Capítulo 10 (Malas decisiones)

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Tony no dejó de seguirle con la mirada, hasta que los desniveles en el terreno se encargaron de separarlos aún más de lo que ellos mismos lo habían hecho, pero aquel sheriff cabezota no se giró en ningún momento, no recapacitó de sus palabras, ni volvió la vista atrás.

Una vez hubo desaparecido de su vista, Tony arreó a Edith y puso dirección hacia el siguiente pueblo. Su camino fue una montaña rusa de emociones, primero se llenó el pecho de una fingida dignidad, que le hizo galopar con el pecho erguido y su dirección recta hacia su siguiente destino, después poco a poco se fue deshinchando, y los fantasmas del pasado volvieron a apoderarse de él, formándole un nudo en la garganta, que ni el más fuerte whisky de su alforja pudo deshacer.

Se culpó mil y una veces por haber permitido que su corazón se abriera de nuevo de esa manera, y justo con un sheriff, un representante de la ley tan correcto o más que el mismo Dios. ¿En qué demonios había estado pensando? Al final, quiso convencerse que era mejor así, él estaba maldito, no podía permitirse amar, pues su amor provocaba la desgracia a quien lo recibía, por eso mismo no podía volver a su hogar, y justo por eso mismo no debía quedarse en ningún pueblo.

Por primera vez en mucho tiempo recordó lo desdichado que se sentía por no poder regresar. Su hogar estaba aún en pié en Nueva York , pero sin nadie en él que le esperara, y eso había sido su culpa también. Sólo le quedaba su empresa, desde la que alguien de confianza aun le enviaba el dinero que malgastaba en whisky y en lo poco que comía.

Por su lado Steve se odiaba a sí mismo mucho más de lo que odiaba a ese hombre, porque deseó con todas sus fuerzas volverse, rogarle que no se marchara, pedirle perdón y esconderse de nuevo en su pecho. Nunca había sentido algo así antes, jamás se había sentido tan vivo como en los momentos en los que estuvo con Tony. Pero todo eso estaba mal, estaba terriblemente mal; tanto que pensó que de un momento a otro dejaría de respirar. El pueblo estaba lejos aún y el sol ya pegaba fuerte, vencido se dejó caer bajo la poca sombra que le proporcionaba un saliente en las rocas.

En un arranque desesperado, desabrochó el pañuelo que siempre llevaba perfectamente anudado en su cuello, y los botones de su camisa, también los de las mangas. Necesitaba aire. Por un largo rato se quedó mirando a la nada tratando de controlar su respiración, inhalando y exhalando repetidas veces, hasta que al fin rompió en llanto y el aire volvió al colarse entrecortadamente por su garganta.

***

Las horas habían pasado en la Cantina de Nat sin noticias de su amigo, llegó la hora de las comidas y no estuvo allí como era su costumbre. A la pelirroja ya no se le ocurría nada más para distraer a su amiga, que ya había roto un par de vasos con los nervios.

— Me dejarás sin vajilla cariño—. Le reclamó suavemente mientras retiraba un plato de sus manos —. Los clientes están por marcharse, cerraré y tú y yo haremos camino  en busca de Steve, ¿te parece? — No necesitó decírselo dos veces, ambas estaban muy preocupadas, más allá de si Carol y Steve eran pareja, los tres junto con quien fue el esposo de Nat, habían sido amigos desde niños y el perder a James a manos de los hombre del alcalde Fisk, había sido un fuerte golpe para los tres. Por eso era que las dos mujeres no respirarían tranquilas hasta que Steve estuviera de vuelta con ellas.

Recogieron y cerraron las puertas del local lo más rápidamente que pudieron, y ambas fueron a por el caballo de Nat. Podrían haber cabalgado las dos en él, pero por si encontraban al rubio, decidieron pasar a por Doger a su establo. El animal llevaba un par de días sin salir y le vendría bien estirar las patas, por lo que se puso muy contento cuando Carol arregló su montura y se subió sobre él.

Ambas recorrieron cada rincón de aquel pequeño pueblo, preguntaron a cada persona que encontraron por el camino, y lo único que encontraron fueron habladurías y historias inventadas sobre la explosión en la comisaría, pero ni una pista de Steve. Finalmente un viejo de las afueras del pueblo, uno de esos que se levantan antes del amanecer, les pudo indicar que había visto salir al Sheriff montado sobre un caballo negro, el cual era arreado por otro hombre al que no había reconocido. Esto reconfortó en cierto modo a las dos mujeres, que de inmediato asimilaron que se trataba de Tony. Steve no estaba con los hombres de Fisk entonces, aunque no entendían como se había marchado así, sin avisar a nadie y dejando la comisaría sin vigilancia, porque tal vez otro lo hubiera hecho sin más, pero Steve no; él siempre dejaba recado de donde iba, no en vano se decía por todo Timely, que era el Sheriff más responsable que hubieran podido tener jamás.

El Forastero Sin Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora