La alarma.

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Me levanto sobresaltada. Ha tenido que ser uno de esos sueños que no puedes recordar, uno de esos en los que te caes desde mucha altura, como por un precipicio, y de repente te despiertas por esa sensación de vacío en el estómago porque crees que es real. Pero que más da, si ya no puedo recordarlo y además...

¿Ya son las 7?

No puede ser, tengo que estar en el aeropuerto a las 8.

¿Ha sonado la alarma y no me he enterado?

Dejo de mirar al reloj de la pared y cojo el móvil de la mesita. Sin batería. Si es que soy imbécil. Anoche lo llamé y nos tiramos hablando un buen rato y claro, se me olvidó ponerlo a cargar.

Pero quería asegurarme de que todo iba a salir perfecto, no podía sospechar nada. Tenía tantas ganas de que esto llegara, que llevo una semana con la maleta hecha y, no miento.

Salgo rápidamente de la cama y agarro la ropa de la silla, menos mal que anoche la dejé preparada. Si me ducho en 5 minutos, todavía puedo llegar a tiempo.

-KAAAAT -Angie me llama a gritos desde la cocina-, traigo magdalenas recién hechas ¿te apetecen? -Abre con fuerza la puerta del baño-. ¿Qué haces todavía así? Madre mía, no vamos a llegar a tiempo y todavía te queda desayunar y recuerda que el desayuno es la comida más importante del día porque ...

-Tía para, no me pongas más nerviosa de lo que estoy -digo interrumpiéndola-. Y recuerda que la que puede que no llegue a tiempo soy yo, no tú. No sé para que madrugas tanto.

Angy parece mi madre, siempre preocupándose tanto de mí. Es verdad que sino fuera por ella se me olvidarían muchas cosas o las haría mal pero, es que otras veces resulta muy pesada.

-Quería traerte magdalenas de las que te gustan, así como regalo de despedida.

-Anda calla, que parece que me voy a mudar de planeta, ¡solo voy a estar fuera unos días! Y ahora, vete que me tiene que dar tiempo.

Angy pone cara de compasión y al abrir la puerta para salir, puedo oler las magdalenas recién hechas.

Cuando abro el grifo, pongo a tope el agua fría. Aunque todavía estemos a finales de Junio, hace casi más calor que en pleno Agosto. Tengo el pelo limpio así que me lo recojo en un moño para evitar que se moje y al salir de la ducha, compruebo que 1) tampoco me queda tan mal y 2) no tengo tiempo para muchos trotes así que, decido dejármelo.

Me meto una de las magdalenas que, por cierto, están bastante buenas, y me bebo un vaso de leche fría con Cola-Cao.

-Angy ya estoy-digo saliendo de la cocina-, ayúdame con las maletas

-No te preocupes por eso que ya está todo en el coche -dice para mi sorpresa mientras abre la puerta y bajamos en el ascensor.

-¿Cómo? ¿Pero tú a que hora te has levantado? -Se echa a reír-. En serio, nunca te entenderé.

-No quiero que me entiendas -se burla.

Le pongo cara de asco y me acomodo en el asiento del coche.

Desde el piso hasta el aeropuerto se tardarán como unos . La verdad es que, aunque me haya acostumbrado rápido a vivir en la ciudad, echo de menos mi vida en el pueblo cuando a estas horas no te encontrabas ni a un cristo en la calle y podías caminar tranquilo desde la casa hasta el instituto.

Pensándolo bien, este día me recuerda a aquellos en los que no me enteraba del despertador y seguía durmiendo. Mi madre entraba a toda pastilla en la habitación y subía las persianas diciendo: "Kaaat, que quedan solo quince minutos". Y entonces yo me vestía y desayunaba como con un petardo en el culo. Después, mi madre me llevaba en coche al instituto y decía: "Esto te viene bien para sentirte despierta".


No somos de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora