Capítulo 42.1

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Decir que dormí como un bebé fue quedarse corto.

Una sensación que no se comparaba con nada más que hubiera experimentado en mi vida inundaba mi ser después de haber hecho algo que no imaginé que sucedería esa noche con Jamie y mientras la veía dormir recordé el primer día cuando la conocí.

Supe desde que crucé palabras con ella tras bastidores que había algo que la hacía especial y que me hacía querer conocerla sin importarme si rompía mi regla de 'Nada sentimental' en el proceso.
Maldita sea. Ni siquiera quise intentar hacerla caer al igual que todas las chicas que hubo antes de ella. No podía aprovecharme de la situación y de su fanatismo por mí para tomar su cuerpo. Hacerle lo que quisiera y deshecharla como a un perro al día siguiente terminando con todo contacto...
No tenía la menor duda de yo tenía el poder de hacer eso, el problema era que no quería. No quería dejar de verla.

No podía tratarla como una puta más porque Jamie despertaba un sentimiento en mí muy diferente al que despertaban todas aquellas chicas. Era un sentimiento que me hacía querer cuidarla, protegerla de cualquier cosa. Conocerla tan detalladamente hasta el punto de aprenderme sus rasgos físicos como ese holluelo que aparecía en su mejilla derecha cuando sonreía haciéndola ver hermosa y descubrir esas manías que tenía como encogerse de hombros al final de una oración... Si tan sólo ella supiera lo jodidamente adorable que la encontraba haciendo ese simple gesto.

Jamie se había convertido irremediablemente en mi mundo después de haberla visto durante el concierto la primera vez y aún no podía explicarme a mí mismo cómo pasé de ser un hombre que no tenía novias y aborrecía el compromiso a estar acostado junto a una chica a la cual quería entregarle lo mejor de mí.

Dios...

La quería.
Realmente la quería.
Por eso la había traído hasta Canadá con nosotros y no dudé ni un segundo en devolverle su hogar. Porque maldita sea, si yo tenía los medios para hacerlo simplemente lo haría. Haría cualquier cosa por esa chica de cabello castaño que se había metido bajo mi piel y que ahora dormía como un tronco a mi lado.

No había sido fácil organizar esa sorpresa pero al haber llegado juntos a su casa y verla tan sorprendida cuando quité la pañoleta de sus ojos supe que todo había valído la pena y me sentí jodidamente orgulloso.

Quizás fué por el brillo de sus ojos al ver su casa delante de ella o tal vez fue la forma en que su rostro expresaba todo tipo de emociones. No lo sé. Sólo sabía que no podía esperar a que viera las escrituras que había hecho que llevaran su nombre.

Cuando llegamos a su cuarto y la ví entre la luz de las velas casi pude jurar que era un ángel. Las ansias de tomarla en mis brazos y besarla eran grandes pero lo eran más mis ganas de que todo saliera bien, de que ella supiera que era la dueña de su antigua casa.

Encima del tocador esperaba paciente el sobre que contenía las escrituras. Jamie las tomó entre sus manos cuando se las ofrecí y ví lágrimas acumuladas en sus hermosos ojos cafés cuando se dió cuenta de lo que eran. De un momento a otro ella corrió hacia mí y la recibí gustoso sosteniendo sus piernas que tanto me gustaban para que no cayera.

Por un segundo pensé que se negaría rotundamente a aceptar un regalo de esa magnitud.

-Sólo... Sólo acéptalo... Por favor... - Le dije esperando que no tuviera un pequeño arranque la señorita testaruda y entonces la ví morderse el labio.

Mis ojos cayeron justo en su boca y mi entrepierna protestó inmediatamente casi haciéndome sentir como un maldito adolescente al desearla tan jodidamente mal.

Alcé mi vista hacia sus ojos sólo por un momento para ver que ella me miraba con la misma intensidad bajo la luz de las velas y sentí que mi autocontrol se iba a la mierda.

Afterlife  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora