Capítulo 29. (Una nueva vida.)

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Aquella fue la primera vez, en la que Tony agradeció, el no encontrar al rubio a su lado, al despertar.

Hubiera sido mucho más duro, si se hubiera tenido que despedir de él de nuevo. Después de todo, ya lo habían hecho en el establo, en el salón, y finalmente en el dormitorio, donde se despidieron sin descanso, hasta caer rendidos.

El castaño aún se sentía cansado y dolorido, pero se obligó a al menos, poner los pies en el suelo; después, sin darse cuenta se quedó por un momento mirando a un punto fijo entre estos. Aquello no tenía sentido alguno para Tony. ¿Qué diablos pintaba él en Timely, si ya no podía estar al lado de su rubio? Él no quería estar allí sin Steve.

Agitó la cabeza para salir de su ensimismamiento y se dispuso a recoger sus pocas pertenencias, pues pensó que lo mejor era salir de aquella casa, mucho antes de que el Sheriff pudiera regresar.

Como prometió, no se marcharía de Timely, no al menos hasta ver que el rubio había rehecho su vida y volvía a ser el que siempre fue antes de conocerle; pero mientras eso pasaba, debía ir a pedir asilo en casa del doctor, y cuanto antes mejor.

Steve era un hombre inusualmente limpio y ordenado; pero a Tony, aquella mañana le pareció ver todo incluso un poco más recogido de lo normal, aunque no fue hasta que abrió el ropero para buscar sus pocas prendas de vestir, que no se dio cuenta de que casi todas las pertenencias del rubio, habían desaparecido. El aire se sintió aún más pesado de lo que ya estaba y volvió a notar los pinchazos en el centro de su pecho, que siempre volvían cuando recordaba todo lo que había perdido.

En su lugar, encontró aquella primera camisa que le prestó el día en que se conocieron, perfectamente doblada y con una nota sobre ella, la cual reconoció inmediatamente, pues tenía la misma caligrafía que había visto tantas veces en los documentos que Steve rellenaba incansablemente en comisaría, cada vez que él aparecía por sorpresa y dejaba un beso sobre su coronilla para que este se girara con una sonrisa en sus labios. Sujetó la nota como si de un tesoro se tratara, acariciando el papel con cuidado, desdoblándola con algo de dificultad, pues no podía evitar que sus dedos temblaran.

"Sé que he de estar al lado de Carol ahora, pero como te dije, esta es tu casa. Te amo Tony, te amo solo a ti, y te amo tal y como eres. Amo como eres conmigo, y quien soy yo cuando estoy contigo. Si pudiera volver atrás, te escogería una y otra vez; siempre, a pesar de todo y de todos. No lo olvides. S.R."

El castaño golpeó furioso la puerta del armario, haciendo que esta quedara descolgada. No era justo, él nunca quiso perjudicar de ningún modo al rubio, y al final, por su culpa, este hasta había renunciado a vivir en su propia casa. Tony pensó que no lo merecía y a decir verdad, ni siquiera le hacía falta realmente. Él podía seguir vagando como hasta ahora, e incluso a malas, podía regresar a la mansión de la cual huyó en Nueva York.

Volvió a sentir aquella sensación tan familiar de tener la garganta seca, la cual últimamente había desaparecido por completo, o eso decidió creer en los días anteriores, pero al parecer, sólo había estado ocultándose en su interior, mientras pensó por una vez, que iba a ser feliz hasta el fin de sus días.

***

Como era habitual en él, Steve había salido cuando aún estaba oscuro; sólo que esta vez no había sido por gusto, él hubiera preferido quedarse en aquella cama y no salir de ella nunca más, pero eligió hacerlo así, principalmente porque no quería tropezarse con las miradas indiscretas de los vecinos, ya que iba a ser difícil explicar ante nadie, el motivo de que sus ojos estuvieran hinchados y rojos de tanto llorar. Lo suyo nunca había sido contar mentiras, y negar al castaño, no iba a ser nada fácil.

El Forastero Sin Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora