La multitud salió en desorden, derribando las vallas, rumbo al estacionamiento, donde ChanYeol era subido a un vehículo militar. A duras penas, los motociclistas abrieron paso al vehículo, e incluso dispararon gases lacrimógenos. Los paramilitares ayudaron a SeHun a subir a su limusina y seguir a la comitiva. La ceremonia se dio por terminada.
DongHee regresó a la sacristía. Sudaba esperadas gotas de grasa. Se dejó caer de golpe en una silla. Jadeaba con ruidos silbantes.
—¡Mis pastillas! —clamaba a nadie en particular.
Dos monaguillos entraron a la sacristía y se dieron cuenta de que al obispo estaba por darle un ataque. Le proporcionaron su medicamento y un vaso con agua. DongHee casi se atraganta, pero al cabo de un momento comenzó a recuperarse.
—¿De dónde salió ese... ese loco? ¿Dónde está LuHan?
—¿Quién, Eminencia? —preguntó uno de los jóvenes.
DongHee describió al efebo rubio.
—No hay nadie así en el templo —dijo el otro joven.
—No puede ser —murmuró DongHee—. Yo hablé con él antes de la ceremonia.
—No se agite, su Eminencia...
—¿Que no me agite? ¡La celebración se fue a la mierda! Y todo por ese...
—ChanYeol —completaron los jóvenes con un dejo de admiración.
—Esto va a traer problemas —jadeó DongHee—. Lo sé...
En la nave central del templo, los paramilitares desalojan a cientos de feligreses que se resistían a salir. Ni aun los culatazos los persuadían. Desde el palco, KyungSoo miraba preocupado esas escenas, preguntándose cómo ChanYeol había podido influir tanto en ellos. No tenía tiempo para reflexionar, porque los patrocinadores estaban presionando para volver a la transmisión. No estaban conformes con la imagen de identificación del canal con la leyenda FALLAS TÉCNICAS AJENAS A NUESTRA VOLUNTAD, en lugar de las sensacionales imágenes de los milagros.
—Cinco, cuatro... —decía HeeChul por el apuntador—, lo siento, KyungSoo, pero tenemos que continuar.
KyungSoo tenía que pensar rápido en una estrategia.
—Está bien —concedió.
—Tres, dos, uno...
De él dependía mitigar el caos o aumentarlo.
—Queridos amigos —comentó, frente a la cámara que lo captaba en close up para no mostrar el desalojo violento del templo—, primero que nada, les pido una disculpa. Salimos del aire unos momentos por causas ajenas a nuestra voluntad. Les informo que la ceremonia aquí en el templo de Santa Sirena ha terminado, con esa muestra espontánea de fe, a cargo de nuestro querido pueblo. Ha sido tal el fervor, que el presidente decidió posponer su discurso y dejar que la veneración fluyera como vimos.
KyungSoo miró de reojo hacia abajo. Los paramilitares ya terminaban de expulsar a los fieles. Por un momento, le vino a la mente la imagen de un Jesús armado de casco, tolere y escudo antimotines, expulsando a los mercaderes del templo. Sintió ganas de reír, pero no debía perder la concentración.
—Hoy fuimos testigos de que los milagros aún existen. Más no debemos confundirnos. Ninguna persona puede hacer milagros, solo Dios y Santa Sirena. Sí ha ocurrido algún milagro hoy, debe ser atribuido a Santa Sirena y a nadie más. Se los dice su amigo, Do KyungSoo. Yo no los engañaría. Hoy, mi fe en Santa Sirena se ha renovado. Es a ella a quien debemos dirigir nuestras plegarias.
Les mando un cordial saludo y todo mi amor, a ustedes y los suyos, y damos por terminada esta transmisión. Gracias.

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Park ChanYeol
TerrorChanYeol está por enfrentarse, al menos, a dos enemigos muy poderosos, mucho más que un profesor que había enfrentado antes, el profesor Kang. El primero de ellos es Do KyungSoo, el rey de los medios de comunicación en el país, un hombre hermoso, hi...