Capitulo 28

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Si me hubiesen dicho que mi noche terminaría parada en la calle bajo el frío con mi corazón palpitando al máximo y mi cabeza echa un torbellino de pensamiento, seguramente no lo hubiera creído.

Sentía que el frío quemaba mi cara, por cada respiración que daba el humo salía de entre mis labios. Abrazaba mi tapado morado para calentar lo más importante del cuerpo a la hora de esta expuesta al frío, el pecho. También intentaba calentar mis manos, movía mis pies con la intención de no quedarme completamente quieta y congelarme en un sitio. ¿Podría quedar la suela de las botas pegadas a la vereda por el hielo superficial de las baldosas? No lo sé pero no quería comprobarlo, y menos ahora porque ni bien se abriera la puerta tendría que correr hacia él.

Él....no sabía lo que me había hecho pero allí estaba, parada en la esquina escondida detrás de un edificio para que nadie me viera en el medio de la noche. Absolutamente desierta, teniendo miedo que alguna camioneta militar pasara por la calle vigilando me viera y quien sabe que podrían hacerme. No sabía si estaba prohibido estar en la calle a esta hora de la noche, nadie lo hacía, pero la realidad es que tampoco nadie sabía que estaba prohibido que no. Capaz algunas cosas ni si quiera estaban prohibidas pero de todas formas las personas eran sometidas por ellas. Pero aun así estaba allí, con frio, con miedo, con las palabras atragantadas en la garganta por no poder expresadas esperándolo.

No supe cuento tiempo estuve parada a su espera. Sentí que fue una eternidad desde la última vez que lo vi perderse en el pasillo. Estaba a punto de irme harta de esperar y sintiendo que no soportaría más estar allí afuera, cuando la oscuridad de la noche fue iluminada por luz que dejaba verse gracias a la puerta de la casa de Lando abierta revelando a tres hombres. Uno de ellos era el que tanto esperaba.

Sebastian hablaba con sus dos compañeros hasta que pisaron la vereda, fue allí cuando el comandante se despidió y volvió a entrar a la casa. Sebastian se quedó con el hombre que había entrado, ambos fumando en la verdad mientras hablaban.

Me había olvidado que había venido acompañado, no sabía cómo enfrentarlo si estaba otra persona con él, no podía acercarme. Necesitaba que me viera o que se despidan, necesitaba que Sebastian esté solo y poder hablar con él.

Y cuando pensaba que hice toda esa espera para nada, cuando ni las señas disimuladamente no hacían efecto, cuando aunque casi parándome en la calle para que me vea no funcionaba. Giro su cabeza hacia mí.

Me vio.

Y no necesité hacer nada para que entendiera que se acercara hacia mí porque él intercambio unas pocas palabras con su acompañantes y vino directo hasta mi donde lo esperaba detrás de un edificio.

Tomó mi codo y me arrastro hasta donde no llegaba la luz de los faroles arrinconándome y presionándome contra el edificio y su cuerpo.

-¿Qué hace aquí? Es peligroso- escorpio. Estaba enojado. Tenía que alzar mi cabeza para mirarlo y aun así era demasiado alto, me sacaba tres cabezas y el hecho de que mirara para bajo con sus ojos inyectados de fría me intimidaba -Vete a casa Alissa.

Dio unos pasos para atrás, el calor corporal me abandono y sus manos dejaron de tocarme. Se estaba yendo.

-¡Sebastian para! -Se encontraba ya bastante lejos de mí, verdaderamente estaba huyendo de mí. Corrí hacia él y me puse enfrente para que me mire -No es lo que tú crees -dije desesperada.

-No creo nada. Ahora vete -volvió a intentar agarrarme del brazo pero se lo saque- Alissa basta ya. Estamos en la calle.

-No, no es lo que parece créeme-ignore sus palabras. No me importaba, lo único que quería era que me escuche- Entre Lando y yo no hay nada.

Buenas Noches SebastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora