Capitulo 25

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Cuando era chica veía  a mi padre tomar café en el desayuno para despabilarse.

Cada vez que se levantaba temprano o dormía mal preparaba una taza de café para poder rendir en su día laboral. Otros decían que la nicotina también ayudaba pero a mamá no le gustaba que fumaran, decía que el humo apestaba su cabello y no quería convivir diariamente con el olor nefasto en su ropa. De todas formas nunca vi o me entere que mi padre fumara. Así que el café en las mañanas para él era una dosis de despertar.

No era una persona que me gustaba mucho el café, pero tampoco el cigarrillo, así que entre las opciones que tenía decline mi balanza hacia el café. Y sinceramente no me estaba funcionando.

No sabía si algo andaba mal conmigo porque o si era tan inútil en la cocina que no sabía preparar bien un café pero no encontraba el efecto en mi cuerpo. No me sentía más activa y cada hora que pasaba sentía mis parpados cerrarse más. Estaba repleta de pila de tarea y tazas da cafés vacíos que no servían para nada. Mamá me había traído la comida pero la bandeja estaba sin tocar en mi cama por todo el exceso que café que tenía mi cuerpo.

-Apaga la luz temprano. No estés hasta tarde que es peligroso, además tienes que descansar. No te mates cariño tómatelo con calma, vas a llegar.

Me había dicho antes de salir de mi habitación y dejarme en un estado de crisis por mi tarea. Creo que los profesores no sabían el poder que tenían sobre los alumnos; tenían el poder de hacernos desvelar por estudiar para un examen o estresarnos al tal punto de querer llorar o tirarnos en una cama hasta no salir más por sus tareas. Mis profesores se habían puesto de acuerdo en mandarnos trabajos sumamente complicados para la misma semana; tal vez su plan era que nos entretengamos haciendo los deberes y así no pensar en la atrocidad que estábamos viviendo o no salir de nuestra casa así no corríamos peligro, lo estaban logrando pero no era nada placentero.

-Hace mucho no comía una carne tan buena-dijo Sebastian sentando en el suelo en mi gran alfombra roja peluda devorando mi bandeja. Sebastian entraba a mi cuarto una vez que todos se durmieran, a veces hasta yo misma me dormía mientras lo esperaba.

Teníamos cuidado en ese aspecto, hablábamos bajo, yo entraba a mi cuarto primero y horas más tarde él estaba en el suyo. Sebastian se iba a la madrugada casi de noche, en la casa casi no nos veíamos, él se la pasaba afuera trabajando. La noche era el único lugar donde nos encontrábamos.

-De hecho creo que es el mejor que comí en mi vida -siguió alagando la comida de Catherine -¿seguro no quieres?.

-No -negué con la cabeza sumergida en el libro navegando entre las letras intentando comprender lo que estaba leyendo - si como un bocado vomitare todo- señale las tazas a mi costado.

-¿Porque estas bebiendo eso?-pregunta con la boca llena, tanto que casi no lo comprendí-¿Es una especie de tratamiento raro que hacen las mujeres? Ya sabes cómo eso de ponerte huevo en la cabeza.

-¡Oye! Lo del huevo si funciona -le reté lanzándole un pequeño muñeco que tenía en mi escritorio.

-No me digas que tú también lo haces.

-Hace que el pelo brille -sonrió acariciando mi cabello.

-¿También te pones harina y haces pan? -se burla.

-No pero nos ponemos miel en la cara -sonreí viendo su cara de con función.

-Raras-susurró.

-Deberías probarlo, te pone la piel como un bebe.

-¿Estas insinuando que mi piel es una mierda?

-Bueno ya sabes, con la edad se va deteriorando un poco ¿cuántos años tienes? -quise indagar.

Buenas Noches SebastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora