Capítulo 28.(Decisiones)

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Tras dejar a Wilson, Steve volvió a cruzar a través de la muchedumbre. El pueblo se había revolucionado de tal modo, que hasta pareciera que los dos protagonistas de todo el revuelo, hubieran pasado a un segundo plano.

Desesperado buscó al castaño entre la gente, aún a sabiendas de que aunque diera con él, no podría ni siquiera darle un abrazo. Necesitaba estar cerca de él; pero eso no fue suficiente para encontrarle.

Alguien le sujetó del brazo, y al girarse para ver de quien se trataba, se encontró con los ojos oscuros de su prometida. No pudo hacer más que abrazarse a ella. Se lo debía, esa mujer había demostrado ser todo lo valiente que siempre dijo que era. Tras el cálido abrazo, la rubia acunó su rostro con ambas manos y besó sus labios.

— Se ha marchado con el niño. Ve tras él —. Steve aún confundido con la actitud de Carol dadas las circunstancias, asintió; no le dio las gracias con palabras, pero estas se sobre entendían en su mirada. El rubio se encaminó a casa de los Parker. Estaba seguro de que Tony había ido a devolver al chico a casa de su tía, pero le daba miedo pensar en que haría después, así que irse a casa a esperar su regreso, le pareció una muy mala idea.

Les habían llevado hasta allí a rastras, por lo que le tocó hacer todo el camino andando. Una vez allí, May Parker salió a recibirle, visiblemente emocionada —. Eres el segundo fantasma que veo hoy por aquí — Le dijo, conteniendo una gran sonrisa —. He estado muy preocupada, pero ahora todo está bien.

— ¿Y me puede indicar dónde está el otro fantasma?.. Por favor. — Suplicó.

— El señor Stark no aceptó mi invitación a pasar, parecía muy cansado así como usted, y se marchó sin decir palabra —. El Sheriff asintió dando media vuelta con el corazón en un puño. Ojalá Tony no estuviera tratando de marcharse del pueblo de nuevo.

El día había sido duro, ambos habían sido golpeados sin descanso y además, los nervios pasados hacían que le costara respirar; Pero lo peor sin dudas, era no saber que había sido del castaño. Sintió miedo de volver a tener un ataque de ansiedad, como aquella vez en la que creyó haber perdido a Tony para siempre.

La tarde estaba cayendo, así que corrió lo más que pudo hasta su casa. Si Tony no estuviera allí, iba a ser difícil encontrarle entrada la noche.

Ingresó en la casa con el corazón agitado, rezando porque todo acabara felizmente de una buena vez, pero para su decepción Tony no estaba allí. Ni en el salón, ni en la cocina, ni en su habitación; ni siquiera en el pequeño baño. Todo estaba tal y como parecía haberse quedado en la mañana.

"¿Dónde diablos se había metido?"

Apoyó su espalda contra la pared y trató de respirar hondo. No tenía tiempo que perder, montaría a Doger y se marcharía en su busca. En eso estaba, cuando al entrar en el establo, encontró al castaño recostado sobre una adormilada Edith. Al parecer el sueño le había vencido.

El rubio caminó despacio observando al hombre con lentitud, su rostro se veía golpeado y manchado con rastros de su propia sangre, y aun así, se venía hermoso. Tratando de no despertarle, se deshizo del pañuelo que portaba al cuello, el cual mojó a penas de un pozal y trató de limpiar su frente y su rostro. Después despacio se acostó junto a él, abrazándole por la espalda; sintiendo su calor, y aspirando sobre su cuello; necesitaba retener ese instante para siempre. El instante en que Tony aún estaba vivo, en el que ambos aún estaban juntos.

***

No habían pasado demasiadas horas cuando Edith se comenzó a remover. Probablemente el ruido de la lluvia que recién comenzaba a golpear el techo del establo, le había despertado. El animal además necesitaba levantarse, pero le era imposible con el cuerpo de los dos hombres sobre su costado.

El Forastero Sin Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora