Capítulo cuatro

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Capítulo cuatro

¿Por qué te importa?

— ¿Quién era ese? — Gemma sabía que no podía librarse de las preguntas que vendrían a continuación y tal vez a Brenda podría despistarla pero a Diana seguro que no, ella había escuchado toda la conversación y era seguro que ella le preguntara más tarde. Miró sobre hacía Diana que arqueaba su ceja esperando una respuesta.

— Yo, eh, no lo sé — Evitó la mirada de Brenda y gracias a Dios que tenía algo más de que hablar, así que desconectó su cerebro cuándo ella comenzó a parlotear. Ese chico, después de que había pensado en que no lo volvería a ver en su vida ahí estaba y se mentiría a si misma si dijera que no la atraía para nada, sobre todo en ese traje de mecánico hasta la cintura, podía ver sus enormes brazos con una fina capa de sudor en ellos y los tatuajes coloridos en el brazo izquierdo que se perdían en su camiseta sin mangas. Esos ojos cafés que se convertían en mieles con la luz y esos labios...

De repente Gemma se dijo a sí misma que debía parar antes de tener un accidente por estar pensado en ese chico.

Alex... su nombre es Alex.

— ¿Gemma? ¿Hola? — ella parpadeó un poco antes de salir de sus pensamientos.

— Lo siento ¿Qué? — Diana la miraba con el ceño fruncido mientras Brenda miraba distraídamente su teléfono.

— Iremos a almorzar en mi casa, mi familia estará ahí. Toma la siguiente salida — Gemma asintió sin decir nada y el camino a casa de Diana fue una tortura silenciosa. Unos minutos más tarde se estacionaron en una enorme mansión al estilo victoriano, a los padres de Diana les encantaba llamar la atención a donde fueran y su casa -por supuesto- tenía que ser más grande que cualquiera en ésta cuadra y si era posible de todo el vecindario.

A Gemma nunca le había parecido todo el asunto de lo-mío-es-mejor-que-lo-tuyo y todo eso pero pertenecer a la clase social alta te obligaba a que pensarás de esa manera ¿sus padres? no eran más que derrochadores de dinero, la apariencia por supuesto era todo para ellos y cuándo Gemma les dijo que quería mudarse de casa ellos casi enloquecen. Afortunadamente, sus padres accedieron cuando les dijo que tenía una beca en una importante escuela de ballet. Mudarse había sido cómo una revelación para ella, ya que solo conocía los límites de la propiedad de sus padres y para ella, aún había mucho del mundo que deseaba ver.

Cuando se detuvieron frente a la enorme puerta de madera una sirvienta las recibió, Brenda entró sin siquiera mirarle la cara a la chica y Gemma frunció el ceño ante la indiferencia de su amiga. Diana la detuvo antes de entrar.

— Muy bien ¿Qué está pasando? — Gemma maldijo en su interior porque deseaba que Diana dejara ir el tema pero solo Dios sabía que eso no pasaría.

— Nada — murmuró evitando su mirada y era la verdad después de todo.

— Gemma — Diana advirtió — No trates de ocultarlo.

— De verdad no sé de que hablas, sólo vi al tipo en la fiesta de ayer y ni siquiera le hable y eso es todo ¿feliz? — Además que ahora no dejo de pensar en él. Pero eso jamás lo diría en voz alta. Un grito se escuchó en la casa y después el nombre de Diana diciéndole que se diera prisa.

— Solo te diré que esto no me gusta para nada — luego entró en la casa sin dirigirle una mirada a la chica que tenía la cabeza baja y sostenía la puerta para ellas. Gemma se detuvo junto a la chica y le agradeció, está pareció momentáneamente pérdida por su gentileza y luego se compuso cerrando la puerta y dedicándole una sonrisa antes de desaparecer en la cocina.

Un coro de "Feliz cumpleaños" vino desde el vestíbulo, Gemma se adelantó y vio que en el salón estaba la mayoría de la gente de clase alta que ella conocía, todos vestidos de gala para celebrar el cumpleaños de Diana ¿Y ella? en shorts cortos. Genial. Si eso no te aseguraba malas miradas de todo el mundo y montón de cuchicheos nada lo haría. La madre de Diana se acercó a ella, como siempre esa mujer tenía el cabello perfectamente peinado, las uñas perfectamente pintadas y su vestido perfectamente planchado en conjunto con las perlas alrededor de su cuello y a Gemma no le agradaba.

— Gemma cariño, tanto tiempo sin verte por aquí —ella casi se ahoga cuando ella se acercó para abrazarla incómodamente y ese perfume Dolce & Gabbana entraba por sus fosas nasales dándole ganas de vomitar. Ella tampoco le agradaba a la mujer pero en el mundo donde se movían era normal aparentar una cosa y pensar otra muy distinta.

— Gusto en verla señora Kingsley — Ella le sonrió forzadamente y paseo su mirada de arriba abajo, su perfecto cutis se arrugó solo un poco al ver la ropa que traía y a Gemma no pudo darle más vergüenza en ese momento.

— Bueno, la fiesta ya va a empezar y seguro que Diana tiene algo más... apropiado que pueda prestarte para la ocasión — Gemma sintió sus mejillas calentarse por la mirada acusadora de la mujer y el desprecio en sus palabras. Se obligó a sonreír y a asentir como la muñeca obediente que era.

— Seguro que sí — Gemma miró a su alrededor y varias personas la miraban acusadoramente, otras hablaban entre susurros mientras le daban algunas miradas y unas incluso reían sin disimulo alguno. Ella puso su espalda recta, la barbilla en alto y caminó fuera de la fiesta sin mostrar una pizca de debilidad.



— ¿Al menos sabes cómo se llama? — Alex presionó a su amigo mientras Javier sólo se dedicaba a apretar tuercas, él negó frunciéndole el ceño.

— ¿Por qué tanto interés? — Alex ignoró la pregunta y sentó sobre el capó del auto donde Javier estaba trabajando.

— ¿Entonces ni siquiera una pista? — Javier asomó su cabeza castaña debajo del auto.

— Escucha, si quieres follar con ella está bien para mí, no es como si fuera una gimnasta en la cama — Javier se encogió de hombros y volvió su atención a la llave en su mano — Me dejó su número y no es como si fuera a llamarla pero no entiendo por qué coño te interesa porque tú nunca te interesas en nadie.

— ¡Eso es! — Alex saltó del capó haciendo que Javier se sobresaltara y golpeara su frente contra el auto.

— Hijo de puta — murmuró Javier frotándose la frente con la mano. Salió debajo del auto y enfrento a Alex que por poco saltaba como una chica que acaba de perder su virginidad o al menos la versión de Alex que era solamente sonreír.

— Vas a llamarla...

— ¿Qué? No

— Y la invitaras a la pelea de esta noche...

— Alexander — Javier protestó pero Alex estaba hablando consigo mismo haciendo su plan maestro o quién sabía que mierda estuviera haciendo mientras se movía de un lado a otro del taller.

— Y le dirás que invité a sus amigas...

— ¡Alex! — Éste miró a su amigo irritado y Javier le devolvió la mirada — ¿Acaso perdiste la cabeza? ella es una de esas chicas con dinero ¿por qué demonios va a querer venir? probablemente esté rezando para que nadie se entere de que estuvo en éste lado de la ciudad ¿Qué demonios van a hacer un grupo de ellas en un lugar como ese? ¿Si quiera viste el auto en el que la vinieron a buscar? Se las comerán vivas en el círculo y lo sabes.

— Escúchame bien — Alex se acercó a su amigo con su mejor cara inexpresiva — La llamaras y le dirás que vengan porque ella seguro debe estar pensando en el mejor sexo de su vida y que quiere un poco más de romper las reglas antes de casarse con el tipo que sus padres quieren ¿bien?

— ¿Por qué te importa tanto? — Alex le dio la espalda y comenzó a ordenar un montón de llaves y destornilladores sueltos solo por distraer su mente.

— Métete en tus asuntos, Javier — un momento después Javier salió de ahí maldiciendo entre dientes. Alex no quería ser así de frío con su mejor amigo pero ni siquiera él sabía cuál era esa necesidad por ver aquellos ojos azules escondidos entre esas largas pestañas y ese cabello castaño que caía por su cintura...

Mierda. Estaba empezando a volverse loco.

Corazón TatuadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora