No sé cómo, ni por qué. Pero aquel día en casa de Ashton fue uno de los mejores días que había vivido. No paraban de contarme anécdotas de cuando eran pequeños, y a eso de las seis de la tarde, Ari apareció allí.
-¿Ari?
-¡Mi amor! ¡Cómo te echaba de menos!
Sonreí a mi amiga esperándola, literalmente, con los brazos abiertos.
El puntazo de la tarde llegó cuando, en vez de ir donde mí, fue hasta Aaron y le plantó un buen beso delante de Ashton y mía.
Ya me extrañaba a mí que me hubiera llamado amor.
-Qué asco dais.- Dije sentándome en el sofá.-
-Ey ey ey… que cuando tú no parabas de hablar de Ashton cuando os conocisteis no te decía nada. Y mira que eras pesada. Que si que mono es Ashton, que si vaya ojos tiene, que si hoy me ha llamado guapa.. que si…
-¿Hablabas sobre mí? – dijo Ashton sonriéndome pícaramente mientras se sentaba a mi lado –
-En tus mejores sueños, Irwin – dije levantándome del sofá para que no viera mis rojas mejillas. Ashton me agarró de la muñeca y me volvió a sentar –
-Oh, venga, yo también hablaba de ti… no es algo tan malo…
-Doy fe – dijo Aaron mientras abrazaba a Ari por la espalda –
-¡Pero que yo no hablaba de ti!
Ari alzó sus cejas y Ashton, al verla, comenzó a reír.
-Bueno, quizás alguna vez mencionara tu nombre.
Ari tosió.
-Bueno, ¡ya, vale! Hablaba de ti todos los malditos días unas cuarenta veces ¿feliz? – dije sonriéndole a Ashton –
-No sabes cuánto – dijo antes de capturar mis labios.-
-Conozco un hotel aquí cerquita que quizá os venga bien.
-Aaron, cierra el pico – dijo Ashton dejando de besarme y entrelazando nuestras manos. – Bueno, ¿os enseñamos ya el plan?
-¿Os? – dije impactada. Miré a Ari - ¿Estás loca?
Ari me sonrió de lado.
-Es la hermana de mi hermana, lo que la convierte en mi propia hermana. Tengo que ayudaros… ¿no?
-Eres imbécil… - me levanté del sofá y, literalmente, corrí hacia mi amiga abrazándola fuertemente – No tienes que hacerlo, si te pasa algo…
-¿Y si te pasa a ti?
-Pero yo debo hacerlo.
-Y yo. Yo no te digo que no participes, sería muy egoísta por mi parte. Es tu propia hermana. Simplemente déjame participar.
Me separé de mi amiga y la besé en la mejilla.
-Te quiero.
Ari y yo nos sonreímos y yo me giré, quedando frente a los chicos que nos miraban alzando las cejas y sonriendo.
Sabía que, en parte, nosotras les recordábamos a ellos mismos. Pero, ya sabéis, los chicos siempre serán chicos, y antes de mostrar sus sentimientos prefieren ser castrados.
Una hora después, me encontraba con Ari en el centro de la ciudad. Los chicos estuvieron un rato explicándonos lo que tenían pensado hacer para sacar a mi hermana de allí.
Yo estaba acojonada, para qué mentir. Jamás en mi vida me había peleado, ni siquiera con una chica. Jamás había pegado una patada, ni tampoco nadie me la había dado a mí.