III

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8:50 p.m

—Con una mierda. ¡Otra vez!

En la sala de redacción de Canal Azur, KyungSoo reaccionó furioso al ver alterada su imagen en la pantalla de su computadora. El hacker que entró al website añadió un cuerpo desnudo a su rostro, y no el de un hombre, sino el de una mujer voluptuosa y llena de curvas. Al pie de la imagen alterada escribió: TU SERÁS MI HOMBRE ESCARLATA.

—Sabíamos que reaccionarías así —dijo HeeChul, el afeminado productor del noticiero, un hombre un tanto delgado, con un melena abundante, que usaba ropa de colores chillantes.

—¡Es la segunda vez en esta semana! —ahora KyungSoo gritaba—. ¿Quién hizo esto? ¿Dónde está el jefe de cómputo?

—Aquí, joven... —titubeó un hombre maduro, acercándose.

—¿Identificó al responsable? —se le encaró KyungSoo.

—No es fácil. Los hackers emplean sistemas de software altamente...

—¡A la mierda con sus tecnicismos! ¿Sabe o no quién hizo esto?

—Es que no lo tenemos registrado...

KyungSoo le dio un puñetazo. Los integrantes del equipo de producción se miraron nerviosos, pero sin intervenir.

—¡Usted no puede golpearme! —protestó el jefe de cómputo.

KyungSoo le asestó otro puñetazo.

—¡Yo soy Do KyungSoo y lo puedo tratar como se me de la gana! ¡Canal Azur tiene el mejor equipo de cómputo, para que usted, inútil, rastree y encuentre al maldito hacker!

Pero una idea comenzó a rondar en su cabeza. ¿Y si fuera SeHun? El tipo estaba loco, y además, loco por él, lo que lo volvía demente por partida doble. No se atrevería ¿o sí? En ese momento no podía pensar con claridad.

—Hay algo más grave, joven —el rostro del jefe de cómputo se ruborizó—. No sabemos si, quién hizo esto, pudo haber accesado al disco duro de la información confidencial...

—¿Lo hizo o no?

—Le repito que no lo sabemos aún. Hay que investigar, pero es probable que...

—Ahí están las nóminas, los nombres de los informantes, ¡todo! —chilló HeeChul.

El jefe de cómputo se limitó a asentir, seguro de que, de hablar, recibiría otro puñetazo. En cambio, KyungSoo lo miró con frialdad.

—Llamen a seguridad —ordenó—. Que detengan a este hombre por sospechoso.

—Pero... —intentó defenderse el jefe de cómputo—. ¡Yo no tengo nada que ver! ¡Trabajo en la empresa! ¡Soy egresado del...!

—¡Seguridad!

Dos guardias se acercaron.

—¡Detengan a este hombre!

Sin chistar, los guardias se llevaron al jefe de cómputo, quien amenazaba y suplicaba alternadamente. KyungSoo cruzó los brazos sobre el pecho, lo que hacía cuando estaba confundido.

—¿No fuiste demasíado duro? —insinuó HeeChul a sus espaldas—. Es un empleado fiel...

KyungSoo no lo escuchaba, miraba su imagen alterada y sentía que su rabia crecía. Aquello parecía una violación cibernética, y la duda de si el presidente estaría involucrado, en lugar de parecerle más lejana, le resultaba más lógica. ¿O habrían sido esos comunistas satánicos? No, resultaba cómico pensar que jodidos muertos de hambre tuvieran computadoras y supieran cómo usarlas.

—¿Vas a comentar esto en el noticiero?  —preguntó HeeChul.

KyungSoo se volvió hacia él. Sus ojos estaban nublados de lágrimas, pero no permitiría que corrieran por sus mejillas. No le daría ese gusto, ni a HeeChul, no al montón de imbéciles que miraban su trasero cuando se daba la vuelta.

—¿Qué le sucede hoy a la gente del canal, que preguntan mil estupideces? —le respondió a su productor—. ¡Vamos a trabajar! ¡En cinco minutos salimos al aire!

9:15 p.m.

SeHun llamaba su "cuarto de juegos" a la cámara de torturas. El lugar era frío y obscuro, como tenía que ser, pero los "juguetes" que contenía distaban mucho de lo medieval. En el cuarto de juegos no había cámaras, así que los torturadores podían hacer lo que quisieran con las víctimas, sin dejar ningún registro de sus atrocidades. SeHun estaba seguro en el poder, pero se cuidaba las espaldas, por si acaso.

Siete de los rebeldes que se manifestaron durante la toma de posesión estaban atados con correas a sillas eléctricas. En sus cuerpos, los soldados torturadores les colocaron electrodos que, mediante computadora, podían transmitir descargas eléctricas o sensaciones dolorosas de diferentes intensidades.

La pared norte estaba cubierta de monitores. SeHun oprimió el control y la imagen de KyungSoo, en su noticiero, apareció en todos ellos.

—Dios, qué lindo estás hoy —suspiró SeHun, concentrándose luego en los rebeldes—. Y ustedes, hijos de puta ¿cómo se atreven a intentar boicotear mi toma de posesión?

Nadie le respondió. SeHun pudo sentir el miedo, y al mismo tiempo la unión entre ellos. Los muy estúpidos tenían almas de mártires, aunque para SeHun los únicos y verdaderos mártires fueron los primeros cristianos que murieron en la arena alabando al Señor. Así se lo enseñaron en la escuela dominical y, sobre todo, mamá. Al recordar a mamá, sintió un nudo en la garganta. Pero no debía pensar en cosas tristes. Estaba ahí para divertirse un rato y disipar las tensiones del día.

—Pueden ahorrarse mucho dolor si me dicen ahora mismo quién es "El Marqués" y dónde se oculta.

Silencio otra vez.

—Claro, ya esperaba que mantendrían cerrada la boca —y agregó con sarcasmo: — comunistas satánicos de mierda.

—No somos comunistas ni satánicos —replicó una mujer, que tenía el cabello revuelto y marcas de golpes en el rostro y en su cuerpo desnudo.

—Somos gente que cree en la libertad —intervino otro, un joven de mirada altiva, a pesar de tener ambas cejas rotas y una herida que surcaba su pecho.

—¡Mataron a mis niños! —gimió una mujer como de treinta años—. ¡La camioneta de la televisión se echó en reversa y los mató!

—No llores, Irene —le recriminó el joven—. Es lo que ellos quieren. Sí vamos a morir, que sea con dignidad.

—¡Yo no quiero morir! —chilló la mujer.

—Entonces dile al general Oh dónde está "El Marqués" —ordenó JunMyeon.

—No sé... —sollozó la mujer.

—¡Y si lo supiera no se los diría! —agregó el joven.

SeHun aplaudió burlón. Se acercó al teclado de la computadora.

—Antes de comenzar —dijó SeHun—. quiero que sepan que sus nombres ya están condenados a la ignominia. Los morguenianos los recordarán un par de días cómo a unos depravados adoradores del diablo, y después los olvidarán. Su lucha y sus vidas fueron en vano, a menos que alguien me diga dónde está "El Marqués".

—¡"El Marqués" te dará por el culo, maldito tirano, asesino! —le gritó el joven.

—¡No le hables así al señor presidente! —protestó uno de los soldados, encañonandolo con un R-15.

—¡Alto, soldado! —ordenó SeHun—. Ellos sin míos.

SeHun volteó hacia los monitores. KyungSoo terminaba de proporcionar la información del día. En un recuadro estaba el rostro de SeHun.

Así, juntos, tu y yo —pensó él—, así estaremos juntos en la eternidad. Esto va por ti, cariño.

En pantalla aparecieron los rostros de los rebeldes, "cedidos generosamente por los archivos de inteligencia".

—¡Ah! —exclamó SeHun—. Hablando del diablo...








Lamento mucho si quedó corto, jeje. ♥️

Park ChanYeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora