Capítulo 7

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Llegue a casa cansada sólo me Apetecía meterme bajo la ducha y descansar, y asi lo hice llegué dejando la maleta en la habitación, rebusque por los cajones algo de ropa interior y una camiseta larga blanca que resaltaba mi moreno.
Me adentre en la ducha cerrando los ojos y empapandome, tome aire varias veces y enjabone mi cuerpo cuidadosamente, no quería salir de allí, me enjabone el pelo varias veces y observé que mis puntas estaban algo dañadas, quizás era hora de pasar por la peluquería y cortarlas, me puse una toalla a a modo de turbante y me seque con la toalla para luego ponerme un poco de crema hidratante y masajear mi piel.
La tranquilidad y el sosiego me duro poco ya que se vio interrumpido por la voz de Manuel...
-¡Vanesa!, ¡Vanesa! Sal de una maldita vez.
No tarde ni diez minutos en cambiarme y presentarme ante el con el pelo mojado, no me gustaba su tono de voz y no entendía que podía molestarle.
Su mirada se clavó en las maletas que estaban en la habitación.
-ya estas poniendo un par de lavadoras y mi camisa azul mi camisa azul esta manchada, la necesito para mañana, déjate de duchitas estúpidas ¿o a caso vas a venir del hospital a lavarme la ropa?.
Abrio el armario y me tiro un par de camisas en el suelo junto con unos pantalones de traje y la ropa que había en las maletas, las camisas no estaban sucias pero al parecer a él eso le daba igual.
Suspiré agachandome para recogerlas cuando sentí un empujón que me hizo caer al suelo.
-lo quiero todo lavado y planchado para mañana, tengo una importante reunión a primera hora. - Se Marcho para el salón o la cocina que ya que escuche el crujir de una lata de cerveza.
Manuel trabajaba en una importante empresa dedicada a la venta de pisos, siempre iba impoluto de camisa y corbata.
Recogí las camisas y la ropa que había tirado por la habitación y puse varias lavadoras estuve así toda la tarde, y justo estaba tendiendo una de las últimas cuando, Manuel se acerco a la terraza.
- Deberías bajar hacer la compra, no hay nada para cenar y falta café y sabes que yo necesito por la mañana mi café. -
Mire el reloj eran cerca de las ocho de la tarde, apenas me daría tiempo a comprar nada.
-pero Manuel no tardarán mucho en cerrar...¿Porque no bajas tú?- segui colocando una de las lavadoras que había tendido en el patio quizás sería la tercera y Última, y no había parado en toda la tarde de tender, quitar y planchar, lo que menos me apetecía era salir corriendo para hacer la compra.
-He dicho que vayas tú y vas tu, ¡así que date prisa o te cerrarán!-
Vi como tranquilamente se encendía un cigarrillo y se sentaba en una de las sillas de la terraza abriéndose la tercera cerveza.
Giro su cara para mirarme... Y pronunció mi nombre - ¡Vanesa! Trae cervezas y algo de picar- volvió a darle una calada al cigarro mientras yo a contrareloj terminaba de tender la lavadora y corría hacia la habitación a vestirme para ir a la compra, me puse unos pantalones cortos que tenía a mano una camiseta de manga corta básica y baje en sandalias y moño, cogí varias bolsas y baje por el ascensor, la verdad no quería cruzarme con nadie por las escaleras.
Cerré la puerta del portal sin querer dio un portazo y corrí hacia dos calles más abajo buscando y rezando que el supermercado aún estuviese abierto, pude comprobar gracias a un cartel en la puerta que cerraba a las nueve y media, respire aliviada mirando mi reloj eran las nueve, entre buscando lo primero las latas de cerveza, creo que si llegaba a casa sin eso me obligaría a volver a bajar o a ir a algún bar de por la zona a por unos botellines, también cogí las cápsulas de café, cuando quise darme cuenta llevaba el carro por la mitad, llegué a la cola casi al límite del cierre del establecimiento y sonreí agradecida a la cajera por su gentileza. Salí de allí con dos bolsas grandes cargadas, tuve que parar varias veces antes de llegar al portal de casa, en una de esas paradas estaba atardeciendo, y podía ver a lo lejos el sol cayendo reflejado en el mar. Llegué a la puerta y justo cuando buscaba en el bolsillo del pantalón las llaves, mi vecina de enfrente a la que antes no había saludado abría la puerta.
-hola, ¿eres nueva por aquí no?- sin pensarlo me cogió una bolsa y sostuvo la puerta para que yo pasará.
-eh si bueno llevo apenas dos semanas viviendo aquí desde que me casé, no hace falta que me ayudes ya puedo yo sola, -
-anda anda si, vamos al mismo piso y no me cuesta nada, soy Maria Lu... Malú encantada- soltó la bolsa sonriente y le dio dos besos en la mejilla.
-Vanesa, ¿tú no ere de por aquí verdad? - fuimos subiendo las escaleras, no paraba de mirar sus ojos brillantes y esa sonrisa tan bonita y sincera que tenía.
-No como habrás comprobado soy de Madrid-
Llegamos a nuestro piso y mi vecina gentilmente dejó la bolsa en mi puerta, si hubiese vivido sola o mi querido esposo hubiese sido de otra manera la hubiese invitado a pasar a casa, pero temía la reacción que pudiese tenér Manuel al ver que con tantísimo ajetreo metía a alguien en casa.
-OYe gracias por ayudarme te debo una-
Pude verla al fondo sacar las llaves y también pude observar de arriba hasta abajo toda su delgada y perfecta silueta, se giro giñandome un ojo.
-Claro ya sabes donde vivo, cualquier cosa... Azucar, sal.. -
Ambas nos empezamos a reír a carcajadas, casi se me saltan las lágrimas y por un momento visualice a mi vecinita en pantalón corto y camiseta de pijama a las nueve de la mañana pidiéndome azúcar, y me ruborice como llevaba tiempo sin hacer.
Ambas nos despedimos y cuando llegué y me dispuse a colocar lo que había comprado vi que en una de las bolsas había una bolsa de farmacia con algo dentro al coger la bolsa tube la mala suerte de que la cogí mal y cayó al suelo un test de embarazo.

Encadenada a él -Parte 1-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora