Capítulo once.

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Capítulo once.

Mensajes de texto.


El domingo por la tarde, Javier entró en el viejo y sucio gimnasio saludando a todos los chicos que estaban entrenando o pasando el rato. El gimnasio de Bob era un enorme edificio de ladrillos tan viejo cómo el mismo dueño. Ese lugar cómo muchos otros en el barrio, vio crecer a unos pequeños Alex y Javier.

—Hola Alicia —Javier le dedicó una brillante sonrisa a la nieta de Bob, una pequeña chica de catorce o quince años que ocasionalmente hacía su tarea detrás del mostrador.

—Javier —Ella literalmente suspiró y él contuvo una sonrisa, ella estaba perdidamente enamorada de él.

— ¿Está Alex por aquí? —Ella estaba a punto de hiperventilar y Javier se apiadó de ella alejándose un poco del mostrador, ella simplemente movió su cabeza en afirmación haciendo que sus trenzas se movieran en sus hombros y luego señaló hacía los sacos de boxeo más lejanos. Él le dedicó un guiño y ella se ruborizo de pies a cabeza.

Javier caminó por el enorme gimnasio saludando a todo el mundo como era natural en él. Siempre sonriendo. Siempre tan amable.

Al llegar a la zona de sacos de boxeo pudo ver a Alex moliendo a golpes una bolsa de arena. La mayoría del tiempo que ellos tenían libre, lo gastaban en este gimnasio (que sería aproximadamente un par veces a la semana con un mínimo de tres horas) Y pudo notar que Alex sudaba como un loco, lo que significaba que ya estaba por irse.

—Hermano —dijo Javier y Alex asintió a modo de saludo con toda su concentración puesta en la bolsa, le dio unos golpes más y se retiró. Javier se acercó y sacó unos guantes del armario en la pared. Alex se quitó la camiseta y se secó la frente mientras alcanzaba la botella de agua y se lanzaba a un banco cercano. Vio a Javier ponerse en donde él había estado y empezar a golpear la bolsa.

— ¿Dónde estabas anoche? —Dijo Javier haciendo una mueca mientras lanzaba un golpe con la derecha.

— ¿Qué? —Por un momento Alex sintió pánico al pensar que de alguna manera Javier sabía de su increíble momento con Gemma.

—Ayer fue la pelea de Mayweather y tú te la perdiste —Alex soltó el aliento aliviado y agradeció que Javier no podía ver su cara en este momento.

—Lo siento, tuve que trabajar en Deli-Tacos —Él paró por un momento de golpear la bolsa y me miró para ver si era verdad, entonces se encogió de hombros y se quitó la camisa para continuar golpeando.

—Oye Alex —Dijo después de un rato. Alex alcanzó una de las pesas pequeñas que estaban en el piso y comenzó a subir y bajar el brazo izquierdo — ¿Recuerdas a esa chica Gemma?

—Si —Se maldijo porque fue más cómo un reflejo y tal vez demasiado rápido.

— ¿La has visto? —Maldición. Aún cuando Javier no sabía nada, él sabía. Al hijo de puta nunca se le escapaba algo y era demasiado inteligente para su propio bien. Alex fingió concentrarse en el suelo mientras levantaba las pesas con aire ausente.

—No —Dijo secamente. El teléfono de Alex comenzó a sonar a su lado y rápidamente ojeo el mensaje.

De: María V.

Ha pasado una semana. Ven a mi casa.

—Debo irme Javi, te veo luego —Alex corrió fuera del gimnasio ignorando las protestas y quejidos de Javier detrás de él y caminó a la casa de María Valdez

Horas más tarde Alex se levantó de golpe mientras unas pequeñas manos lo sacudían.

— ¡Levántate! ¡Mi padre está por llegar! Nos quedamos dormidos —Alex saltó medio desorientado de la cama y atrapó como pudo la ropa que María lanzaba hacía su pecho. Ella estaba en ropa interior y él con suerte llevaba sus calzoncillos. Alex corrió torpemente hasta la entrada con María detrás de él al borde de un ataque de nervios mientras intentaba ponerse los pantalones.

Corazón TatuadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora