamente- Es solo un tema.

-Debería llamar a la señora Clivente.

-No la señora Clivent no -me apresure a decir. -me da miedo las estatuas de gatos que tiene en su chimenea -la última vez que estuve en su tétrica casa fue en sexto grado cuando reprobé por tercera vez el examen de matemáticas. Me inquietaba su casa. Me inquietaba ella.

-Si quieres le puedo tejer algo -miró el intento que bufanda que estaba tejiendo encima de su regazo. Intente no reírme al imaginar a Sebastián con una bufanda amarilla mal hecha.

-No gracias -trate de sonar lo más dulce posible -¿tienes otra idea?

Mamá me miro de mala gañera al ver que rechazaba su bufanda que tanto espero había tejido durante 2 semanas.

-Pues no sé, en mi época regalábamos libros.

No lo vi en todo el fin de semana lo que me parecía raro ¿siempre salía así? nunca lo había notado hasta ahora. Había estado más de 3 semanas en casa y nunca me percate de sus movimientos, pero ahora esperaba que volviera para poder verlo.

La idea de mi madre no era tan mala.  Un libro. Tenía algunos en la sala cerca del piano.

Me pase toda la tarde buscando uno que le gustará. Fue difícil. Leí la sinopsis de cada uno de los libros y algunos hasta el primer capítulo para saber si era lo suficientemente bueno. La mayoría eran de estudios o de amor, pero de toda forma no los descartaba.

Buenas Noches SebastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora