XXIX

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Las fanfarrias sonaron por el sistema digital y los reflectores iluminaron a ChanYeol y SeHun, que hacían su entrada triunfal a la cancha. Los escoltaban las brigadas especiales, en un despliegue de orden que recordaba los tiempos de los nazis. El público, los ochenta mil jóvenes, corearon el nombre de ChanYeol, haciendo la señaló del índice y meñique. SeHun erguía el pecho cubierto de condecoraciones, tratando de sobresalir de su silla de ruedas. ChanYeol vestía su ropa blanca estilo renacentista que ya también constituía un negocio, porque ropa similar se vendía en las tiendas a precios exorbitantes.

Ambos subieron por la rampa hacia el escenario giratorio en el centro de la cancha. El escenario daba una vuelta completa cada media hora, para que el público pudiera ver a ChanYeol de frente, desde cualquier punto del estadio. Las cámaras de Canal Azur estaban instaladas en el palco de prensa y a nivel de cancha. HeeChul tenía la responsabilidad de la transmisión. Además de las brigadas, que desbordaban juventud y atractivo físico, cientos de paramilitares resguardaban el orden dentro y fuera del estadio. Así, el entusiasmo del público se encauzaría, siempre dentro de los límites establecidos.

—¡Saludos, ciudadanos de Morguenia! —inició su discurso el presidente—. Hoy es un día histórico para nosotros. ChanYeol, el enviado divino, el que restableció junto conmigo el orden en el país, viene a este lugar, para que cada uno de ustedes experimente un milagro. ¿Qué es lo que necesitan? ¡ChanYeol se los dará!

La ovación hizo retumbar el estadio. Las cámaras tomaron rostros de jóvenes llorando de emoción, y otros con la mirada perdida.

—He querido estar presente —continuó SeHun—, porque esta vez, ChanYeol realizará aquí su primer milagro. Ustedes saben que yo quedé minusválido por un atentado de los comunistas satánicos.

Rechifla al recuerdo de los malvados por parte de los asistentes.

—Yo, desde mi silla de ruedas, he gobernado este país con verdad y justicia. Y hoy, el primer milagro de ChanYeol será para mí. ¡ChanYeol hará que vuelva a caminar!

La algarabía fue intensa. ChanYeol se estremeció. Vio nervioso a SeHun, sintiendo al mismo tiempo un odio intenso hacia él. El bastardo lo estaba comprometiendo ante todo el país. ChanYeol de acercó y le susurró al oído:

—General, eso no está en el programa.

—¡Al diablo el programa! —replicó SeHun por el micrófono, y dirigiéndose a la multitud exclamó: —¡Observen cómo ChanYeol va a sanarme!

KyungSoo arrojó el televisor contra la pared de la celda, haciendo estallar el cinescopio. Se sorprendió por la fuerza con que lo hizo. Había sido amonestado acerca de los castigos que recibiría si tan sólo apagaba el aparato, pero estaba harto de tanta mierda informativa y tanto incienso para ChanYeol. La hora que derramó el vaso fue ver, en el estadio, a SeHun y ChanYeol. ¿Qué farsa tenían preparada para engañar a la gente? No le importaba cómo harían creer a la gente que volvería a caminar. Él estaba dispuesto a desafiar a los custodios para que ya no lo obligaran a ver ninguna maldita televisión.

Los pasos resonaron en el pasillo. KyungSoo afirmó el apoyo de sus pies, dispuesto a plantarse a quien fuera. Una sombra creció en el piso, y su poseedor llegó segundos después. No se trataba de un custodio, sino del propio JunMyeon, con todo y sus lentes.

—¿Fue tan grave lo que hice, que amerita que venga el perro fiel del presidente? —lo retó KyungSoo.

JunMyeon miró el televisor despedazado sin darle importancia y abrió la puerta.

—Venga —apremió, tendiéndole la mano—. Voy a sacarlo de aquí.

—Sí, cómo no —replicó KyungSoo incrédulo—. Seguro es una trampa. Quiere darme esperanzas y luego joderme. ¿Piensa que no conozco de crueldad men...?

Park ChanYeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora