DÍA 22: BEAST | Fifteen

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✒ Trama:
Tras la muerte de su jefe, Chuuya vaga sin rumbo fijo por Yokohama hasta llegar a un cementerio...

«Los perros siempre encuentran el camino a casa.»

✒ Personajes:
• Chuuya Nakahara
• Arthur Rimbaud

♦♦♦

El sol se pone en Yokohama.

Los adoquines de la entrada a la sede de la Port Mafia siguen rojos tras lo acaecido hace una semana.

Un perro sin dueño se pasea por las calles sin saber qué rumbo tomar.

El novato ha desaparecido por orden de su jefe, la niña que lo acompañaba también, la mafia se encontraba en una grave crisis interna…

¿Qué le quedaba?

Anduvo errante hasta llegar a un acantilado decorado con lápidas. Se sentó en la más alejada, justo al borde del risco, desde donde podía observar el atardecer sobre el mar nipón.

De su bolsillo extrajo una cajetilla de tabaco y se encendió un cigarro. La brisa hacía que el humo desapareciese al instante.

Un perro sin dueño… Un perro que lo ha perdido todo.

Su familia y amigos lo han abandonado a su suerte y regresar a su hogar solo supondría agravar la situación en la que se encontraba.

Un perro que no tiene fuerzas para observar la realidad de cara, eso es lo que era.

Expulsó una bocanada de humo. Después de hacer desaparecer a su familia, su propio dueño también decidió desaparecer… Aquel dueño al que más odiaba.

Dejó órdenes para todos los miembros de la mafia, excepto para él.

Desde el primer momento, su dueño pensaba dejarlo abandonado tras dejarlo sin familia.

—Oye, Dazai… ¿Qué es lo que debo hacer ahora?

Preguntaba al aire, sin esperar respuesta. Sus ojos estaban completamente vacíos, carentes de todo rastro de sentimiento.

Era la mirada de un monstruo sin escrúpulos, cansado de la vida que le ha tocado.

Un perro cansado, agotado, furioso por no poder morder a su maldito dueño.

Así se encontraba Chuuya Nakahara.

El perro que acababa de perder a su dueño.

Existe una leyenda donde un perro esperó y esperó a su dueño en una estación de trenes, sin saber que había muerto hace tiempo. Leal como era, se negaba a separarse del lugar donde siempre lo esperaba para luego ir a lamerlo tras observar cómo bajaba del tren.

Qué curiosa comparación.

—¿Tú también por aquí?

El joven observó que por detrás se había acercado un hombre de pelo largo y ojos ámbar. Llevaba en sus manos un ramo de flores, las cuales depositó en la lápida donde Chuuya estaba sentado.

—¿Es hoy? —preguntó tras dar otra calada al cigarro.

—Lamentablemente, sí.

Un silencio incómodo inundó el lugar.

—No tenía humor para comprar flores.

—Escuché lo del jefe.

—Tampoco es que me importe.

El hombre suspiró mientras sonreía.

—Las flores no importan. Lo que importa es que sigues llevando su sombrero.

Chuuya tiró el cigarro y se levantó de un salto, pasando al lado del hombre.

—¿Adónde vas?

—No lo sé. Cualquier sitio es mejor.

—Desde aquel incidente donde conociste a Dazai, siempre vienes aquí para desahogarte.

Chuuya paró en seco su andar y se giró hacia su interlocutor.

—¿Estás intentando decirme algo, Randou? 

Su mirada en aquel momento era la misma que la de un perro rabioso.

—No, simplemente digo que los perros suelen regresar con sus verdaderos dueños.

—Yo no tengo dueño.

—¿Eres un perro callejero?

Chuuya alzó la mirada al cielo.

—Puede que sí.

—Ten cuidado entonces con la perrera.

Chuuya pasó del comentario. Era lo mejor en aquel momento.

—Siempre has vivido atado a Dazai, Chuuya… ¿No crees que la razón por la que no te haya dejado ninguna orden fuese solo para…?

—Ni lo pienses. Dazai era un bastardo. 

Randou soltó una risita.

—Es curioso que el mejor amigo del hombre sea el perro.

—No éramos amigos.

—Entonces, ¿por qué te preocupa tanto el hecho de que haya muerto sin decirte nada?

Chuuya abrió la boca para decir algo, pero la cerró sin encontrar respuesta.

—Chuuya, como mentor tuyo, es mi deber que te ayude. Dazai no te dejó una mísera orden porque…

—¡No quiero oírlo! ¡Cállate! ¡Ese imbécil mató al anterior jefe! ¡Le odio!

—¡No, Chuuya Nakahara, vas a escucharme! —se puso serio Randou—. Dazai no te ha dicho qué hacer porque te ha liberado.

El pelirrojo lo observó sorprendido.

—En efecto. Su “orden” es que vivas libre por fin.

—¿Ahora me vas a decir que ese bastardo era bueno? ¡Después de todo lo que nos ha hecho…! ¡Solo quiero saber qué debo hacer ahora!

Randou miró al joven, quien apretaba con fuerza sus puños mientras miraba hacia otro lado. 

—Yo… No sé vivir sin correa…

Y salió del cementerio empujando al francés.

El hombre fue envuelto en una brisa estival mientras regresaba su vista hacia la lápida sobre la que había dejado las flores.

—Seguro que estará bien. Los perros siempre encuentran el camino a casa, ¿verdad, Verlaine?

BSD || BungouTober 2O19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora