BSD || BungouTober 2O19

DÍA 12: Agression | Cuddling

✒ Trama:
En aquel infierno lleno de torturas y agresiones, lo único que le quedaba era acurrucarse y abrazar sus piernas mientras lloraba...

«No mereces vivir si no eres capaz de salvar a alguien.»

✒ Personajes:
• Atsushi Nakajima
• Director del orfanato

♦♦♦

Llegué a aquel orfanato sin saber por qué y cómo. Todos los encargados de aquel lugar me solían decir que mis padres nunca me quisieron, pero nunca me dijeron la razón. Al igual que nunca me explicaron el porqué de todas aquellas agresiones que recibía cada día…

Mis compañeros miraban hacia otro lado y me señalaban sin más, acusándome de cosas que yo no había hecho. El director del orfanato me arrastraba a una sala aislada y allí me agredía con todo tipo de materiales de tortura… Incluso durante varios días me instaba a clavarme yo mismo un clavo en uno de mis pies.

¿Qué había hecho yo para merecerme esto?

Por las noches, las cicatrices y heridas de todos los daños sufridos me escocían y no podía tumbarme en mi jergón. Si se me ocurría hacer cualquier mueca de dolor y otro niño la escuchaba, me esperaba una noche en los calabozos, encadenado por los pies a aquellas paredes de piedra fría.

Lo único que podía hacer en esos momentos era acurrucarme y abrazar mis rodillas, intentando encontrar una explicación para tanto sufrimiento…

Pero nunca la hallaba…

Había noches que, sin que yo hiciese nada, el director me arrastraba de los pelos hasta aquella celda y me encadenaba sin más. Aquellas noches solía dormirme muy rápido, empapado en mis propias lágrimas, pero por la mañana notaba todo mi cuerpo entumecido y dolorido. Nunca llegué a sospechar nada… Ni siquiera cuando aquel científico puso la mirada en mí y estuvo varios meses experimentando conmigo. 

A pesar de todo el dolor recibido por las descargas que me daba, eso no quitaba el hecho de que, al terminar, el director del orfanato me estuviese esperando para otra serie de todo tipo de agresiones. Y, como si fuese cosa de un maleficio, siempre solía decirme lo mismo:

—No mereces vivir si no eres capaz de salvar a alguien.

Nunca entendí aquellas palabras, pero las rezaba como un credo en mi mente, quedando grabadas a fuego para siempre. Sin embargo…

¿Cómo voy a salvar a alguien si nadie me salva a mí?

Notaba que una rabia descomunal comenzaba a nacer en mi pecho mientras seguían los experimentos de aquel hombre sobre mí. Daba igual lo que gritase, daba igual lo que me doliese…

Nadie venía a salvarme.

Acumulé toda aquella rabia en todo mi ser y, con la sola idea de matar a aquel hombre en mente, mi conciencia se oscureció…

Desperté encerrado de nuevo en aquella celda. El cuerpo esta vez me dolía mucho más que otros días. Ante la puerta estaba el director del orfanato, mirándome impasible.

—¿Me odias?

Como respuesta recibió mi mirada felina, propia de un tigre con rabia.

¡¿Cómo no voy a odiar a alguien como él?!

—Hazlo, Atsushi. Ódiame todo lo que quieras… Pero jamás te odies a ti mismo.

Y, con aquellas palabras en el aire, se marchó. 

No me había recitado el maleficio de siempre…

No me había agredido…

Solo me había dicho que no me odiara a mí mismo…

¿Qué debía hacer entonces?

Lo que hago siempre…

Me acurruqué y abracé mis piernas mientras lloraba de nuevo.

Un niño no podía hacer nada más.