Vientre de alquiler [H.S]

22

''Porque no puedo evitar enamorarme de ti...''

Heather.

—¡Odio todo esto! —grité golpeando la puerta con fuerza, encerrándome en la habitación para evitar que Will ingresara en ella.

—Heath... —me llamó tocando la madera para que le abriera—. Quiero ayudar...

—Vete Will —pedí mientras miraba mis zapatos, apoyando mi espalda en la puerta—. Quiero estar sola, por favor.

—No me iré, no te dejaré así —suspiró. 

Solté un sollozo, no pudiendo aguantar más luego de estar reteniendo las lágrimas durante tanto tiempo. Will, volvió a tocar la puerta una vez más, pero después de unos minutos de insistencia, dejó de hacerlo. No sabía si se había marchado, pero preferí no averiguarlo. 

Mi cuarto, era mi refugio por el momento. 

Después de estar encerrada, de experimentar la sensación de no volver a salir y, de saber que estaba siendo culpada como una asesina, había explotado al llegar a mi hogar. Un hogar, del cual quería escapar y no volver. 

Estar en ese lugar, solo lograba hacerme recordar lo que había sucedido. 

Mi abogado había ayudado a buscar los testigos, los cuales, habían dado a mi favor. Ellos, habían hecho que pudiera salir libre y estar un poco más tranquila. Sin embargo, aunque deseara estar calmada y pensar que ya no estaba siendo una culpable, no podía dejar de pensarlo; Había matado a una persona. 

—Heather, no puedes quedarte en este departamento encerrada por siempre, tienes que salir —oí el consejo cargado de preocupación por parte de Will.

Él no se había marchado.

—¿Dime por qué solo una vez no puedo ser feliz? —pregunté.

El silencio reinó de pronto, pero aquello no duró demasiado. Los sollozos volvieron a surgir. Todo para mí estaba decayendo, ya no era la misma de antes. 

Apoyé mi espalda en la puerta bajando hasta el suelo.

Miré hacia el frente y continué soltando lágrimas mientras pensaba en como estaba siendo arruinada de a poco. Dejando de lado a una Heather alegre y bromista, por una Heather mal humorada y depresiva. 

Y, después de ese día y los siguientes que vinieron, me cerré en mi propio mundo, no queriendo ser vista por nadie.  

Mi puerta fue tocada por días, esperando ser abierta por alguien, pero aún así, no me mostré. Solo contestaba mensajes de textos, lo cuales me pedían volver a salir a la luz. Melody, al igual que Harry, habían llamado preguntando por mi estado y el bebé, pero aquellas preguntas solo fueron contestadas con cortos mensajes de alivio para ambos. 

Estaba siendo una egoísta y, lo sabía. 

Un sábado por la mañana, sentí la puerta tocar nuevamente. Y, con pasos perezosos arrastré mis pies hasta ella para ver a la persona que estaba del otro lado. Cuando observé por el ojo de la puerta, fruncí mi ceño al no ver a nadie, pero de todas maneras abrí con cuidado para observar por el pasillo. Y, sin ver a nadie, solté un suspiro mirando hacia adelante, notando una caja en el suelo que parecía ser una tarta. 

Me quedé de pie por unos segundos, esperando ver a alguien más aparecer, pero al no ver la presencia de él, me incliné para recogerla y volver a observar hacia los lados. 

Harry no estaba ahí, pero había dejado una tarta y una pequeña hoja con su nombre. Y así fue cada tres días... dejando alimento u otro regalo que fuera llamativo para mí. Sin embargo, cuando esperé por media hora antes de que tocara la puerta y se marchara, la abrí y lo encontré a segundos de tomar el elevador.