capitulo 30

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Sebastian fue al trabajo después de eso.

Salto nuevamente la baranda hasta llegar a su balcón y se fue con la promesa que volvería a buscarme más tarde.

Si dijera que no estaba nerviosa mentiría. Iba a hacer la primera vez que estaríamos juntos fuera de mi habitación, y por una parte me gustaba, el pensar que él y yo seriamos como las demás parejas que paseaban por las calles y salían juntos me hacía sonreír de solo imaginarlo, pero luego caía en la realidad. No éramos una pareja y probablemente nunca lo seriamos. No podíamos salir caminando tomados de la mano, no tendrían una cena familiar, no pasaríamos navidad y año nuevo juntos, lo nuestro simplemente no tenía un rumbo. Y no es que existiera una ley donde dijera que una francesa no pueda salir con un alemán, o al menos yo no la conocía, pero ideológicamente estaba mal. Era una deshonra de mi parte, como una traición a mi pueblo al salir con uno de ellos.

Al principio tenía un poco de miedo que nos descubrieran, imaginaba que nos encontraban en una situación comprometedora, que yo era la juzgada ante los ojos de todo el pueblo, escuchaba la voz de la señora Civil y sus secuaces hablando a mi espalda, mientras que Sebastian salía impone por su posición en la milicia y de hombre. Seguía teniendo miedo, pero en compañía de Sebastian todo pensamiento se alejaba,

Así que nos quedaba la clandestinidad, el escondernos en mi cuarto y hablar en voz baja para que nadie nos escuché, dormir abrazados en mi cama para luego él irse al amanecer, toparnos en la cocina a la hora del desayuno y fingir que solo somos desconocidos, mirarnos a lo lejos sin poder hacer absolutamente. Navegar sin rumbo fijo en el océano sabiendo que en cualquier momento vendría una ola lo suficientemente fuerte para partirnos en dos.

Pensé que no iba a poder conciliar el sueño de la ansiedad por la salida, estuve eligiendo mi ropa para la ocasión antes de prepararme para meterme en la cama, di varias vueltas en ella hasta que sin darme cuenta caí dormida. Intuí que solo fueron unos minutos o una hora máximos hasta que sentí como Sebastian movía mi hombro sumamente con su mano. En el pequeño instante donde abres los ojos y no sabes dónde estás, ni que pasa a tu alrededor era una de las cosas más maravillosas de los días, porque toda preocupación se va y tu cerebro aún cree que estas dentro de la burbuja protectora de tu sueño donde nada malo pasa. Donde no hay guerras, ideologías, partidos políticos o diferencias, pero dura solo un instante porque luego escuchas el cantar de los pájaros y los ojos celestes de Sebastian me recibían.

Me levante y me termine de vestir. Él se fue a su habitación también arreglándose, vi como dejo sus armas y se cambió su gorra plana lo una de lana. Me quede viéndolo, me sorprendía a mí misma todo lo que lograba generar ese hombre, con tan pocas palabras y muchas acciones me hacía sentir algo indescriptible, aunque no quisiera aceptarlo lo había extrañado él poco tiempo que estuvimos separados, luego de que se fuera en la tarde me di cuenta cuanto extrañaba sus abrazos, su calor corporal, sus contestaciones en monosílabas, sus silencios, sus miradas profundas que inquietaba a toda persona y que seducía a través de sus ojos celestes.

-¿Dormiste mucho?-me preguntó sacándome del trance. Volteo a verme y ahora su uniforme estaba oculto por un tapado negro.

-Un poco, es que estaba nerviosa -admití. Esperaba que no tuviera ojeras.

-Bueno vámonos -cierra la puerta que divide ambas habitaciones con llave -Abrígate hace frio, no quiere que te enfermes.

Toma mi caso que estaba en la silla del escritorio y me ayuda a ponérmelo.

-¿A dónde vamos? -le pregunté arreglando mi cabello.

-Es una sorpresa no te voy a decir.

-¿Cómo saldremos de acá sin que mis padres se den cuenta?

Buenas Noches SebastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora