Capítulo 24. (El maestro)

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El forastero le había dejado llevar las riendas de Edith, sentándose a sus espaldas pues sus pies, aún quedaban bastante lejos de llegar a los estribos. Al chico se le daba bien dirigir al animal, además era bastante fuerte y ágil, incluso para ser un niño. Tony pensó que de mayor sería un buen jinete.

Peter iba con la cabeza bien alta. Nunca había subido a un caballo como ese, se notaba que tenía clase, no como el resto de caballos que había en Timely. El brillo y el porte de la yegua, contrastaban un poco con sus ropajes, aunque Tony se los hizo acomodar lo mejor que pudo antes de salir, les sacudió el polvo e incluso trató de domar sus rizos con colonia que había encontrado en el cuarto de baño del Sheriff Rogers, dejándolo totalmente repeinado. Según palabras de Peter, como si fuera a un casorio.

El hombre le había insistido en que así se veía genial, como un tipo respetable, pero él no estaba convencido del todo, pues no se le había pasado nunca por la cabeza, tener otro aspecto diferente al que siempre había tenido.

Llegaron a las inmediaciones de la escuela enseguida, pues en realidad, tampoco es que estuviera tan lejos. Timely era un pueblo pequeño y Tony pudo ver, como otros niños se acercaban al lugar, bien a pie, o bien a caballo, pero todos acompañados por su padre o por su madre. Muy pocos eran los que iban solos, quizás alguno más grandecito, pero no demasiado, pues en cuanto tenían un poco de edad, la mayoría eran enviados a trabajar en la construcción de la presa, en las minas, o con suerte en algún pequeño negocio familiar.

Los niños y niñas se iban despidiendo uno a uno de sus familiares, dándoles un beso y corriendo alegres hacia la escuela, donde el maestro les esperaba en la puerta, anotando a cada uno de ellos en una lista al entrar. Peter, se aseguró de saludar a todos y cada uno de sus compañeros, conforme pasaban por delante de ellos.

Tony se había quedado mirando a Sam desde lo alto de Edith, y el maestro, que tampoco le quitaba ojo desde el quicio de la puerta, no disimuló en absoluto su molestia al verle allí.

Al final, Tony desistió de tratar de adivinar el porqué de tanta hostilidad en la mirada por parte del moreno, y bajó de Edith para seguidamente ayudar al chico a poner los pies en la tierra.

— Ya está bien de presumir delante de tus amiguitos muchacho. Si te portas bien, cuando seas mayor te conseguiré un caballo tan bonito como este.

— No es de Edith de quien presumo, señor Tony. — El chico se colgó de su cuello y le dio un sonoro beso en la mejilla, dejándole así con la palabra en la boca. Después, salió corriendo hacia el interior de la escuela con una sonrisa de oreja a oreja.

Tony normalmente era de naturaleza despreocupada, no tenía costumbre de mirar más allá de lo que le incumbía a sí mismo si no era necesario, por eso se sorprendió cuando al mirar a su alrededor, notó como algunos padres y madres que aún quedaban por allí, le miraban y cuchicheaban entre ellos, y cayó en la cuenta de lo que acababa de pasar. Peter no tenía padres, sólo a su tía que estaba enferma y se le dificultaba caminar hasta allí, pues vivían justo en las afueras, al lado opuesto del pueblo, por lo que siempre iba sólo, y por muy inteligente que fuera el muchacho, nadie lo admitiría nunca, si este no conseguía aprender a leer y escribir.

¿Cómo no se había dado cuenta antes? Peter no quería presumir de llegar a lomos de una pura raza, sino que por una vez, quería que le vieran llegar acompañado de un adulto; quería que dejaran de murmurar sobre él, como el niño pobre, sin familia y sin futuro del pueblo. Porque sí, seguramente la mayoría de aquellos niños tampoco tendrían un gran futuro allí, a no ser que emigraran a la ciudad, pero aquello era eso, un pueblo, y el criticar al perro más flaco, siempre iba a ser el entretenimiento favorito de todos.

El Forastero Sin Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora