XXXIII

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KyungSoo regresó al foro media hora después de lo planeado, pero todo estaba en orden en el noticiero, ya que Shin DongHee, vía telefónica, se encargó de pronunciar un conmovedor y larguísimo sermón al país. En él habló de lo necesario del sentimiento de unidad y perdón, y el acatamiento cristiano a la nueva autoridad, Kim JunMyeon. El problema surgió cuando KyungSoo tuvo que informar la muerte del "bicolor". Pero, en la forma en que manejó la nota, no sólo pudo esperar convencer a la opinión pública, sino orientarla a su favor. En resumen, lo que dijo fue que ChanYeol mató a JunMyeon, y que él hizo justicia ciudadana matando a ChanYeol. Así, no sólo echó tierra a la fosa que ChanYeol nunca tendría, sino que de presentó, él mismo, como un héroe que acabó con alguien tan nefasto para las familias morguenianas, culpable del desorden que imperaba en el país. Una vez muerto ChanYeol, Morguenia volvería a ser la nación de paz que todos anhelaban.

KyungSoo ya pensaba en esos momentos en postularse para presidente de Morguenia.

Para respaldar sus palabras, mostró una y otra vez el vídeo donde él le disparaba a ChanYeol. El rostro del muchacho estaba borroso, pero tenía que ser él. KyungSoo sabía que, una vez que los morguenianos se convencieran de esa muerte (y las imágenes eran claras de acuerdo con su versión), ya nadie simpatizaría con ChanYeol, y nadie creería en su farsa mesiánica. Ahora creerían en él, en su belleza y aspecto virginal.

Al terminar, Shin lo felicitó en privado por su brillante participación. KyungSoo también recibió elogios de la industria y el comercio. El público respondió a su manipulación con un alud de llamadas a su favor, muchas de ellas pidiendo que fuera nombrado presidente. KyungSoo sintió desprecio por la sociedad de aquel país, tal voluble y cambiante, a pesar de que, gracias a eso, él tenía la oportunidad de su vida. Esa noche, volvió a ser el hombre más poderoso de Morguenia.

Terminó el noticiero, pero no sé retiró a dormir. No estaba cansado ni hambriento. Sólo tenía un poco de sed, y no precisamente de agua. A través del ventanal de la sala de redacción, la luz del sol de la mañana lo bañó. Aunque la resistió perfectamente, decidió que prefería la oscuridad. Ordenó que corrieran las cortinas y apagó unas cuantas lámparas tubulares, quedando a media luz. En esa comodidad, se entrevistó con representantes de influyentes sectores políticos, de quienes salió la primera propuesta formal para que ocupara la presidencia.

KyungSoo no podía creer que todo le estuviera yendo tan bien.

¿Creer? Una simple expresión. Había descubierto que, el no creer en nada, le permitía explotar las creencias de los demás, en una forma muy diferente a como lo hacía antes. No sabía cómo explicarlo, pero era como si pudiera alimentarse con eso, haciéndose más fuerte. Sí, incluso de la sangre podría prescindir si reunía suficientes creyentes de los medios electrónicos.

Transcurrieron dos días  KyungSoo estableció su cuartel general en la obscura sala de redacción. Se bañaba y cambiaba de ropa en los camerinos de los foros, y volvía a la sala para organizar a las fuerzas involucradas en el cambio. Poco a poco, el caos se iba asentando. El ejército, ahora fiel al consejo de emergencia dirigido por debajo del agua por Shin DongHee, aniquilaba los restos de rebeldía y preparaba el terreno para la ascensión de KyungSoo. Se declaró el estado de sitio y toque de queda para todos, esta vez sin excepción. Los jóvenes de la brigada de ChanYeol fueron masacrados junto con sus familias, y sus bienes incorporados al fondo nacional "para los niños pobres".

KyungSoo estaba pendiente de la remoción de escombros de la casa presidencial, donde fueron rescatados los cuerpos de SeHun y JunMyeon, pero no los cuerpos de ChanYeol ni de "El Marqués", aunque el ex jefe de los rebeldes le tenía sin cuidado.

—ChanYeol tiene que estar ahí —insistía a los soldados.

Y mientras continuaban hurgando en las ruinas, él seguía mostrando, a todas horas, el vídeo de la muerte de ChanYeol. Ante las cámaras, KyungSoo se veía cada vez más joven y guapo. Quizás el poder político lo hacía más atractivo. Y no solo su físico brillaba, sino su inteligencia. Ahora hablaba con más conocimiento que antes, siempre con las palabras exactas para la ocasión.

Park ChanYeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora