CAPITULO XXXI

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"Cuando te vi por primera vez, vi amor. Y la primera vez que me tocaste, sentí amor. Y después de todo este tiempo, sigues siendo el único al que amo"

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Habían sido escoltados por dos cadetes, el capitán y la loba hasta el departamento donde se encontraban las autoridades de la ciudad. Ramond y Kaleb habían tenido una corta pero cálida conversación. Violetta se encargó de llamar a Lydia e informarle que ya estaban en Anchorage pero que no podían ir a casa aún, Lydia prometió estar en el concejo en menos de media hora.

Tanto Violetta como Luka tenían una mirada de sorpresa y curiosidad, por las calles de Anchorage algunos lobos caminaban en su forma natural, los cachorros corrían jugando y atrapándose entre ellos, pequeñas risas de escapaban de los labios de Luka.

Pensaba que iban a ser un par de semanas muy entretenidas, fuera de que estaban ahí para ayudar a Jabel en el problema que estaba metido.

Al llegar una pequeña manada de lobos estaba en la puerta, todos sentados, aun sentados eran del porte de la omega, grandes y gordos, de un bocado la devorarían.

Dentro Kaleb empezaba a ver caras conocidas, llegaron los abrazos, las felicitaciones, gente saludándolo, eso fue hasta que llegaron a la oficina. Un lobo mayor estaba sentado detrás de un escritorio.

Kaleb tragó fuerte, sabía que esta sería una lucha un poco difícil.

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"Ve a hablar con tu omega"

La charla con el alcalde duró más de una hora, cuando habían pasado algunos minutos pidió amablemente a Violetta que se retirara con Luka a una habitación a esperar a su alfa.

Kaleb se levantó de la silla con los nervios de punta, si bien era una buena noticia, pero no era lo que se esperaban al llegar a Anchorage.

Entró a la habitación en donde estaba su omega y su hijo. Ambos lo miraron de la misma manera, eran tan parecidos.

"Mi amor". La omega se levantó rápidamente y se acercó envolviendo al alfa en un suave abrazo.

"Tan preciosa". Besó sus labios unos segundos. "Tengo noticias"

"Ven". Agarró su mano y lo llevó a sentarse en el pequeño sofá que había en el centro. "Vamos, dime"

"El alcalde accedió". Miró la expresión en su rostro, sus ojos brillaron de emoción. "Solo si es con residencia permanente"

Violetta se quedó muy quieta mirándolo, luego miró a Luka, su pequeño estaba jugando con unos muñecos que encontró en algún cesto. Recuerdos invadieron su mente, desde que era una niña, sus padres, su abuela, Luka en el vientre de su madre, su madre muriendo poco a poco, la independencia, las noches en vela, el quiosco de flores, Kaleb.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, mordió su labio evitando que tiemble. Se encaramó en el regazo de su alfa, y se pegó lo que más pudo. Kaleb la rodeó con sus brazos apretándola para demostrarle que estaba ahí. Ambos sentían en su lazo los sentimientos del otro, sabían que de cierta manera dejar Seattle era dejar una vida atrás.

Kaleb también pensó mucho en cuando llegó, sus llantos de media madrugada, las noches solo, los días festivos sin compañía, cuando conoció a la omega, los ojos curiosos de Luka, recordó cuando empezó a enamorarse de Violetta, cuando Luka lo llamó "baba".

Ahora ambos estaban inundados por los recuerdos y las lágrimas, se dieron cuenta en ese momento que necesitaban dejar ir todas las cosas malas que pasaron por su vida, porque por fin salía el arcoíris, y porque no querían empezar una nueva vida atados a los recuerdos del pasado.

Invierno de ViolettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora