Capítulo 16

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Me encuentro sentada en la cama con Christopher, mi inalcanzable señor Kirkman de hermoso cuerpo, mirada verde penetrante y unos sexys labios gruesos.

Mi mente todavía no procesa todo lo que acabamos de hacer—¿Tienes hambre?— me pregunta.

—¿Que te hace pensar que tengo hambre?— lo miro sonriente.

—Creo que tú siempre tienes hambre-me mira levantando una ceja.

—Ahora siempre mi hambre va hacer doble— me aproximo a él quedando enfrente suyo.

—¿A sí?

—Sí, ahora también voy a querer comerte a ti- el ríe y asiente con su cabeza, me toma de la cintura, me hace acostarme y se posiciona sobre mí

—Estoy servido en bandeja de plata para ti, en todo momento siempre.

—¿Siempre? ¿Seguro?

—Muy seguro— sonríe y me besa —Pero ahorita vas a comer comida de verdad, porque estoy seguro de que después de lo que acabamos de hacer debes estar hambrienta.

Él se pone de pie y me tiende la mano, al dársela me jala rápido y me carga en sus brazos —Ey, no me dejaste inválida.

-¿Qué? ¿Querías que te dejara inválida? - ríe a carcajadas.

—No te rías de mí, es solo que puedo caminar.

—No lo hago, solo disfruto reír cuando estoy contigo, déjame chinearte y mimarte— el besa mi frente y yo me recuesto en su pecho.

Salimos de la habitación y bajamos por las escaleras, un miedo entro en mi al bajar en sus brazos, la sensación que caerte en cualquier momento no es agradable, me llevo a la cocina y me bajo sentándome en una silla alta.

—¿Dónde puedo ver la hora?

El me señaló un reloj a mí espalda, marcaba las 11 de la noche.

—Me vas a decir cómo llegaste hasta aquí.

—En taxi— le dije.

—Sabes a qué me refiero— no sé si decirle que Anderson me dio la dirección, el podría sancionarlo.

—Eres alguien importante, solo te Google— el frunció el ceño mientras buscaba algo en el refrigerador, verlo en bóxer, en la cocina era algo alucinante mente sexy, no podía evitar dejar de morder mis labios.

— ¿Mi domicilio se filtró? Tendré que cambiar de lugar, no me gusta que extraños tengan mi ubicación tan fácilmente.

—¿Te molesta que yo haya venido?— el volteó su vista hacia mí y se acercó.

—Claro que no, agradezco que hayas venido, y le agradezco a Anderson que te dijera mi dirección y que te ayudará a entrar a mi edificio, porque no hay otra manera de hacerlo— él se rió en mi cara.

—¡¿Cómo?! Ya no te rías—golpeé su hombro— y para que lo sepas, entre sola sin su ayuda.

—No puedes, es imposible, solo te dejarían subir si fueras parte de mi familia— me dijo, mientras tomaba un cuchillo de cocina para cortar unos tomates.

—Y eso les dije— tomé un paquete de pasta, sobre la encimera y la vertí sobre el agua hirviendo.

—¿Qué fue lo que le dijiste exactamente?—volteé a verlo, y el me miraba fijamente con un semblante serio.

—Le dije al portero que era tu sobrina— su boca se abrió formando una o.

—Y ¿Cómo se supone que te creyó?

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