Bicicletas robadas.

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-Llevamos más de veinte minutos -grito para que pueda oírme ya que me tiene bastante ventaja-, me van a salir agujetas.

-Qué floja eres. -Disminuye la velocidad para que me de tiempo a alcanzarle-. Tienes que mover el culo del sofá más a menudo.

Bien, ahora vamos a la vez, espero que se mantenga constante porque esto de salir a montar en bicicleta con Tyler es como salir a montar en bicicleta con nadie.

-En serio Ty, vamos a parar.

-Pero si ahora viene lo mejor.

Se para en seco y casi me lo trago a él y una mujer que venía en dirección contraria.

-Open your eyes -me grita mientras se aleja para seguir con su ruta.

-Sorry -me disculpo pero creo que no llega a oírlo-. No vuelvas a hacer eso.

-¿El qué? -Pregunta-. ¿Pararme? Tranquila, que ahora no me vas a alcanzar.

Y así es, no le consigo alcanzar.

Primero empieza a correr tanto que por un momento, creo que estoy en una vuelta ciclista o algo así; pero después, se sale del carril bici que recorre el río Liffey y empieza a deslizarse entre coches atascados por el tráfico.

Pasamos tan cerca de ellos que tengo miedo de rozarme y rallarlos o cualquier movida, así que tengo que ir más despacio aunque sin poder perder de vista a Tyler, que parece llevar haciendo esto toda su vida.

Creo que pasan como unos tres minutos desde que lo veo llegar el final de la caravana de coches hasta que yo consigo salir y reunirme con él, por fin.

-¿Era necesario todo eso? -Le chillo.

-No me digas que no ha sido la ostia.

-No vuelvo a ir contigo a ningún sitio -le respondo-, ya lo sabes.

Ambos, nos hemos bajado de la bici y la llevamos arrastrándola ahora.

-No podrás resistirte. -Odio que intente imitar esa sonrisa pervertida como ahora mismo, nunca le saldrá. Sin embargo, a mí sí que me sale una bonita mirada de asco-. Venga ya, con lo bien que nos lo pasamos ayer.

Bueno, vale, ayer fue uno de los días de mi vida en los que más me he reído, Melanie y él hicieron de mis guías turísticos y, según ellos, me estuvieron enseñando lo mejor de Dublín. Me llevaron al sur del puente de O'Conell, estuvimos pasando por la Trinity College y flipándolo con las infinitas estanterías repletas de libros que tiene su biblioteca.

Todo iba bien hasta que Tyler se puso un libro en la cabeza e intentó andar con él como si fuese un princeso; pero, como es tan subnormal, se le cayó al suelo y bueno, lo que venía después se podría predecir, nos echaron por su culpa. Al principio, nos cagamos un poco ya que era uno de los ejemplares más antiguos (no, menos mal que era el famoso códice del Libro de Kells) que conservaban pero una vez fuera, casi nos morimos de la risa recordando la cara que se le puso a Melanie al ver al guardia de seguridad acercarse. Sí, lo sé, somos unos críos sin futuro.

Estuvimos dando una vuelta por Grafton Street y sus caras tiendas y como no teníamos mucho dinero, nos conformamos con sacarnos fotos con los mimos que inundaban la calle junto con un puñal de músicos vagabundos que lo hacían genial y que desprendían algo especial en el ambiente, supongo que sería la esperanza que brillaba en sus ojos o la fuerza que se escuchaba en cada uno de sus acordes.

Si el día de ayer se hubiese tratado de una películas y cada una de sus horas hubiesen sido una escena diferente, diría que mi escena favorita de la película fue la correspondiente a la hora que pasamos en St Stephen's Green. Ese parque es como el correspondiente al Retiro de Madrid, ambos son ese oasis de paz que necesita cualquier ciudad. No hicimos nada aparte de tumbarnos en el césped y darle de comer a los patos del estanque. Por un momento pensé que estábamos en Orlando, en el Disney World; me recordó mucho a ese día. Me recordó a lo a gusto que me sentía al lado de Tyler y de repente, me di cuenta de que estaba volviendo a sentirme de esa manera, como si nosotros fuésemos lo único que importa en La Tierra.

Quería decirle todo eso en voz alta pero llegué a la conclusión de que podría conformarme con una mirada y una sonrisa que tal vez, transmitieran todo por telepatía; no sé, a veces, pasa. Así que me giré sobre el césped hacia la derecha y sabía que me lo iba a encontrar ahí tumbado a mi lado pero no esperaba que fuese a estar mirándome, que fuese a estar tan cerca; no esperaba que fuese a acercarse aún más, que se atreviese a pasar la mano acariciando mi espalda y a, robarme un beso.

Pero, ¿por qué narices no lo esperaba? Es lo más lógico que puedes esperar de alguien como Tyler Killeen. Estúpida de mí. Lo más gracioso es que, no me aparté; es más, me gustó porque si ese estanque me había recordado a aquel otro del Disney World, ese beso fue como una bomba que estalló dentro de mí con todos los malditos recuerdos de aquellos días.

Mirando la parte buena, Melanie no tuvo que presenciarlo y ahora que lo pienso, ni siquiera sé donde estaba, supongo que comprando más pan que echarle a las palomas.

Mirando la parte mala, Tyler tiene novia y yo sigo soñando cada noche con Luke; quizá no deberíamos dejarnos tanto llevar, o ¿sí?

-¿Kat? -Me llama Tyler devolviéndome a la realidad-. Venga, admítelo.

¿Que admita? ¿El qué?

-Ah sí, sí -intento volver a la conversación.

-Te veo muy empanada eh.

-Es que estaba acordándome de ayer cuando te pusiste a cantar la canción esa -miento-, cuando llegamos a la estatua de la mujer que sujetaba un carro lleno de cestas.

-¿Molly Malone?

-Sí, ¿puedes volver a cantarla?

- In Dublin's fair city -tararea-, where the girls are so pretty. I first set my eyes on sweet Molly Malone, as she wheeled her wheel-barrow. Through streets broad and narrow, crying, "Cockles and mussels, alive, alive, oh!"

Llega al estribillo y como yo me lo acabé aprendiendo ayer, lo cantó con él.

-Alive, alive, oh -gritamos a la vez, la gente nos mira raro-. Alive, alive, oh", crying "Cockles and mussels, alive, alive, oh".

La canción es triste porque al final, la hermosa pescadera muere de una fiebre en plena calle mientras empujaba un carro y pregonaba: "¡¡Mejillones y berberechos vivos!!". Según dijo Melanie, no existen pruebas de que tal personaje existiese pero esa estatua está allí en su honor.

Entre tanto, llegamos a una cafetería donde dejamos las bicicletas a la entrada y pedimos un típico desayuno irlandés y menos mal que teníamos hambre porque es demasiado completo: huevos, tocino, salchichas, tomate, pan y un café para cada uno.

-Entonces -me dice-, ¿qué has aprendido de estos días en Irlanda?

-Que debo mirar al lado correcto al cruzar la calle.

Los dos nos reímos pero la verdad es que ayer me di un buen susto; que casi me atropelló un coche porque como en Irlanda se conduce por la izquierda, al cruzar la calle, el coche vino por mi derecha y yo estoy acostumbrada a mirar por la izquierda y encima, iba distraída hablando con Melanie.

-Sino llega a ser por mí.

-Pero si casi me rajas la camiseta del estirón que me pegaste -bromeo-. No hombre, realmente vas a salir en los periódicos y todo.

-Sí, sí. -Le da el último trago a su café-. Voy a pagar, anda.

Salgo a esperarle en la puerta pero se me quitan las ganas cuando veo que las bicicletas han desaparecido.

-No jodas -susurra al salir y ver mi cara-, pero si las habíamos atado bien con la mierda esa.

-Pues mira -pongo cara de compresiva-, algo más que has aprendido de Irlanda: son todos unos ladrones.



No somos de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora