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¿Cuánto tiempo llevo dormida? Habrá sido una siesta larga, tengo que ir al hospital a ver a Luke... ¡Luke! Desvío los ojos a la derecha del sofá, ahí está Jesús clavándome la mirada.

- ¿Qué tal bella durmiente?

Me siento sobre el sofá y como una avalancha llega toda la información a mi mente, todo lo que ha sucedido en las últimas horas.

- ¿Qué ha pasado? -Le pregunto.

- Eso te estaba preguntando yo cuando, de repente, tu cara se puso blanca y caíste al suelo.

- ¿Có-Cómo has entrado?

Estoy bastante confusa vaya.

- Llevabas las llaves en la mano. Pero, no te molesta que haya entrado, ¿no?

- No, no -sacudo la cabeza repetidamente- . Al contrario, gracias. Podría seguir ahí tirada a no ser por ti.

- Hombre -levanta una mano sobre su cabeza-, estaría bueno.

Jesús es el chico al que le doy clases particulares, está estudiando magisterio y es su primer año. Como no tuve suerte con mi primera entrevista de trabajo y necesitaba algo de dinero, empecé a dar clases de inglés y matemáticas principalmente. Habíamos quedado en que nos veríamos después de la visita diaria que llevo haciendo todas las tardes, en la última semana, al hospital.

- Y, ¿llevo mucho tiempo mareada?

- Como unos diez minutos. Estaba empezando a preocuparme; de hecho, iba a llamar a un médico cuando has vuelto en sí. ¿Quieres que llame de todos modos?

- No te preocupes, habrá sido una bajada de azúcar o algo de eso -digo cruzando las piernas como los indios-. Tendría que haberle hecho caso a Pablo y haber comido algo.

- Ah, espera. -Se levanta y vuelve con una bandeja-. Lo he estado preparando mientras.

La deja sobre mis piernas y se sienta a mi lado. Hay un sándwich y una taza con zumo, no me paro a pensar si debería comérmelo o no.

- Gracias de verdad. -No creo que me haya entendido porque tengo la boca llena pero lo importante es la intención.

- No tienes que darlas. -Vuelve a rascarse la nuca nervioso, es una manía por lo que veo-. Me estabas contando lo que había pasado con Luke antes de, ya sabes.

Lo que había pasado con Luke. Lo que le ha pasado a Luke. No tengo que pensar mucho para saber a lo que se refiere pero tengo que decirlo y eso, ya es otra cosa.

- Perdió mucho tejido del encéfalo -"vamos, ya sólo queda la parte más dura" me digo-, donde guardamos la memoria o información a corto plazo por decirlo de alguna manera. Así que no me recuerda, ni a mí, ni a nada que haya pasado en los últimos cuatro o cinco años.

Ahora, que he conseguido soltarlo, me siento mucho mejor la verdad. Supongo que habré pasado la fase de "reconocer los hechos", todavía me queda aceptarlos.

Veo que la expresión en la cara de Jesús ha cambiado bastante, al igual que cambiará en la cara de cualquier persona a la que se lo cuente. Empezarán a sentir pena por mí, van a intentar tratarme con más cuidado como si fuese frágil, un cristal a punto de romperse. Y, eso es lo último que quiero.

- Joder Kat. -Tiene la mirada fija en el techo-. No sabes cuánto lo siento, ojalá pudiera hacer algo para ayudarte, cualquier cosa.

Ahora intenta encontrar mis ojos.

Siempre he tenido la impresión de que esté chico tenía un corazón un pelín más ancho de lo normal y lo sé porque es transparente, deja pasar la luz a través de sus emociones.

Estamos en silencio bastante rato, sumergidos en nuestros pensamientos mientras nuestros ojos pasan por los cuadros, las fotos, la estantería llena de discos, la otra estantería llena de libros, la tele apagada y por cualquier cosa que decora la pared de enfrente; cualquier cosa que me recuerde a Luke.

Sinceramente, me asombra bastante no haber llorado mientras era capaz de contarlo por primera vez. Hubiese sido una sensación un poco, bastante, incómoda.

- Ey -suelto al cabo de lo que ha parecido un largo rato-, no tienes porque estar aquí.

- ¿Seguro?

- Sí, ya has hecho suficiente por mí hoy; recuerdame que te debo una.

- Bueno, me conformaré con una clase gratis.

Se me escapa una sonrisa.

- Trato hecho.

- Pues entonces, me voy -sentencia poniéndose de pie-. Pero promete que estarás bien.

- Sí.

No sé si ha sido un sí más prolongado de la cuenta pero ha sonado así.

Me levanto yo también y lo acompaño hasta la puerta.

-Gracias de nuevo -repito sujetando la puerta.

- Que no tienes que darlas mujer -me dice ya desde las escaleras.

- Oye, tú, ¿no llevabas un archivador?

Antes de terminar la frase estoy dándome la vuelta para cogerlo de la encimera de la cocina. Y cuando me vuelvo, está justo ahí, detrás mía. El archivador tropieza con su abdomen y después de caerse al suelo, se le salen todas las hojas.

-Lo siento.

Inmediatamente me agacho para recogerlas. Él me ayuda y no, no va a ser la típica escena en la que tropiezan las cabezas y los protagonistas se besan, eso es una cursilada sin sentido.

Estamos de pie, estoy sosteniendo el archivador en mis manos y cuando creo que va a estirar la mano para cogerlo, la lleva hasta mi cara y aparta los pechones de pelo que se habían descolocado al agacharme. No sé cómo reaccionar. Da dos pasos hacia mí, lo tengo a milímetros. Me bloqueo. Me besa.

¿Qué? ¿Por qué está haciendo esto?

Ha sido rápido, ni siquiera hemos cerrado los ojos, ha sido incómodo. No es así, pero besarle ha sido tan amargo como chupar un limón. Si hubiesen sido otras mis condiciones de ánimo, se habría marchado a su casa con una bonita palma de mano marcada en su cara.

- Joder, la he cagado.

Eso es lo único que dice, coge su maldito archivador y se marcha.

Ahora es uno de esos momentos en los que te das cuenta de que las personas no son cómo realmente piensas; lo único que sabemos de ellas, es lo que vemos. ¿Jesús no es un tipo con un corazón más ancho de lo normal? ¿Sólo pretendía serlo para aprovecharse? No sé qué pensar, no me apetece pensar.

Mi móvil empieza a sonar.

Joder, tengo veinte llamadas perdidas: cinco de mi madre, cuatro de mi padre, dos de Melanie y las otras, todas de Angy. Al menos me alegra saber que Jesús no se tomó las confianzas de contestarlas.

No somos de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora