Capitulo 29

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Sebastian me estaba evitando.

O eso parecía.

Solía desaparecer, irse a la mañana muy temprano y volver muy tarde. Sin embargo este no era uno de los casos, si volvía muy tarde, pero varias veces sabía que se encontraba desayunando en la cocina y cuando bajaba se iba rápidamente. Una vez lo escuché tocando el piano, era sábado, creía que no había nadie en casa pero la realidad era que acababa de llegar del campo con mamá y papá, solo lo pude escuchar un poco a escondidas hasta que la voz de mi madre le alertó de nuestra presencia. Seguramente si no me estuviera evitando o enojado conmigo pudiese escuchar haber temido un concierto privado y podría haber seguido mirando maravillada como sus dedos se desplazaban con tanta delicadeza por las teclas al tiempo que sonaba una canción maravillosa de oír, jamás, ni en mil sesiones con la señorita Magnolia podría llegar a tocar como él. Con la soltura, con elegancia, como si el piano fuera una extremidad más de su cuerpo y el simple toque provocaba placer al oír.

Dejé de intentar hablarle, solo me permitía estar mal una noche. Cuándo Charlotte lloro toda una semana por la ruptura de su noviazgo de tres días cuando tenía trece, decidí que yo nunca haría algo así, no permitiría que ningún hombre o mujer, alguien externo a mí me perjudicaría tanto a tal punto de derramar lágrimas en una casa en posición fetal. Me gustaba mostrarme dura y fuerte adelante de los demás, vivíamos en una sociedad donde los hombre en pasaban por encima a las mujeres solo por tener senos, lo último que podía hacer era mostrarme débil.

Sebastian no iba a hacer la excepción.

Quería hablarle y arreglar todo si, pero mi orgullo era más fuerte. Quería que él me hablara, que me buscara por así me demostraría que tal vez si le importó, porque él a mi si me importaba, y mucho. También sentía que si me buscaba e intentaba arreglar las cosas conmigo me daría la respuesta a lo que estaba esperando; si lo que estaba haciendo no era una locura solo cometida por mí, si mis sentimiento no eran los únicos en juego.

A veces quería topármelo para ver si así se dignaba a hablarme, pero nada pasaba. A veces tirada en el sofá de la sala a su espera, recordaba los acontecimientos del viernes y me preguntaba una y otra vez si era una buena persona después de eso.

Lando quiso besarme. No le deje, y aunque lo quise hacer en otras circunstancias, aunque había planeado ser más clara. En la tarde intente hacer una lista mental de todo los temas que quería tratar con él y hablarlo como adultos, aunque me imagine una charla linda y hasta deseaba terminar como amiga. Ahora todo se iba al caño, no planifique esta cena pero no esperaba que terminara así.

Sentía que con el rechazo de ese beso algo había terminado, algo que Lando también percibió porque me quedo mirando confundido. Y allí, en la puerta de su casa, con Char y Alex en una burbuja de amor ajenos a toda la situación no tuve que otra cosa más que decirle -Lo siento Lando. Eres maravilloso, pero creo que no siento lo que tú sientes por mí.

-¿Qué crees que siento?

-Un sentimiento que no se si soy digna en responder -Y en ese momento sentí una opresión en el pecho, me sentí la peor persona porque frente a mí se estaba rompiendo el corazón de una de las personas más hermosas y buenas que conocí en mi vida. Me sentía una basura por no poder cuidar su corazón o hacer algo para remediarlo -Si tu sientes algo muy fuerte por mi yo no estoy segura de responderlo y no quiero jugar con tus sentimientos. No quiero decirte que si lo siento cuando no lo sé, no quiero que pierdas la oportunidad de conocer a alguien que si te corresponda que te quiera y te amé como te lo mereces.

Lando no contesto. Solo se quedó parado allí sin saber cómo reaccionar. Le di un beso en la mejilla y corrí hacia donde Charlotte y Alex. Lo siguiente fue escabullirme de casa para ver a Sebastian, y lo siguiente fue ser rechazada, lo siguiente volver a casa caminando y ser rechazada de vuelta.

Buenas Noches SebastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora