Todo claro

1.6K 93 18
                                    

Narrador

Martes, Mansión Wayne, 3:10 p.m.

Alfred sostenía, asombrado, la bandeja de plata en la que había unas cuantas tazas de té, a excepción de una con café.

En la gran sala se encontraban todos los chicos, acompañados de las chicas, charlando y bromeando animadamente.

—Y aun estando esposado encima del capó del auto —es Dick quien se encuentra captando la atención de los jóvenes, deleitándolos con sus grandes anécdotas que ayudan a limpiar la relación entre la familia —aún sigue preguntándonos sobre el duende en el baño.

Todos los presentes estallaron en risas, incluso el joven con notorias ojeras pero que eran reemplazadas por su brillante y linda sonrisa. Cosa la cual Stephanie no desperdició y mira embobada a su querido amor.

—Jóvenes, aquí les dejo sus bebidas.

El mayordomo se acerca a dejar la bandeja encima de la mesa de cristal, enseguida de los chicos que se estiraron a tomar la suya correspondiente y seguir charlando entre ellos.

Aquello provocó que las comisuras de Alfred se elevaran, mostrando una gran sonrisa, algo melancólica, pero mayormente de alegría.

Ellos están aquí, frente a sus ojos, conviviendo sin tener que comenzar a discutir o querer matarse entre los unos y los otros.

—Siéntate con nosotros Alfred, acompáñanos a pasar un momento de caridad.

—Me encantaría eso señorita Gordon, pero el amo Bruce sigue fuera y tengo que ocuparme de la Batcave —rechaza con amabilidad, colocando la bandeja de plata debajo de su brazo, de pie con la espalda recta, y una alegre sonrisa de cariño para sus muchachos.

—¿Dónde está padre? —interroga el menor de los Wayne, con su té en mano, dando pequeños sorbos con la mirada fija en la persona que considera como su abuelo.

—Con su caso, acompañado de la joven Kate y el chico Duke.

Todos compartieron miradas curiosas, después voltearon a mirar al mayordomo con una sonrisa algo juguetona.

—Que tal sí... —comienza hablar la rubia marcando círculos con su dedo índice en su taza.

—No les diré nada acerca del caso.

Todos cayeron recargados en el sofá, soltando un suspiro caprichoso, no logrando su cometido.

De repente, el rostro del acróbata se iluminó, y exaltado se levanta de golpe provocando un susto a los presentes, cierto chico se quemó derramando algo de café en su brazo, mirando enfurecido al mayor, teniendo como respuesta la risa burlona del pequeño demonio.

—Jay, levántate, tenemos que irnos.

Todos compartían un rostro confundido, en especial el mencionado, arqueado una ceja, esperando una explicación.

—Tenemos que hacer una visita a un amigo, Joe ¿recuerdas?

Y lo comprendió, se levantó igual de exaltado acercándose a su lado, por un momento se había olvidado de aquel flacucho que se encontró husmeando en las pertenencias de su padre.

—Sí, tienes razón, tenemos que darle una visita —una sonrisa de lado se posa en el rostro del más alto —sorpresa.

No es necesario mencionar que todos ahí sospechaban de sus palabras pero era mejor no involucrarse, normalmente cuando esos dos están juntos sin odiarse: algo malo sucederá.

Y sin más titubeo se marcharon por la puerta principal, ahora caminando por el largo camino de cemento.

—Sabes que tendremos que viajar en autobús ¿no? —comenta el mercenario. A falta de un vehículo. En especialo su motocicleta.

The BatfamilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora