"Capítulo ocho"

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El auto se estacionó frente a un pequeño restaurante, lleno de luces y autos estacionados alrededor. Sentí la mano de Jaebum sobre mis muslos ligeramente desnudos a causa de la falda escolar, pero no sentía que fuera necesario sacarla.

—Espérame ahí —se bajó del auto y lo rodeó rápidamente, mientras yo trataba de no reír por su intento de romanticismo. Abrió la puerta y me sonrió, tendiéndome la mano para ayudarme a bajar—. Ven aquí.

Tomé su mano mirando al piso y así evitar la mirada del mayor. Caminamos hacia el restaurante y Jaebum no soltó mi mano, incluso cuando ya estábamos sentados en la mesa. Y podría jurar que escuché a una señora comentar "Qué bonita pareja"

—Buenas tardes, yo los voy a atener el día de hoy, ¿ya saben lo que van a ordenar? —el camarero me miró con una sonrisa y yo me dediqué a buscar entre el menú.

—Yo quiero una copa de vino tinto y un corte de Brisket ahumado con papas salteadas —cerró el menú y me miró sonriente—, ¿qué vas a querer tú?

—Ehm —mire un poco más la libreta—, un jugo de frambuesa y pollo asado con papas fritas.

—¿Pechuga o muslo?

—Pechuga —asintió con la cabeza y se retiró.

—¿No te molesta? —preguntó serio el pelinegro, mirándome fijamente.

—¿Eh? ¿Qué cosa? —dejó su celular sobre la mesa y se cruzó de brazos, clavando su mirada en el camarero que nos estaba atendiendo, frunciendo el ceño.

—¿Qué te coqueteen tanto? Esta bien que seas linda pero tampoco hay que ser irrespetuoso.

—No estoy entendiendo, ¿dijo algo malo el camarero? —rió con ironía y se apoyó en el respaldo de la silla.

—Te estaba mirando.

—Jaebum, yo no sentí que haya sido grosero, de hecho, lo vi bastante respetuoso —me miró unos segundos y luego sonrió, tomando mi mano y dejando un ligero beso sobre el.

—Está bien, bebé —entrelazó su mano con la mía y la apoyó sobre la mesa, mientras esperábamos la comida.

El vino y el jugo fueron las cosas que primero llegaron, junto con una porción de baguettes cortadas en rodajas.

—Gracias —cogi un trozo de pan y me lo llevé a la boca al mismo tiempo en que sonaba un teléfono, pero al revisar mi celular, confirmé que no era el mío.

—¿Me disculpas? Tengo que contestar —se medio levantó de la silla y cuando estaba por contestar que no me importaba, ya se habia ido.

Solté un suspiro y me acosté sobre el respaldo de la silla, pensando en si realmente valió la pena haber aceptado esta cita. Y entonces, mientras me llevaba trozos de baguette a la boca, me encontré recordando la respiración de Nayeon en mi oído y su sonrisa cuando cumplió su objetivo de sonrojarme.

¿Por qué se me vienen esos pensamientos a la mente cuando debería estar feliz de estar en una cita con Jaebum? ¿O realmente no me gustaba tanto como me quería hacer creer?

Aún así, tampoco pude pensar mucho más en el tema, pues la comida y Jaebum ya habían llegado.

El camino de vuelta fue menos o igual de silencioso que la comida, dónde de vez en cuando Jaebum me brindaba alguna que otra sonrisa o en medio de una luz roja, acariciaba mi mejilla levemente.

Cabe destacar que con ninguno de los dos gestos logré sonrojarme.

—Gracias por la comida —su mano se posó en mi mejilla y la acarició suavemente.

—De nada, tú sabes que no me molesta invitarte a comer —dió un paso al frente y podría jurar que me encontraba en medio de una escena romántica de algún dorama.

Arregló un mechón de cabello que tenía suelto y lo coloco detrás de mi oído—. Me gustas Mina.

Mis ojos se abrieron con sorpresa e hice lo posible por no soltar un ruido de impresión.

—Si tú realmente no sientes lo mismo... —acercó su rostro a mi oído, casi susurrando—. Daré por hecho que es porque te gusta Nayeon.

Mi corazón se detuvo y reprimí un gruñido de enfado.

—Claro que no me gusta Nayeon —fingí una sonrisa y acerqué mi rostro, chocando rápidamente mis labios contra los suyos y cerrando los ojos con fuerza, reprimiendo a mi imaginación y su maldita inoportunidad de hacerme recordar aquella fiesta que no me puedo sacar de la cabeza.

Devil || MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora