Una semana después de que llegaron a Anchorage, Kaleb había comprado una casa en la ciudad para su familia, era muy parecida a todas las del pueblo, cálidas, altas, con puertas grandes y anchas, contaba con tres habitaciones.
Habían aprendido a sobrellevar el frío, Luka ya no se ponía tantos abrigos, y odiaba el hecho de usar gorros de lana y guantes.
Hoy con siete meses y medio de embarazo, Violetta era como una luna llena, muy llena, literalmente. Había sido toda una travesía llevar un bebé en su vientre, empezando porque había subido considerablemente de peso, su ropa se le había quedado hace mucho tiempo, usaba constantemente los abrigos de su alfa y sus camisas para estar en casa o dormir.
Había aprendido a amar las manos de su alfa recorriendo su vientre cada noche antes de dormir, amaba que le hable a su bebé en susurros, y como sentía las pataditas en respuesta a la voz de su padre mientras ella enterraba las manos en sus rizos peinándolos.
Kaleb no podía evitar enamorarse cada día más de su omega, y aunque a ella no le gustaba estar tan llenita, él la amaba más. Amaba como su cabello había crecido mucho más, brillante y muy negro, le encantaba verla envuelta en sus abrigos o pidiendo atención con sus brazos extendidos desde la cama.
Luka por otro lado asimiló muy bien la noticia de que iba a tener una hermana, oh, sí, olvidé mencionar que una pequeña y fuerte alfa estaba creciendo en el vientre de Violetta. Volviendo a Luka, él era el que encargaba de vigilar que su madre estuviera cómoda a todo momento mientras baba estaba entrenando lobitos, como el pequeño solía decir. También tenía como costumbre antes de ir a dormir a su habitación subirse a la cama de sus padres, darles besos y luego poner sus manos en el vientre mientras le cantaba canciones infantiles a la bebé y risas suaves se escapaban de sus labios al sentir las pataditas.
Los padres de Kaleb habían aceptado a la omega, no es que a ella le importara, pero era un avance, los visitaban una vez por mes, y ellos los invitaban a cenar fuera también.
Todos ya esperaban con ansias a la bebé.
En una mañana muy tranquila, mientras Violetta le enseñaba los fonemas a Luka, empezó a sentir a su bebé patear muy fuerte, intentó calmarla con caricias, pero continuó hasta que un dolor atravesó por su vientre bajo haciendo que se quejé muy fuerte. Kaleb había preparado muy bien a Luka para esto, le enseñó a hacer llamadas desde el celular y a quienes tenía que llamar.
Rápidamente se levantó de la silla acercándose donde su mamá, besó su mejilla y corrió en busca del celular.
"Baba, llamar a baba, llamar a baba". Encontró el contacto y llamó. En dos timbres contestó el alfa.
"Mi amor, ¿Cómo estás?"
"Baba, es mami". Kaleb colgó el celular y Luka entendió que tocaba la siguiente persona.
"Llamar a tía Lylia, llamar a tía Lylia". Al cuarto timbre contestó.
"Hola"
"Tía, es mami"
"Oh, cariño, ya estoy yendo"
Luka dejó el celular y volvió con su madre, Violetta trataba de respirar pausadamente pero el dolor que sentía era insoportable.
El pequeño agarró su mano dejando varios besos.
La omega aun no rompía fuente, pero estaba muy cerca y probablemente solo aguantaría unos minutos antes de hacerlo.
El parto lo tenían programado en la casa, con Lydia liderando y dos enfermeras más. Debían de ser muy delicadas, puesto que aparte de ser una recién nacida, la alfa era una loba pura, y había dado muchas complicaciones en los siete meses, ya que quien la cargaba era una mitad lobo.
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Invierno de Violetta
Science FictionLa nieve había llegado a Seattle y el alfa no quería que el invierno toque a su Violetta.