Capítulo 12. (Mi culpa)

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El Juego de cartas continuaba y Tony seguía ganando todas las manos, uno a uno fue desplumando a todos aquellos tipos malolientes que acompañaban a Fisk, a todos menos a él, ya fuera por su suerte o porque no se le acababan los billetes.

— Bien, ya los ha desplumado a todos amigo, será mejor que hagamos un mano a mano —. El alcalde y dueño del casino recogió las cartas del tablero ante la mirada expectante de todos. Nunca nadie se atrevía a ganar más de un par de manos seguidas delante de él, y aquel forastero ya había rebasado ese límite con creces.
Fisk repartió y Tony hizo una mueca de desagrado al levantar sus cartas. Sinthea sonrió coqueta a Fisk, para seguido acariciar la barba de Tony y dejar un suave beso en sus labios ante la atenta mirada del mayor; al parecer, llegados a ese punto a ella le parecía oportuno quedar bien con ambos bandos.

La partida continuó y el forastero de nuevo ganó la mano.

— Me pregunto cuál es su secreto, si se puede saber —. El alcalde parecía calmado.

— La fe, Dios guía mi mano —. Nombrar a Dios en vano se le hizo de lo más adecuado en ese momento.

— ¿Y yo cariño? ¿Será que también tengo algo que ver? — La pelirroja contoneó sus pechos.

—No creas que por tener a esta hermosa mujer sobre tu regazo, vas a desviar mi atención del juego forastero.

— La chica no está aquí para distraerle a usted, sino a mí. Si no sería demasiado fácil y aburrido ganar.

— Juguemos otra mano entonces. — Fisk no se alteraba, pero sin duda estaba molesto ante el afilado comentario.

Jugaron otra, y otra más, y siempre era Tony el que las ganaba todas. De algo le tenía que servir su mente analítica y el ser jodidamente bueno en todo lo que hacía.

— Es usted un formidable jugador —. Fisk seguía con su tono de voz impasible — Y me doy cuenta porque yo también lo soy, ni siquiera le descubro las trampas. Ahora, el dinero se va a quedar aquí y usted se irá por donde ha venido.

Tony despegó lentamente su vista del tablero y miró a Fisk, el ambiente podía cortarse con un cuchillo. Sus hombres comenzaron a levantarse despacio de la mesa. Por su parte Sinthea aprovechó la ocasión para deslizar por debajo de la mesa un arma hasta las manos del castaño. La mujer lo había sustraído hacía un rato del cinto de Lestern, el cual estuvo sentado a su lado todo el tiempo; ella la había mantenido escondida disimuladamente debajo de su falda desde entonces, por si hacía falta.

Tony suspiró al notar el metal sobre su mano, odiaba las armas; pero más odiaba todo lo que había escuchado salir de la boca de Fisk y Lestern sobre el Sheriff de Timely, y lo que harían con él.

— Señorita, más le vale alejarse de este hombre si quiere conservar la vida, sería una pena desperdiciar una belleza como la suya. — Fisk también se puso en pié seguido de la chica, que despacio se hizo a un costado.

— Mi sexy hombretón, no conozco de nada a este hombre, puede quedárselo para usted solito si quiere. — La chica retrocedió, su parte estaba hecha, aunque veía cada vez más lejos la posibilidad de tocar ese dinero.

— Yo no hice trampas, el dinero es mío.

— ¿Acaso quieres morir? — Fisk hizo una seña a Lestern, su mejor tirador, que trató de sacar su arma, pero esta había desaparecido. Sorprendido Fisk se apuró en localizar las armas a sus costados.

Tony se levantó también, despacio y acariciando el arma en la mano.

— ¡¿Qué demonios?! ¡Usted no traía arma!

— La gente dice, que Stark es sinónimo de armas.

— ¿Stark? ¿Un Stark de nueva York? Vaya, eso no lo esperaba, se dice que todos están muertos, pero ahora que lo pienso, la gente también decía que un Stark es sinónimo de borracho.

El Forastero Sin Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora