Capitulo 19

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Volví al colegio el lunes.

Nos anunciaron nuestro regreso con una carta que mi padre encontró en el buzón el sábado por la mañana. No me hizo mucha gracia tener que volver luego de acostumbrarme a hacer absolutamente nada casi dos semanas. Lo peor de todo era que estábamos en el momento culmine del invierno, donde la temperatura cada día bajaba más y la nieve comenzaba a caer. Tener que levantarme temprano con ese frio, aun cuando el sol ni si quiera salía y tenía que encender todas las luces mientras me preparaba para no tropezarme con algo era algo sumamente incómodo y lo odiaba; también odiaba tener que ponerme un millón de abrigos para salir y que las mejillas se me vuelvan rojas y la nariz un cubo de hielo.

Al parecer no fui la única que le molesto volver al colegio y más con ese frio porque escuche como los demás se quejaban mientras me abría paso por el colegio en busca de mis amigos. Encontré a Basile entre la calidez de las paredes de ladrillo pintados por un color crema viejo y descascarado por zonas, miraba la pared con las manos en los bolsillos de su abrigo negro y su gorro de lana que seguramente su madre le había tejido y obligado a poner porque estaba proporcionalmente mal. Me dirigí contenta ya que por fin podía verle, también para regañarle por desaparecer cuando caí en cuenta lo que estaba mirando como zombi.

En un espacio en la pared, entre los casilleros metálicos y el bebedero habían puesto una fotografía de la señorita Cohen. Arededor había flores, cartas, rosarios, velas en el piso, y un montón de ofrendas a su memoria.

-No puedo creerlo - me dijo Basile sin despegar la vita de enfrente y con voz dolida- ¿Cuántas personas más que conozcamos tenemos que perder para que todo esto se acabe de una vez?

-No lo sé - fui lo único que pude responder.

Realmente no sabía que decirle, quería darle aliento, pero ni si quiera yo sabía con certeza si en algún momento esto iba terminar, si volveríamos a la normalidad en algún momento, pero la realidad de verdad, a la realidad de saber que en la frontera no había enemigo, la realidad de no sentirnos mal por hacer nuestras vidas ignorando que había una guerra en las ciudades limítrofes, La realidad que hace mucho no vivimos; esa que no sentimos desde que escuchamos en la radio que la guerra inicio.

-Esto es una mierda- susurró con enojo.

Verdaderamente lo era

Desde lo sucedido había oficiales en la entrada del colegio, camionetas paseando en las calles, era como si nos estuvieran controlando más que antes.

No pudieron dar un sepulcro digno a la señorita Cohen porque su cuerpo fue degollado en el medio de la calle y levantado con una pala junto a las demás personas sin vida. Las pusieron en la parte de atrás de una camioneta y las llevaron a dios sabe dónde para tirarlas, o quemarlas. Por eso, y a pesar de no poder reuniros para enterrarlos, simbólicamente porque ese tipo de reunión estaba prohibido, el director nos reunió a todos antes de ingresar a clase y les dedicó unas palabras de despedidas.

Los demás profesores lloraban en silencio o intentaban mantenerse fuertes con ojos hinchados a su lado.

Era raro, había un ambiente pesado en el colegio que no se sintió ni si quiera cuando los nazis llegaron; las personas casi no hablaban y si lo hacían eran con murmullos, todo el mundo estaba desanimado y el colegio entero aterradoramente silencioso.

En algún momento de la mañana Basile se perdió de nosotras y solo nos quedamos Charlotte y yo en el segundo receso. Ella me obligo a salir al patio y congelarme hasta que pueda encontrar a Alex.

-No creo que haya venido - le dije temblando de frio intentando que seda y volviéramos adentro - Lando no vino y si él no viene Alex no viene, así funcionan.

Buenas Noches SebastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora