CAPÍTULO DIECISIETE

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SANHA...

Mi padre me intentaba convencer de que mi vida en Amsia sería más segura y adecuada para desarrollar mis potenciales dones, pero era algo a lo que me negaba, aunque mi tiempo allí había sido casi una utopía, nada podía compararse a la Tierra, su perfección tan imperfecta era lo que a los humanos nos hacía eso, humanos. El planeta nos acogía desde hace millones de años y se había adaptado para nuestra existencia y aunque le hemos hecho daño sigue acogiéndonos.

Una vez más hablaría con mi padre sobre el tema de mi partida y para tomarlo por el buen lado, lo llevé a caminar por uno de los campos de cosecha.

-Papá, sé que no quieres que toque el tema de irme del planeta, pero es necesario e importante, al menos para mí.

-Sabes que no puedo retenerte, pero si aconsejarte. Te he contado sobre los peligros a los que puedes estar expuesta al ser la única elementi de fuego, estamos en el nivel 8 del triángulo.

-Pero nadie tiene que saber que lo soy, para los ojos de todos sigo siendo Sanha Claver, la hija de una señora común y corriente. Además, tendría a Einar para cuidarme.

-Creí que nunca lo aceptarías como tu amigo y consejero. -Suspiró y yo reí por su comentario.

-Digamos que tiene sus momentos de estupidez, pero así lo quiero.

-Entonces no se diga más, prepararé todo para tu partida, quiero ser yo el que te acompañe en tu viaje de regreso. -me dio unas palmadas en la espalda.

-¡¿En serio?! -asintió.

-Gracias papá. -escuchaba sus sollozos, pues nos volvimos muy cercanos en este grande y pequeño tiempo.

Papá preparó casi una fiesta para mi partida y como regalo me dio mi propia aeronave, una que podía camuflarla y usarla como un auto, su nombre era "Horus" lo mejor de todo es que fui yo quien la piloteo hasta casa.  El recorrido fue silencioso.

La aeronave se transformó con dinamismo cuando lo recurrimos y así fue como llegamos hasta el umbral de mi casa; la luz del comedor seguía encendida, lo cual significaba que mamá estaba despierta esperando mi arribo.

El timbre sonaba más fuerte de lo que recordaba, pero todos los sonidos lo eran ahora, en segundos la figura de mi madre estaba frente a nosotros.

-Hola mamá. -con un llanto infantil se acercó hacia mí y me abrazó, yo hice lo mismo. -También te extrañé.

-Gracias por cuidarla Krasto y por traerla de vuelta, te aseguro de que la cuidaré bien. -mamá se limpió las lágrimas con la manga de su saco.

-Ella es la que decidió volver, por más que quise convencerla este siempre será su hogar. -papá se acercó a mí y acarició mi cabello. Y tú siempre serás mi hija y tendrás a donde ir mientras yo viva.

-Lo sé papá, te quiero mucho. -le di un beso en la mejilla y sonrió, luego se dirigió hacia Einar que era quien cargaba con todas mis maletas.

-Soldado, siempre he tenido buenos resultados de tu parte, no me falles.

-Cuidaré a Sanha como mi hermana, vaya tranquilo.

Einar dejó las maletas en el pasillo de la entrada y después de que papá se despidiera por última vez lo acompañó hasta su aeronave.

-¡Prometo que te visitaré! -Grité antes de que su silueta desapareciera.

ALESSANDRO...

Con la práctica ausencia de Sanha mi tranquilidad y temperamento parecían estar siendo las correctas, incluso había podido abrirme ante la sociedad y experimentar lo que se entiende por adolescencia. Junto a mi hermana Alexandra asistimos a varias fiestas y eventos a los que fuimos invitados, nuestra relación de hermandad también iba en ascendencia, claro que de vez en cuando la duda invadía el pensamiento de mi hermanita.

-No creo que se haya ido así porque sí, a Sanha jamás le importó que la molestaras. -dejó de comer.

-Pies allá ella, si se sintió ofendida o no ya es muy problema de tu amiga.

-No dejas toda tu vida de lado para irte a terminar tu curso en otro país solo porque un chico se porta como un idiota con ella, al menos eso no pasa en esta cultura.

-Gracias por referirte a mí como un idiota, además, ¡¿Qué importa?! Estamos mejor desde que ella no está. -bebí un sorbo de la limonada.

-¿Y dónde quedaron tus ganas de encontrar a tu esposa? Creí que mi mejor amiga era necesaria para ayudarte.

-Tal vez al ver que era muy cercana a ti la vi como la única posibilidad, ahora que tengo la mente más clara sé que habrá alguien más que pueda ayudarme. -me miró con enojo. -Sigue comiendo que se enfría.

Agosto paso prácticamente rápido y a inicio de septiembre volveríamos a clases.

El primer día nos reunían en las canchas de básquet para una especie de apertura, y como Alex es flash arreglándose llegamos tarde y las filas de los de segundo de bachillerato ya estaban formadas; buscamos nuestro curso y nos pusimos al final para que los licenciados no noten nuestra tardanza.

-Parece que hay gente nueva. -me susurró Alex que iba detrás de mí porque era solo 5 cm más alta que yo.

-Cambiaron a muchos alumnos durante las matrículas, esperemos que no nos toque con otra Sanha Claver. -Alex me pegó en la espalda ante mi comentario.

-¡Señores, por favor. Vamos a cantar el himno! -nos regañó la inspectora y la charla se terminó.

Los alumnos nos dirigimos a las aulas; me gusta quedarme al último para no participar de la estampida que se provoca tras la orden de retiro, total, los maestros eran los que más tarde llegaban. Al ingresar a nuestra aula vimos que varios estudiantes se reconocían entre sí y formaban grupos, uno que otro nos saludó, allí nos dimos cuenta de que estábamos pisando un terreno desconocido, la mayoría eran nuevos y entre ellos llamó mi atención la chica de cabello largo que platicaba con uno de los chicos que conocía, al estar de espalda no podía saber si la conocía o no.

-Vamos a buscar donde sentarnos. -los primeros puestos siempre eran una buena opción y quería que Alex estuviera junto a mí. -siéntate ahí yo...

-Disculpa, pero ese asiento creo que me quedaría mejor. -Esa voz era la de Sanha.

-¡SANHA, REGRESASTE! -mi hermana me empujó para poder pasar a abrazar a su amiga.

-Sí, mi mamá me convenció para que volviera, dijo que debía enfrentar al tonto que fastidiaba mi vida, ¿qué opinas Alessandro? -regresé mi vista y vi a una chica totalmente distinta, más que la apariencia, su energía era diferente, era como imán que te atraía. -Sin resentimientos, que bueno verte.

-No opino lo mismo.

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