Por fin apareció el rostro que ChanYeol esperaba en su correo electrónico. Observó las facciones con la paciencia de un entomólogo. En la recámara reinaba un ambiente apacible, en penumbras, donde la música de Elend flotaba suavemente.
Tecleó un mensaje para enviarlo a la persona de la foto. ¿Cómo jugaría esa carta? Tenía alguna idea, pero le hubiera gustado consultarla con Aiwass. Lamentablemente, la Criatura de las Tinieblas continuaba distante tras la revelación de la noche anterior. Habían transcurrido casi veinticuatro horas y ChanYeol aún sentía la desazón. Le hubiera gustado que Aiwass le señalara el momento justo de violar al Hombre Escarlata. Había noche de luna negra y un velo de obscuridad se desplegaba sobre Ciudad Morgue. ¿Para qué esperar más? Tenía que ser el momento.
ChanYeol sintonizó la cámara que registraba la celda de KyungSoo. Lo vio abatido, sentado en el borde de su catre, con las manos cruzadas sobre su regazo, mientras la luz del televisor iluminaba su rostro. La tortura consistía precisamente en lo que veía y escuchaba: las calumnias de sus ex compañeros de Canal Azur en su contra y la ascensión de ChanYeol en triunfo y poder. Él había dado instrucciones para que KyungSoo viera el evento en el domoauditorio. Quería humillarlo, reducirlo a escoria. Pero una parte de él aún lo lamentaba.
¿Finalmente KyungSoo habría aceptado que lo que le sucedía era real? ChanYeol podía decir que sí. El periodo de negación no podía ser tan resistente bajo esas circunstancias. Apagó el estéreo y la computadora. La obscuridad lo envolvió. Aspiró la negrura y el silencio como un catador lo hace con el buen vino, y la sensación de poder lo llenó. Estuviera o no de acuerdo Aiwass, iba a cumplir con la Gran Obra.
A KyungSoo le parecía que habían transcurrido meses y no días desde que lo apresaron junto con "El Marqués". Desde entonces, su caída había sido implacable y vertiginosa. Se había propuesto no llorar más. En esas horas difíciles, mientras la televisión lo despedazaba y ensalzaba a ChanYeol, reflexionó más acerca del poder de los medios, que en cualquier seminario de tecnócratas. Cómo un medio tan importante, en manos perversas, podía cambiar la forma de pensar de la población. Ni siquiera en el siglo veinte se dio tal control. En lo que a Morguenia tocaba, él tuvo mucho que ver. Y ahora el medio del cual él fue rey, se volvía en su contra de forma tan cruel...
Pero también podía volverse de nuevo a su favor. Y para eso, lo primero era salir de la prisión. Pero ¿cómo?
Pensar en posibles soluciones tenía ocupada su mente, lo cual era más saludable que dejarse llevar por el abatimiento. KyungSoo se consideraba fuerte, y ahora tenía que demostrarlo, superar el temor inicial, estar en contacto con él mismo y confrontar sus abismos. Eso lo volvía más fuerte en lugar de destruirlo. Incluso por momentos, se sentía otra vez como el verdadero KyungSoo.
La puerta del pasillo se abrió. KyungSoo se puso tenso, a la expectativa. Los pasos resonaron. Finalmente llegó el custodio ante su celda, pero no venía solo.
Lo acompañaba ChanYeol.
—Buenas noches, KyungSoo —saludó.
El custodio le abrió la puerta y ChanYeol entró.
—Déjanos solos —ordenó él—. Y desconecta la cámara de vigilancia.
El custodio asintió, cerró la puerta y se alejó.
—Porque supongo que ya sabes que se te vigila las veinticuatro horas —dijo a KyungSoo.
—¿En serio? —respondió él sarcástico—. ¡Qué sorpresa!
Estaban frente a frente. ChanYeol lo observó. KyungSoo trataba de mostrarse digno, a pesar de su cabello hirsuto y la cara brillante de grasa. Olía a sudor rancio y su uniforme carcelario tenía manchas de suciedad y del yeso de la pared contra la que se recargaba cuando intentaba dormir, algo complicado con ese foco de cien watts y el televisor encendidos día y noche. Las bolsas bajo sus ojos irritados denotaban cansancio.
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Park ChanYeol
TerrorChanYeol está por enfrentarse, al menos, a dos enemigos muy poderosos, mucho más que un profesor que había enfrentado antes, el profesor Kang. El primero de ellos es Do KyungSoo, el rey de los medios de comunicación en el país, un hombre hermoso, hi...