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KyungSoo lanzó una mirada de reproche a JunMyeon por tener que soportar a ese viejo apestoso y loco. DongHee compartía su malestar, porque lo miró comprensivamente, sin dejar de cubrirse la nariz con el pañuelo.

—A mí tampoco me parece tan convincente —admitió JunMyeon, captando sus reacciones—. Pero mi contacto me asegura que había un profesor Kang, de química, en el tiempo en que supuestamente ChanYeol estudió.

El paramilitar que acompañaba a Kang desdobló una silla de metal y le indicó al profesor Kang que se sentara. Este lo hizo con un quejido. El paramilitar salió.

—Estamos partiendo de una premisa errónea —replicó KyungSoo—. ChanYeol no pudo vivir en los sesentas.

—Vaya si existió —jadeó Kang—. El maldito me robó el alma. La metió en un matraz, y me condenó a la pobreza, enfermedad y muerte, la muerte en vida. Cuando yo era un hombre de bien, ChanYeol me mostró en una pesadilla lo que yo sería en el futuro. ¡Y se cumplió! ¡Soy una escoria! ¡Quisiera morir pero no puedo!

—¿Tenemos que seguir con esto? —se impacientó KyungSoo—. Me urge bañarme y cambiarme de ropa.

—Puedes usar el cuarto de huéspedes —intervinó Shin—. Me permití mandar a rescatar alguna prenda de tu penthouse. La gente de Oh lo despedazó.

—¡Demonios! ¿Y mi criado MinSeok?

—¿Quién?

—No importa —KyungSoo se levantó, mirando de reojo a Kang.

—Por lo menos escuchen la versión del viejo —insistió JunMyeon.

Kang tosió con fuerza.

—¿Para qué? —protestó KyungSoo—. ¡Está loco! ¡Hay que echarlo a la calle, o nos va a contagiar de algo!

—Debo admitir que yo tampoco creo en su versión —observó Shin—. ¿O usted sí, JunMyeon?

—En realidad no... pero mi contacto es tan serio...

—¡Su contacto se equivocó! —reprochó KyungSoo—. ¡O lo timó! ¡Entiéndalo! ¿Cómo pudo ser tan tonto, JunMyeon? ¡Hasta hizo que trajeran a Morguenia a esta... basura!

Kang soltó una risotada seca, inhumana.

—Es curioso —comentó—. Al verlos, me acuerdo de mí, cuando no creía que ChanYeol tuviera esos poderes. Ustedes son como era yo. Y por su actitud altiva, por no darse cuenta de la verdad, van a acabar igual.

—¿Y cuál es la verdad, vejete? —preguntó KyungSoo con desprecio, aunque sentándose de nuevo.

—Lo que ChanYeol está haciendo ahora en Morguenia, lo hizo en menor escala en el Colegio Exodus... —explicó Kang con voz temblorosa, y comenzó su narración.

SeHun entró en el cuarto de juegos. En el trayecto a la casa presidencial, había ordenado que instalaran la "telaraña". ChanYeol ya estaba atado con correas a una de las sillas eléctricas. Lo habían desnudado y golpeado. Tenía la boca y nariz hinchadas, y el pecho ensangrentado por los golpes que le propinaron con una varilla. Pero SeHun notó algo más. ChanYeol ya no parecía un muchacho, sino un viejo. Las canas y arrugas eran notorias, ya sin el tinte y el maquillaje, y en el torso desnudo, desprovisto de tono muscular, las masas de carne se debilitaban.

—Colóquenlo en la telaraña —ordenó SeHun a los paramilitares.

—Señor presidente —dijo uno de ellos, con grado de oficial—, antes debo informarle que Do KyungSoo escapó.

—¿Quién es el responsable? —se enfureció SeHun.

—Kim JunMyeon lo ayudó, según registraron las cámaras de vigilancia de pasillo.

Park ChanYeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora