Capítulo nueve.

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Capítulo nueve.
Tacos.

El resto de la semana fue un montón de nada. Gemma suspiraba a través del libro que sostenía en sus piernas aquel viernes por la tarde, llovía a cántaros y no le apetecía hacer nada. Definitivamente su vida era bastante aburrida y ya hasta ella se estaba cansando de lo mismo, lo más emocionante de su semana había sido el accidente con su horario en la universidad que tuvo que pasar medio día explicándole a la secretaria que ella no tomó clases de canto o interpretación colectiva pero después de eso absolutamente nada. Suspiró de nuevo tratando de concentrarse en la lectura pero parecía que sus ojos se dirigían involuntariamente al reloj en la pared.

4:23 pm

Parecía que el tiempo era más pesado cuando no tenías absolutamente nada que hacer, normalmente estaría molestando a Diana o Brenda pero ambas estaban ocupadas, podría ir a bailar pero estaba dolorida por los ensayos para el recital, visitar a su familia no era una opción a menos que quisiera escuchar por horas las quejas de su madre.

Entonces su mente voló a dónde no quería ir y se imaginó esos ojos chocolates mirándola, era un bonito color y la hacía pensar en calidez y dulce. Bueno, posiblemente tuviera un poco de hambre por haberse saltado el almuerzo y de verdad quería ordenar una pizza y holgazanear un poco ¡Pero vamos! ¿Qué tenía eso de divertido? Y si lo pensaba bien, había un restaurante mexicano a un par de minutos.

Corrió a su armario, metiéndose en unos jeans y sandalias lisas, un suéter azul y una chaqueta negra. Tomó sus llaves y un paraguas porque le apetecía caminar.

Había sido una semana caótica. Para empezar, Samantha había cogido un horrible resfriado así que Alex tuvo que quedarse con ella todo el martes y la mitad del miércoles, su madre había sido despedida de uno de sus trabajos de mesera por alguna queja de un cliente importante, lo cual enfureció a Alex por el simple hecho de que era un buen restaurante y le pagaban bien a su madre pero la despidieron porque un cliente dijo que le daba asco que su comida fuera manipulada por gente cómo ella y por "gente" se refería a una mujer y por "cómo ella" se refería al color de su piel. Jodidos idiotas. Después se había enterado de que su madre estuvo ocultando que debían dos meses de renta y como si no fuera suficiente Jackson se había contagiado de Samantha y ahora estaba tendido en cama con fiebre por lo tanto Alex tuvo que cubrir a su hermano en el estúpido restaurante mexicano en el que trabajaba después de la escuela.

Alex bufó mientras limpiaba el mostrador con un viejo trapo, un montón de chicos bien vestidos entraron haciendo un escándalo hasta sentarse en una de las mesas más grandes. Jesucristo, cada vez eran peores los clientes por aquí. La verdad no había tenido ningún deseo de trabajar un viernes por la noche pero en éste momento su familia no podía permitirse perder otro trabajo.

— ¡Oye mesero! —Los idiotas de la mesa ocho gritaban y Alex empezaba a perder la paciencia. Fue hasta ellos, tomó sus órdenes y empezó a prepararlas. Detrás de él la puerta sonó anunciando que alguien había entrado, Alex le entregó la orden al cocinero y frunció el ceño al darse cuenta que los gritos de los clientes se habían convertido en susurros. Trató de ignorarlos y continuó sirviendo bebidas sin prestar atención a nada.

— ¿Disculpa? —Murmuró una voz femenina detrás del mostrador — ¿Podrías atenderme? —levantó la cabeza tan rápido que pensó que pudo sentir a su cerebro protestar. La última vez que escuchó esa voz había huido cómo un cobarde sin una explicación verdadera. Inhaló todo el aire que pudo y se preparó mentalmente, después de todo no podía escapar de ésta, ella era una clienta y él un camarero. Además sería un maldito mentiroso si dijera que no quería volver a verla.

Maldijo en todos los idiomas que conocía. No debió haberse dado la vuelta porque joder, ella era tan jodidamente hermosa que lo dejó sin respiración. Sus ojos tan azules cómo el cielo le dieron la bienvenida, su cabeza estaba inclinada hacia un lado dejando que su cabello cayera libre e infinito sobre su hombro derecho hasta que se perdía en sus caderas, vestía una simple suéter azul con algún dibujo tonto y un par de pantalones de mezclilla. En su mano izquierda tenía una sombrilla.

Corazón TatuadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora