Exacto.

144 13 10
                                    

—Hola —dice al abrirme la puerta.

—Ni hola, ni leches.

—Ey, ¿qué te pasa?

—Joder Pablo. —Con sólo dar dos pasos en la entrada de la casa, el olor a galletas recién hechas me invade—. Sé que tus padres están más líados y eso pero tú podrías haber avisado de que le habían dado el alta. 

—Y tú podrías mirar tu móvil más a menudo. 

Abro mi bolso para mirarlo y, efectivamente, tengo tres llamadas perdidas suyas.

Anoche después de la escenita con Jesús —de lo que he intentado hacer borrón y cuenta nueva—, respondí a todas las llamadas perdidas en mi teléfono para darles las noticias. Mi madre insistió en que podría pasar unos días conmigo para hacerme compañía pero, no veo necesario que deje la tienda sola. Además, Angy y Sam volverán la semana que viene y podré entretenerme cuidando a la pequeña Priscila. Luego, estuve hablando un rato con Matt y Melanie por Skype y la verdad es que consiguieron animarme bastante, los extraño mucho. Cuando me despedí de ellos, estaba tremendamente cansada así que silencié el móvil por si a alguien se le ocurría interrumpirme mientras dormía.

—Lo siento —continúo—, soy una despistada. Y, ¿cómo es que le han dado el alta tan pronto?

—Ha sido un improvisto de esta mañana, nosotros tampoco nos lo esperábamos.

— ¿Han dicho algo los...?

—Nada nuevo —me interrumpe—, necesita descanso y por ahora, seguir con la rutina diaria que él recuerda aquí, en casa, hasta que pueda volver al trabajo.

— ¿Volverá al trabajo? 

—Por ahora no pero, según sé, ese tipo de información, ya sabes, lo que no se trata de recuerdos, se almacena en otra parte. Y tú, ¿cómo estás? 

—No lo sé—. Y no se lo digo por no querer contarle cómo realmente me siento como hacen la mayoría, lo digo porque no lo sé de verdad—. ¿Y tus padres? —Pregunto al entrar a la cocina y ver qué no están allí como suele ser—. 

La bandeja con galletas está encima de la mesa, Pablo me la señala para que coja pero aunque tienen muy buena pinta, explotaría si una miga entrase a mi estómago después del atracón de cereales que me he pegado esta mañana.

—Han ido a recoger a mi abuelo de la residencia para que compruebe por sus propios ojos que Luke está bien. ¿De verdad que no quieres galletas? Las ha traído la vecina hace nada, ahora la casa se llenará de visitas y gente con regalos, la mayoría serán comida y bueno, no quiero engordar.

Qué estúpido. 

—¿Y Luke? 

—¿Quién preguntaba por mí? 

Dice una voz masculina a mis espaldas y me giro para comprobar qué es él. 

Lleva unos vaqueros azules ajustados, una sudadera blanca y sus zapatillas Nike. Sí, esas que tanto odiaba hace dos años y por eso, decidió traer a casa de sus padres con otro bolsón de ropa que había aborrecido. Y el pelo, lo lleva peinado hacia abajo y todo a un lado como cuando tenía diecinueve y volvía locas a todas esas niñas de la universidad. 

Tan azules como siempre, sus ojos me observan de arriba a abajo y, me doy cuenta de que podrán mantener el color pero que nunca volverán a mirarme como un día hicieron. 

—¿Ella era? —Le pregunta a su hermano. 

—Ella es la chica que te he estado enseñando en las fotos. 

¿Pablo le ha estado enseñando fotos mías? No lo puedo querer más a este chico. 

—¿Mi novia? ¿Katherine? 

—Exacto.

Siguen manteniendo la conversación entre ellos dos como si fuesen los únicos en la cocina.

—Hola, estoy aquí.

—Puff, es que no pareces tú, en las fotos estabas más buena. 

¿En serio? Ha resucitado la parte de niñato creído que tenía cuando lo conocí. 

—Ya, falta de sueño.

Menos mal que me queda la mirada cómplice de Pablo como consuelo.

—Perdona. —Luke se sienta en la silla que quedaba libre alrededor de la mesa—. Iba a presentarme y a darte dos besos pero, se supone que ya nos conocemos. Sí, soy muy tonto.

Esa era la única parte de Luke que no había cambiado en los últimos años, reconoce las cosas tal y cómo son. 

Después de eso, el silencio que se crea es insoportable. 

— ¿Nosotros vivíamos juntos? —Asiento con la cabeza—. Y, ¿de verdad que llevábamos cuatro años saliendo? —Vuelvo a asentir—. ¿Lo solíamos hacer con condón? 

—Vete a la mierda tío. —Pablo alarga la mano para darle un pescozón. 

Definitivamente, ¿cómo pude enamorarme de este retrasado? 

—Vale ya paro —sigue riéndose—. Entonces, ¿nuestra casa es bonita? 

—Al menos antes te gustaba —le respondo. 

—Pues quiero ir a verla contigo. 

—¿Cuándo?

—Ahora.

---------------------------

Disfrutad de este aperitivo.

No somos de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora