Capitulo 24

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Mi dedo índice recorría su espalda.

Dibujaba cosas imaginaria trazando sus pecas. Eran muchas y bajan por su hombro; eran como salpicaduras de café en un mantel blanco. Había dibujado una carita feliz, una triste, una estrella, un corazón. También hice una pequeña carrera desde su espalda baja hasta su cuello intentando no tocar esas pequeñas marcas cafés, fallé.

Él se encontraba boca abajo desnudo abrazando mi almohada. La sabana blanca le tapada hasta el culo. Tenía los ojos cerrados y su respiración era tranquila. Quería decirle que deje de mostrar su perfecto cuerpo y se ponga un abrigo pero quede cohibida cuando entro a mi cuarto, me agarró ferozmente por la nuca y me tiro a la cama con delicadeza para tener sexo de la forma más salvaje que habia tenido hasta ahora.

Realmente parecía desesperado mientras me lamia todo el cuerpo; el cuello, los pechos...allá abajo. Y sus manos no se quejaban quitas hasta que encontraron mi culo y me lo estrujo hasta más no poder. Pero la que finalmente no pude contener tanta extinción fui yo que cuando me estaba a punto de correr en su boca él se detuvo y me dio vuelta poniéndome en cuatro patas para empotrarme contra la cama.

Sin duda sabia que no había nadie en mi casa y aprovecho hasta el más mínimo segundo porque me hacia gemír cada vez mayor con las penetradas que me daba. Cuando mis brazos se cansaron de sostenerme caí contra la cama y mi cabeza quejo enerrada en la almohada.

-Sebas...

-Callate -me interrumpió en medio de mi gemido para tomarme del cabello y ponerme de rodillas pegado mi espalda en su pecho. Me agarro del cuello con una mano y la otra bajo hasta mi punto débil y lo estímulo. Mordio mi lóbulo y todo esto lo hacia mientras me seguia cojiendo sin parar -¿Estas cerca?.

Asenti sumisa.

A él le gustaba eso.

Los recuerdos de lo que paso hace tan solo minutos me hizo sonrojar y se me escapó una risa que hizo que abra los ojos para mirarme curioso.

Negue con la cabeza sonriendo y seguí con mi recorrido en su espalda. Él volvió a relajarse bajo mi toque.

Sentía que este momento era tan íntimo para ambos. Que la forma que entro a mi cuarto y como estábamos, nos hacía tener confianza. Me hacía crecer algo dentro de mí el que me permitiera verlo de esa forma, tan vulnerable. El pensar que era una de las pocas personas en verlo así me daba cierta alegría.

Él no se abría conmigo, no hablaba de sus sentimientos, ni de su familia o lo que hacía antes de la guerra. Y sentía que era así con las personas en general, lo vi muy pocas veces hablando con Catherine o Bonnie, o incluso con mi padre; él ser ambos hombres o el hecho de que mi padre tenga una cabeza más abierta con algunos temas me llevo a pensar que tal vez podrían comunicarse un poco. Pero no pasaba o pasaba muy pocas veces y no era porque papá no quisiera o lo esquivaba, Sebastian amaba el silencio y muy difícil que algo le interesara de verdad. Y el hecho de que al final del día venga a mí y pueda tocarlo como quiera y que hablemos de nuestro día me hacía sentir especial. Él que esté conmigo me hacía sentir especial.

Afuera, el alba se hacía presente y pintaba el cielo de naranja. El sol no tardaría en posarse hasta lo alto y el celeste sacaría toda la oscuridad de la noche. Sé que detrás de mi persiana blanca de doble capa para que la luz no entrara se vivía un cuadro de colores que pasaba todas las mañanas al amanecer sin embargo ni el sueño que pesaba en mis parpados, ni el cansancio que invadía mi cuerpo, ni las obligaciones que teníamos ambos dentro de unas horas, ni la majestuosa salida del sol me hacía querer perderme ni un momento el estar a su lado.

-¿Es...un árbol? -preguntó sintiendo los trazos que dibujaba.

Reí bajo y negué con la cabeza- Es un sol -sonreí y dibuje otro para que intentara adivinar.

-¿Una nube?

-Es un arbusto.

Alza su rostro para mirarme y frunce el ceño.

-Es igual. Los arbustos y las nubes son iguales.

-Claro que no-respondo sonriendo.

-Se dibujan igual, solo cambie el color y el lugar de donde lo dibujes.

-Claro que no -repetí riéndome.

-Yo los dibujo igual.

-Tú no sabes dibuja Sebastian.

Pone los ojos en blanco y se vuelve a apoya en la almohada.

-Te sorprenderías las cosas que sé.

-Ilústrame.

-Tocó el piano.

Alza mis cejas sorprendiéndome, me apoye con mi codo derecho.

-Hay un piano en la sala de té de mamá.

-Lo sé.

-¿Cuándo me tocas un concierto?

-¿No quieres que te declare matrimonio también? -me dice para que me dé cuenta del peligro.

-No te imagino declarándote a nadie en general- le digo pensando. ¿Sebastian arrodillado, siendo cursi? Pagaría por verlo.

-Yo tampoco a decir verdad.

-¿Qué otros talentos ocultos tienes?

Sonríe y arquea una ceja provocativa. Reí sabiendo lo que se venía.

-Te lo enseñaría pero en menos de una hora tengo que entrar a trabajar y no lo quiero hacer apurado.

-Si claro-susurre para molestarlo.

Él levanta su cabeza y me mira fijamente intimidándome. Se abalanzo sobre mí y tapo mi boca con su mano para callar mi grito de sorpresa, se posiciono entre mis piernas sosteniendo el peso de su cuerpo con sus rodillas y saco su mano de mi boca para poner sus labios contra los míos. Gemí de sorpresa y de gusto, puse mis brazos alrededor de su cuello y el agarro mis caderas para elevarlos y que lo sienta más. A veces lamia mi inferior labio o me daba pequeñas mordidas cuando hacia eso me daba cosquillas en el abdomen bajo, cuando se cansaba de mi boca iba hasta mi cuello y se entretenía ahí, yo aprovechaba y le besaba todo lo que tenía a mi alcance sin molestarle en su trabajo; sus mejillas, su lóbulo, parte de su cuello.

-Deben estar por llegar en cualquier momento-le dije entre besos sabiendo lo que se avecinaba.

Su pene estaba duro contra mi pierna.

-No seas tan escandalosa entonces -me dice divertido para volver a besarme.

No pude seguir resistiéndome. Este hombre siempre me ganaba.

Buenas Noches SebastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora