Capítulo 18. (Confesiones.)

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Steve siempre había sido un buen jinete, pero en los últimos tiempos, con todas sus obligaciones como sheriff y los calentamientos de cabeza que le había provocado esta nueva "enfermedad" que se había apoderado de él, la verdad es que apenas si había montado a Doger. Por lo que el pobre animal, estaba perdiendo totalmente la forma física.

Así que cuando Tony le había propuesto ir a cabalgar, no lo pensó ni por un momento y dijo que sí, sin caer realmente en la cuenta de que cierta zona de su anatomía no estaba en muy buenas condiciones para sufrir tal maltrato.

Al principio todo había ido bien, sólo era una pequeña molestia, y la verdad es que estaba demasiado entusiasmado con la idea de cabalgar lejos de Timely, como para preocuparse de eso. Lo único que le importaba era al fin poder respirar aire puro a pleno pulmón, mientras seguía con la mirada la figura de aquel forastero, que cabalgaba haciendo ciertas filigranas de vez en cuando, sólo para provocarle y así verle sonreír. Pero al cabo de un rato, cuando ya habían sobrepasado la línea del ferrocarril, y trotaban junto al río kirby, el ardor provocado por el golpeteo incesante en cierta zona, se hizo difícil de ignorar.

— ¿Esperas una invitación? — Tony le preguntó al llegar al borde del río que pretendía cruzar.

— No, no es eso —. Steve no era muy bueno buscando escusas rápidas — Es solo que creo que ya llegamos suficientemente lejos —. El castaño le miró confundido, ya que suponía que aquel fornido Sheriff tendría mucho más aguante al cabalgar. Mientras, el rubio se apeaba rápidamente del caballo —. Podríamos parar a descansar aquí, si no te importa.

— ¡Vamos! ¡No me seas flojo! — Doger resopló como si estuviera mostrando su apoyo a Tony y Edith dio una vuelta sin moverse del lugar.

— ¡Ni hablar! ¡No me van a convencer ninguno de ustedes tres! De ninguna de las maneras, y tampoco pueden obligarme —. Steve se tumbó en el pasto antes de que nadie se lo pudiera impedir, no pensaba volver a sentarse sobre esa silla en un buen rato.

— En serio. ¿Va todo bien estrellita? — Tony se bajó de Edith y se acostó a su lado mirándole un tanto preocupado — Por lo de obligarte no te preocupes, voy desarmado.

— Si, lo sé. Nunca llevas un arma y la verdad, eso si me preocupa. ¿Se puede saber cómo has podido sobrevivir todo este tiempo sin una?- Steve vio la oportunidad de desviar el tema, y de paso, de averiguar algo sobre el hombre que le había robado el corazón.

— Es una larga historia. Quizás algún día te la cuente —. Tony apoyó su cabeza sobre su mano afianzando su codo en el pasto, los ojos de Steve se veían de un azul tan claro a plena luz del día.

— No, cuéntamelo ahora, tengo tiempo-. El rubio le sonrió resistiendo las ganas de volver a besar aquellos labios.

— Si me cuentas tú primero porqué no quisiste cruzar el río. ¿Acaso no sabes nadar? — Tony se burló, de nada le había servido la estrategia de cambio de tema, el castaño no olvidaba tan fácilmente — Apenas si cubre por las rodillas en este tramo —. Steve sintió como se sonrojaba por momentos; estaba deseoso de saber algo más de Tony, ya que en realidad no sabía nada, pues lo poco que le había contado en un principio, resultó no ser verdad, pero el confesarle la razón por la que no quería seguir cabalgando, tampoco era algo que entrara en sus planes. — Totalmente ruborizado, le miró al fin a los ojos, tratando de reunir el valor suficiente para confesar su sufrimiento. Nunca se había sentido tan vulnerable en la vida.

— Deja de mirarme tanto o pensaré que te gusto —. El castaño bromeó de nuevo mientras se mordía los labios. Era tan tierno ver a Steve así. Aquel hombre no tenía nada que ver con la actitud dura que siempre había demostrado como Sheriff del pueblo. El rubio bajó la mirada avergonzado, y Tony sin pensarlo acarició sus cabellos y besó su frente.

El Forastero Sin Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora