Como niños.

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Nunca pensé que disfrutaría tanto en un sitio como este, todo aquí es genial y mágico. Me da pena que Matt y Melanie se lo estén perdiendo por la resaca de la fiesta de ayer, les habría encantado. Lo estamos viendo todo muy rápido para que nos de tiempo y aún así, nos vamos a  quedar sin ver un montón de cosas. Este sitio es para venir a verlo tranquilamente y disfrutar un día en cada uno de los parques del complejo; podría hacerlo si me quedase otra semana, como tenía pensado, pero no puedo. Primero, porque no tengo dinero y no voy a permitir que Tyler me lo regale; segundo, porque tengo que estar con mi madre, sé que se estará sintiendo sola sin mí y sin papá. También podría haber aprovechado esta semana en verlo pero no me arrepiento de nada de lo que he hecho.

— ¿Cuál es mi bocadillo? —pregunta Tyler que ha sacado de la mochila los dos bocadillos que hice antes de venir.

—El que tiene la equís  —le digo y me pasa el mío. 

Estamos sentados en una zona de césped en una parte a la que llaman Camp Minnie-Mickey, desde aquí se ve un pequeño lago en el que hay patos y, en la orilla, figuras de los personajes Disney pescando. 

Cuando veníamos en el coche, entré en internet para saber que cosas nos podría dar tiempo a ver hoy y el Animal Kingdom fue la mejor opción. Hemos estado viendo  un montón de animales exóticos preciosos y ya no me acuerdo del nombre de la mitad de ellos; había un árbol de la vida como el del Rey León. Estoy viendo las selfies que me he hechado allí con Tyler, vaya caras. 

Me he tumbado en el suelo, apoyando la cabeza en la mochila que está empezando a vibrar. Es el móvil, es Angy.

— ¡Cielo! —la oigo gritar al otro lado de la línea— ¿Como estás?

—Genial —le digo—, hoy hemos venido a Disney World y es una pasada. Estamos comiendo ahora.

—Buaah, no sabes lo que me alegro de que estés bien. 

Eso es lo que quiero escuchar de ella porque en verdad, estoy bien. El hecho de que no esté con Luke supondría un problema para ella así que decido seguir manteniéndolo en secreto. 

—Y tú, ¿cómo te va con Sam? 

—Ahora mismo estoy con él —pone el altavoz y puedo oir a Sam gritar mi nombre y algo más que no consigo distinguir. 

— ¿Qué? —le digo a Angy que no para de reírse. 

—Nada, nada. Sólo te llamaba para decirte que estoy recogiendo todas las cosas del piso y las voy a llevar a la casa de Sam. 

No me creo que no vuelva a pisar el piso que se convirtió en mi hogar en los últimos cuatro años. Menos mal que no estoy allí empaquetando cosas porque después me entraría depresión. 

—Ánimos —les digo. 

—Sí, besos. 

—Adiós —suelto antes de colgar.

Voy a echar a Angy mucho de menos, ella seguro que empezará a trabajar en algún hospital y todo será diferente, no volveré a ser una adolescente que se preocupa por los exámenes nunca más.

— ¡Mira! —grita Tyler señalando — son Alvín y Las Ardillas.

Se acerca a quiénes quieran que sean los que van disfrazados y le saco una foto con ellos, parece un niño. 

— ¿Puedo echarme otra con los del Libro de la Selva? —me pregunta como si yo fuese su madre, no puedo evitar reírme. 

—No, va a empezar ya el Festival del Rey León y no quiero perdermelo. 

—Jo. 

Lo cojo de la mano y lo arrastro hasta el teatro. 

—El musical ha sido... —dice Tyler cuando salimos— No encuentro la palabra ideal.

—Ya lo has dicho, ideal. 

—Ahora, ¿a dónde vamos? —pregunta como si hubiesemos acabado.

— ¿Cómo que a dónde vamos? —le digo— Nos quedan un montón de cosas por ver y esto va a cerrar en tres horas. 

 Estamos de "safari por el Kilimanjaro", parece que estamos relamente en África porque el vehículo va por carreteras sin pavimentar y de vez en cuando sientes sacudidas y, ya había visto elefantes y girafas antes pero verlos tan cerca siempre te impresiona. 

— Hakuna matata —empieza a cantar Tyler—, vive y deja vivir

—Hakuna matata —le sigo—, vive y sé feliz. 

Las otras dos familias que van con nosotros parecen divertirse así que seguimos cantando los dos juntos: 

"Ningún problema debe hacerte sufrir. Lo más fácil es saber decir hakuna matata."

Los otros que no parecen entender nada empiezan a aplaudirnos como si esto fuese un show ya preparado. 

—Hakuna matata —sigue Tyler—, que gente más tonta. 

—Hakuna matata —continuo—, como sepan español. 

—El narizón no parece muy listo —canta Tyler con el ritmo de la canción original. 

—Lo mejor va a ser que te calles, hakuno matato —termino yo riéndome.

Estoy segura de que no se han enterado nada por la manera en la que silban y aplauden al final. 

— ¡Ahora vamos a Asia! —grito cuando salimos refiriendome a la zona dedicada a este continente, no al continente en sí. 

—Espero que aquí no me moje —digo retorciendo mi camiseta mientras esperamos en la cola de Expedición del Everest.

—Pues yo espero que sí —dice Tyler que está justo enfrente mía analizandome de pies a cabeza—. Estás más sexy así. 

Me ruborizo, odio que haga esos comentarios y peor, odio que después quiera besarme. Fallo técnico, sólo le ha dado tiempo a colocarme el pelo húmedo detrás de la oreja porque acaba de pararse una cabina libre y tenemos que subir. 

Empiezo a sentir cosquillas en el estómago cuando subimos por los rieles, esperando que al final de estos haya una gran pendiente que me consiga secar el pelo. Pero para mi sorpresa, cuando llegamos arriba no caemos, atravesamos una montaña, el "Everest". Espero que cuando acabemos la montaña la pendiente esté ahí pero esta maldita atracción vuelve a sorprenderme porque los rieles parecen estar rotos al final, la cabina se para y desde allí vemos todo el parque. 

Tyler agarra mi cara y me da un beso rápido, la gente emite un "oh" y no sé si lo hacen por nuestro beso o porque la cabina ha empezado a ir marcha atrás. 

No somos de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora