Capítulo dieciséis

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Capítulo dieciséis.
No me dejes.

Javier se sentía perdido y herido, ahogando las penas en alcohol en el bar más deprimente y de mala muerte que encontró. Quería olvidarse de todo, quería borrar el rostro de Alexander Nieves de su cabeza y sobre todo quería borrar el nombre de María Valdez de su corazón.

Sin embargo, en vez de olvidar sólo venían los recuerdos a su cabeza.

"Su padre le había dado una paliza la noche anterior porque él se atrevió a comer uno de sus dulces con crema, pero Javier apenas tenía diez años y el dulce se veía tan tentador y tan provocativo. Nunca en su vida había comido algo así y esperaba que supiera tan bien cómo se veía, sin embargo su padre lo descubrió cuándo se ocultaba en el armario con el dulce en las manos. Le había roto una costilla.

El dolor era malditamente insoportable pero no era como si alguien de verdad fuera a creerle, aprendió hace un tiempo que nadie daba una mierda por él, ya que ni siquiera sus padres lo hacían ¿por qué alguien que no compartía su sangre si lo haría?

Su madre, cómo todas las noches estaba tirada en su cama probablemente al borde de una sobredosis. Sin embargo Javier en secreto daba gracias porque ella aún no había muerto

—Eres una pequeña mierda ladrona —Dijo su padre cuándo lo vio tratando de recuperar el aliento, Javier apenas tenía conciencia y le dolía todo. —Jamás vuelvas a tocar mis malditas cosas ¿Entiendes?

Luego lo pateo directamente en las costillas agudizando el dolor y finalmente se fue dejándolo solo y dolorido.

A la mañana siguiente Javier comía su almuerzo lentamente a solas, un simple sándwich de mantequilla de maní que él mismo se había preparado. El dolor en sus costillas era asfixiante pero sobreviviría o al menos eso esperaba. De camino a su salón de clases un par de chicos corrieron junto a él y lo empujaron sin querer, Javier se dobló por el dolor y en un minuto vio todo borroso.

—¿Estás bien? —Escuchó una dulce voz a su lado pero no podía moverse —¡Oye niño! ¿Estás herido?

Él levantó la vista levemente y se encontró con una linda niña de piel café claro y ojos almendrados, su cabello era café oscuro y le colgaba de dos trenzas. Llevaba un vestido blanco, era muy linda, era cómo un ángel.

Javier no podía moverse por la presencia de la niña y porque el dolor aumentaba cada segundo, hizo una mueca de dolor y asintió levemente a la niña.

—Yo puedo curarte ¿sabes? Mi padre es doctor y me está enseñando a curar a la gente —Él no podía creer que ella le estuviera hablando y aún peor ¿ella quería curarlo? Tal cosa cómo esa no existía, sin embargo, el dolor aumentó y siendo un niño ingenuo e inocente confío en ella.

Ella cuidó de él durante semanas.

Él le confió su secreto sobre su padre violento.

Y sin saberlo, algo dentro de él cambió. Y la amó desde ese primer momento"

Apartando los amargos recuerdos Javier tomó la copa de whisky y la vació completamente en su boca quemando su garganta.

—Oye amigo, dame otro y no te vayas muy lejos.


5 llamadas perdidas.

Incontables mensajes de texto.

Y Gemma enloquecía mientras aumentaban. Estuvo tentada a apagar su teléfono pero no podía evitar leer cada uno de los mensajes y sentir cómo su corazón se estrujaba. Odiaba a Alex por mentirle de esa manera, pero lo extrañaba de una manera que era casi dolorosa.

Corazón TatuadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora