Capítulo 11. ( Sin ti )

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Ya caía la noche cuando encontró aquel pueblo que parecía ser un poco más grande que el anterior. — Mejor, así será más fácil pasar desapercibido — susurró Tony para sí mismo. Aunque ahora que lo pensaba, eso nunca se le dio bien. Él nunca pasó desapercibido en ningún lugar, pues le era difícil no sobresalir en lo que sea que hiciera, o incluso en su forma natural de comportarse, de hablar, o en sus ademanes. No lo podía evitar y eso; el llamar la atención, era lo que menos le apetecía ahora mismo.

El pueblo contiguo a Timely, no era solamente algo más grande, sino más moderno también. Habían instalado lucecitas para alumbrar las calles, algo totalmente innovador por aquellos lares, y además las habían incluido en el cartel del mejor antro de aquel lugar; un gran casino.

El castaño bajó de Edith y ató sus riendas al poste de la entrada. Estaba sucio de nuevo, cansado, algo borracho y magullado, pero buscar alojamiento no era una de sus prioridades en este momento, sino distraer su mente con cualquier cosa que le ayudara a olvidar, ya que el whisky no estaba siendo muy efectivo en esta ocasión.

Ingresó en el lugar pensando que si se habían molestado en poner tantas lucecitas, era porque pretendían atraer a los hombres como si de luciérnagas se tratara, así que tal vez hubiera algo dentro que le pudiera distraer. Lo primero que vio nada más entrar, fue que el lugar estaba lleno de lindas mujeres; cabareteras o rameras en el mejor de los casos, a juzgar por sus vestimentas y su descaro al mirarle. A ambos lados del pasillo central, se podían ver mesas de póker repletas, donde los hombres se jugaban sin remilgos el jornal ganado durante toda la semana.

Tony fue directo hasta la barra y se sentó en uno de los taburetes de espaldas a esta, para así tener una buena panorámica del lugar. A su espalda un barman de edad avanzada y bastante canijo, depositó un vaso junto a él, sobresaltándole con el ruido que provocó sobre el mostrador.

— Yo no te he pedido de beber—. Alegó casi sin voltear a mirarle.

— Disculpe joven, tiene razón, se nota que ya ha bebido demasiado.

— No, ¿sabes qué? Ponme de beber—. A Tony no le gustó que le dijera si había bebido ya suficiente o no.

— Está bien muchacho, ¿es usted nuevo por aquí verdad? ¿Ha venido a jugar? — El camarero dejó de nuevo el vaso de whisky a su lado.

— No, la verdad es que no, sólo paré porque estoy muy cansado.

— Nadie viene a este lugar a descansar, joven.

Una pelirroja de mirada profunda se acercó al forastero, recorriendo su hombro con sus dedos.

— Pensé que este iba a ser un pueblo tranquilo. — El castaño repartió su comentario entre el anciano y la ramera que le sonrió con picardía.

— No lo digas muy fuerte cariño, o romperás el encantamiento. ¿Te gustaría venir a descansar un poco conmigo? — La pelirroja jugueteó con su pelo, era condenadamente bella y directa.

— Seguro, en un rato, preciosa. Pero dime, uhm. ¿Te llamas?

— ¿Necesitas saber mi nombre? Que gentil. Me llamo Sinthea, Sinthea Shmidt, puedes gemirlo después si quieres.

— Sinthea, te lo dirán mucho, pero es un bonito nombre para ser gemido. ¿Y me puedes decir por qué crees que se romperá el encantamiento?

— Porque hoy llegaron al pueblo el alcalde Fisk y sus hombres, son los dueños de este local, y de casi todos los casinos de los pueblos de alrededor, pero cada vez que vienen traen problemas, porque no se necesita mucho para ponerlos nerviosos.

Tony suspiró, parecía ser que no iba a poder librarse de los recuerdos tan fácilmente, pues por lo visto, su rubio nunca salía de Timely, pero sus enemigos tenían horizontes más grandes. Al menos, pensó que si estaban allí, no estarían haciéndole ningún daño ahora mismo.

El Forastero Sin Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora