Capítulo veinte.

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Capítulo veinte.
La otra parte de mí corazón.

Alex golpeaba con furia aquel saco de boxeo, como si se tratara de todos los problemas de su vida y él los golpeara fuertemente hasta que desaparecieran. Ojalá fuera así de fácil ¿eh?

No sabía cuánto tiempo tenía en el gimnasio pero todo el mundo se había ido y él jadeaba empapado en sudor, sin embargo aún no estaba ni remotamente cansado. Su mente le jugaba una mala pasada cada vez que encontraba un minuto de paz y todas las malditas desgracias de su vida aparecían tan claras ante él que se daba asco a sí mismo.

Había tratado de alejarse de Gemma estos últimos días lo cuál había sido como clavarse a sí mismo un cuchillo en el corazón. Pero su mente estaba tan jodida con todo lo que le había dicho Diana ¡Mierda! ¿Por qué mierda dejó que esa rubia tonta se colara en su cerebro?

Sabía la respuesta muy bien.

Porque sólo necesitaba una excusa para alejarse de Gemma. Una excusa que le hiciera ver el pedazo de mierda que era. Eventualmente ella se cansaría de él y buscaría a un niño rico como Noah que pudiera darle todo lo que Alex quería darle a ella.

Si él debía sufrir en silencio por su felicidad... que así sea.

Escuchó la puerta del gimnasio siendo abierta pero estaba demasiado concentrado golpeando el saco, imaginándose que era el niño traje de pingüino que está enamorado de su chica. No fue hasta que sintió un pequeño empujón en su espalda que se detuvo. Su sangre bombeó más fuerte de lo normal, su espalda se sentía como gelatina dónde una pequeña mano estaba sobre él.

Gemma.

Era casi ridículo cómo su cuerpo podía reconocerla sin mirarla.

Se dio la vuelta para mirarla, tenía uno de sus vestidos florales que tanto le gustaban y su cabello estaba recogido en una cola de caballo, se veía adorable. Sin embargo lo que más me inquietaba era ver sus bonitos ojos azules vidriosos y rojos como su nariz. Había estado llorando. Obligándose a sí mismo a verse impasible se quitó las cintas de las manos que ahora estaban llenas de sangre, vaya, le había dado muy fuerte a ese saco.

— ¿Qué haces aquí? —la sintió moverse hasta quedar frente a él, sin embargo no la miraría o se lanzaría de rodillas y suplicaría perdón. En cambio continuó desenvolviendo sus manos.

— ¡¿Qué hago aquí?! —Alex apretó la mandíbula al oír el enfado en su voz, tomó dos toallas de un banco cercano, una para el sudor y otra para la sangre. Aún miraba sus zapatos. — ¿Qué demonios ocurre contigo Alexander?

Que le hablara por su nombre completo sólo se sintió como una dolorosa cachetada.

—Nada —murmuró secamente y alcanzó una botella de agua que en algún momento estuvo fría, ahora estaba asquerosamente caliente.

— ¿Entonces si no pasa nada por qué no me has hablado en tres días? ¿Eh? Ni siquiera contestas mis mensajes—él alzó la vista y deseó no hacerlo. Gemma lloraba en silencio, las lágrimas caían libremente por sus mejillas rojas y calientes y su ceño estaba fruncido. Si había algo que Alex no podía soportar era esto. Ésta era la peor clase de tortura, jamás le había dolido tanto ver a una mujer llorar y sobre todo por su culpa. Ella se acercó un poco más susurrándole — ¿Es entonces... Diana tenía r-razón? ¿Soy sólo una aventura para ti?

¡Maldita Diana!

Alex iba a matarla cuando la viera de nuevo.

Sin pensarlo demasiado por la desesperación hundió las manos en el suave cabello de Gemma y la acercó para unir sus labios. Tres días sin su suavidad y ese aroma a rosas que se sentía como el paraíso. De pronto Alex se sentía como un adicto que fue privado de su droga favorita por muchos años, pero así era Gemma para él, tentadora, perfecta, hipnotizante.

Corazón TatuadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora