El árbol.

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Estaba durmiendo tan bien, no recuerdo con lo que soñaba pero era me gustaba. ¿Quién me estará llamando? Hago el intento de abrir los ojos, ¿qué? Todavía es de noche. Soy idiota, dejé el móvil en el bolso, tengo que levantarme. Salgo rápido de la cama, antes de que la ruidosa música despierte a Tyler. El número es oculto. 

 — ¿Quién? —Digo en voz baja. 

Nadie contesta pero oigo a alguien respirar, empiezo a asustarme. No sé porque se me pasa por la cabeza, pero lo digo. 

— ¿Luke? Si eres tú... —Oigo el pitido, quién quiera que fuese ha colgado.

¿Por qué he pensado que era Luke? Podría haber sido cualquiera que disponga de mi número y la lista de personas no es corta; tal vez era algún gracioso que se quedó sin palabras para gastar la bromita y simplemente colgó. Vuelvo a meterme en la cama e intento dormirme, aunque no de resultados. 

—Kat —dice Tyler, que ha pasado de susurrarme en la oreja a gritarme y tirarme cojines—. ¿Cuándo narices piensas levantarte?

Meto la cabeza debajo de la almohada y sigo con los ojos cerrados, he intentado abrirlos varias veces y se me cierran solos, como si les molestase la luz. Como cuando pones la mano en algo demasiado caliente y tienes que apartarla sin remedio. Despertarse con sueño es lo peor pero es normal, anoche me costó como dos horas conseguir dormirme. 

Tyler me golpea repetidamente con el cojín en la espalda, es molesto.

— ¿Qué te pasa tío? —Le grito, cojo mi almohada y le doy en la cara.

—Pues, desde que me levante —me devuelve el golpe y tengo que salir de las sabanas buscando venganza—, me ha dado tiempo a hacer un montón de cosas y tú todavía sigues ahí —dice esquivando lo que iba a ser un buen almohadazo en la barriga—, sin inmutarte. 

— ¿Qué tipo de interesantes cosas dices haber hecho? —Ahora soy yo la que esquiva su golpe. 

—Mira, me he duchado —dice corriendo por la habitación, intentando pillarme—, me he vestido, me he comido las galletas que quedaban en tu mochila...

— ¿Qué? —Digo corriendo hacia el balcón—. Esas eran para mí. 

— A quién madruga Dios le ayuda —se defiende. 

Intenta darme en la cara pero golpea mi almohada, con la que me protegía, y la vemos caer desde el balcón hasta la calva de alguien que acababa de salir. Inmediatamente nos agachamos, espero que no nos haya visto ¿en serio? Qué más da eso, me estoy meando patas abajo, literalmente, de la risa. Así que tengo que ir corriendo al baño. 

Buaf... ahora sí que me siento mejor. 

—Me han dicho que te has mojado las bragas —me grita Tyler desde fuera, se está riendo.

Me ducho y, aunque quiero ropa limpia, me tengo que poner la ropa de ayer: los vaqueros cortos, una camiseta blanca "rota" por la espalda y unas sandalias. Menos mal que no sudé mucho. 

— ¿Qué planes hay para hoy? —digo con una sonrisa y le doy un último trago a la leche. 

Estamos desayunando en la cafetería del hotel que está practicamente vacía. Se habrán levantado pronto, no como otras.

—Tienes tiempo para pensarlo mientras termino con unos asuntillos pendientes —me responde Tyler y se levanta a pagar. 

¿Qué asuntillos? Antes, las sorpresas me emocionaban pero ya son tantas que las estoy aborreciendo. 

—He llegado a una conclusión —le digo a Tyler mientras conduce—, un día contigo es como un Huevo Kinder, siempre esconde una sorpresa en el interior. 

No somos de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora